La primera conclusión tras las elecciones
del pasado domingo ha de ser optimista: tocado fondo, cualquier variación a
partir de ahora será una mejora. Desde el respeto a los resultados electorales,
el cambio propugnado por el PP durante su campaña no deja de ser un brindis al
sol, pues seguirán mandando los mismos especuladores financieros que nos están
conduciendo, de victoria electoral en victoria electoral, hasta la ruina total.
Los griegos y los italianos han cambiado de gobierno al dictado del FMI, los
mercados y los sátrapas de Bruselas, pero a los españoles nos han edulcorado la
cucharada de aceite de ricino que tomamos obligatoriamente desde hace unos
años: habemus Praesidentem, viva la democracia, viva la dictadura de los
mercados financieros.
Sabemos que en pocas semanas van a
menudear las discusiones y los reproches sobre los recortes en gastos sociales
(educación, sanidad, dependencia…), lo que conllevará que siga sin hablarse de
la verdadera naturaleza del problema: van en aumento las operaciones
financieras ficticias en beneficio de los capos de las finanzas (4 billones de
dólares diarios solo en los mercados de divisas y 700 billones de dólares en
los mercados de derivados); crece el subdesarrollo social español en
comparación con la media de los países de la UE-15 (1.400 personas, es decir,
el 0,0034% de la población española, controlan recursos equivalentes al 80,5%
del PIB); desciende el poder adquisitivo de la clase trabajadora; se amplían
las cuentas en paraísos fiscales y el número de personas ricas, etc. Todo ello
es síntoma del expolio económico, político, social y cultural que “los
mercados” están perpetrando en nuestro país
y en el mundo. Pero de eso no se habla, contra eso no se actúa, y el
estado de bienestar va escapándose de nuestra sociedad como arena entre los
dedos.
Repetirán los ganadores hasta la saciedad
que ellos no tienen la culpa de nada y hacen lo que pueden. Antonio Fraguas, “Forges”, nos regalaba
el jueves pasado una lúcida viñeta, premonitoria del futuro cercano, en la que
se leía “Porra excelsa. El bonito juego de la esperada frase”. A continuación
se daba a elegir entre uno, veinte y sesenta segundos, tras leer la frase:
“Monte una animada porra con sus familiares/amigos para acertar cuánto tardará
el vencedor teórico del día 20, una vez conocida su victoria, en decir la
frase: Hemos sido engañados. La herencia es mucho peor de lo que nos
informaron”. Así es, así será, hasta que se logre algo positivo, en cuyo caso
se deberá solo a méritos propios.
El 20-N ha remachado también lo
enormemente injusta que es la actual ley electoral. Principalmente IU y UPyD
(147.162 y 221.068 votos, respectivamente, les cuesta cada diputado) contrasta
con Amaiur y PP (47.700 y 55.776 votos, respectivamente, por cada diputado. Lo
más grave, sin embargo, no es la merma de representatividad de la ciudadanía
mediante el sistema d´Hondt, sino la falta de voluntad de cambiar esta
antidemocrática irregularidad por parte de los dos partidos mayoritarios y los
partidos nacionalistas que se benefician del mismo.
Mientras, la izquierda ha tenido ocasión de
atisbar cuál es el camino a seguir: recuperar sus signos de identidad y ponerse
coherentemente en acción. Deben recordar
que sus antecesores, teóricos y fundadores tuvieron la valentía de presentar
ante la nación y el pueblo las utopías que dan fuerza y esperanza para luchar,
para oponerse a los explotadores del pueblo y para conquistar el bienestar y
los derechos cívicos, sociales y culturales: igualdad, libertad, pacifismo,
plenos derechos políticos, sociales y laborales, socialismo, socialización de
los recursos económicos y productivos, y un largo etcétera más.
Proponer utopías no es proponer lo
imposible, sino lo óptimo, y sin utopías la izquierda renuncia a su propia
identidad. La utopía no está vinculada con lo
imposible o lo irrealizable, sino con el desarrollo último, perfecto, óptimo y
cabal de un ser o de una realidad. La utopía no consiste en un mundo de sueños
imposibles y al margen de la realidad, sino en la aspiración que todos tenemos
a la realización plena de nuestras ideas y valores (amor, política, sociedad,
trabajo, vivienda, educación, ocio, etc.).
Hay que revisar el concepto mismo de
propiedad privada, el desvarío social de que existan determinadas fortunas y
determinados privilegios, la confesionalidad del Estado, así como reivindicar
la plena igualdad entre hombres y mujeres, la regulación y control de las
transacciones financieras, la supresión de los paraísos fiscales, hacer que los
que más tienen contribuyan con sus impuestos de igual modo y en la misma
cuantía que otros países europeos socialmente avanzados (el gasto público
social en España es solo el 72% del promedio de la UE-15, mientras que los
ricos y la banca y gran patronal en España pagan en impuestos solo el 20% de lo
que pagan sus homólogos en Suecia).
(Permítaseme
decir, por último, que No Pasarán).
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