lunes, 2 de marzo de 2009

Lagunas de Samaniego

Artículo a publicar en El Periódico de Aragón el 4 de marzo

Conocido es de todos que la cigarra se pasa el verano entero cantando, pero lo que calla el fabulista es que su canto se prolonga asimismo en invierno, primavera y otoño: la cigarra canta y canta, y no sabe hacer otra cosa que cantar y holgazanear. Esa propensión natural al ocio no tiene un carácter individual, pues, en numerosos casos, la cigarra lleva generaciones y generaciones sin dar un palo al agua.

De hecho, no hace provisiones para el invierno porque no le hace falta, como tampoco se ve obligada a dejar de cantar y a acogerse al abrigo de algún estrecho aposento, pues su casa suele ser amplia, luminosa y dotada de agua y calefacción central. En su casa no le falta de nada, y nunca se ve desprovista de los necesarios productos de consumo. Esa es también la razón de que siempre se la oiga cantar con tanta satisfacción y despreocupación,

La hormiga no vive tabique con tabique con la cigarra, pues ni ésta lo permite ni tampoco queda al alcance de la economía de aquella. En todo caso, la hormiga paga un alquiler o compra una casa mediante una hipoteca, que pagará durante treinta años, si no se queda en el paro. En otras zonas del mundo, la hormiga solo tiene choza o cochambre o nada.

La hormiga, sí, trabaja y trabaja en el verano, pero lo hace igualmente en el otoño, la primavera y el verano. En realidad, lleva trabajando así toda la vida, pues sabe bien que si no trabaja, no come. En el verano, en algunas zonas apacibles tiene unos días para descansar en vacaciones. En otros lugares, la hormiga jamás tiene vacaciones o trabaja en condiciones de enorme explotación. La hormiga suele tener comida a pesar de estas dificultades, pero en algunas zonas muere a millones de hambre.

La hormiga trabaja para la cigarra, que la contrata y le paga un salario, si le parece bien y lo necesita. La cigarra es dueña de los caminos, los granos, las casas y toda suerte de alimentos. La hormiga conduce lo que encuentra y lo que le mandan a los graneros de la cigarra. Ésta, a cambio, proporciona a la hormiga la parte necesaria para su sustento. El resto es de y para la cigarra. Por eso canta con tanta alegría la cigarra: agradece a los dioses que hayan sido tan benignos con ella y también que hayan diseñado así las cosas. En algunas calles, la hormiga se aprovisiona a duras penas de víveres para el invierno y para los tiempos duros, mientras le dura el subsidio de desempleo. En otras calles, a la hormiga le queda siempre la posibilidad de hurgar en los contenedores de basura de los hipermercados.

Llegado el invierno, la cigarra nunca pide a la hormiga que le preste algo de sus provisiones sobrantes por no haber sabido ser previsora. Raramente sobra algo a la hormiga y con el frío la cigarra se traslada a lugares cálidos, donde puede seguir cantando despreocupadamente. Nada le falta tampoco en esos nuevos lugares, ya que la hormiga sigue trabajando para ella.

La hormiga no está en condiciones de negar a la cigarra parte del alimento que tiene guardado en el granero: en tal caso, se quedaría fulminantemente sin trabajo por tamaña osadía. Por otro lado, ya cuenta la cigarra con todo lo que ha ido esquilmando de buena parte de lo que la hormiga gana con su trabajo. El fabulista yerra también en otro detalle relevante: no es la hormiga quien tiene la llave del granero, sino el Banco (el Cicada´s Bank, para ser más preciso).

Cuando las cosas se desmadran, la cigarra decreta que hay crisis económica. La hormiga no entiende por qué ni a qué se debe esa crisis, pero sí sabe muy bien que va a ser ella quien pagará los platos rotos, y que va a tener que trabajar más para la cigarra, si tiene la fortuna de no perder el puesto de trabajo. Y es que, cuando las cosas van mal, la fila de hormigas en paro cada vez es más larga,

Por el contrario, en tiempos de crisis la cigarra tiene la gran fortuna de, en vez de empobrecer, ser cada vez más rica. De hecho, la cigarra no deja de hacer turismo, bailar e irse de juerga, aunque ella misma haya decretado la crisis. Las crisis económicas de la cigarra no parecen afectar a su economía, ni la llevan a la pobreza: todo lo contario. Si las cigarras no tienen suficiente, los bancos donde las hormigas tienen sus ahorros inyectan montañas de dinero para las empresas donde las hormigas trabajan para las cigarras.

Y la cigarra canta y canta… Y la hormiga trabaja y trabaja, a no ser que solo pueda visitar las oficinas del paro. Y colorín, colorado, señor Samaniego.

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