En una acera de la ciudad de Zaragoza. Una señora entrada en años camina mal, ayudada por un andador. Se cruza conmigo y mi silla de ruedas. Le cedo el paso, me sonríe, se acerca a mi oído y musita quejosamente: "Yo voy mucho peor que usted".
¿Quería consolarme y hacer la buena obra del día? ¿Quería seguir desparramando autocompasión y dejando patente ante cualesquiera ojos humanos que ella sufría sobremanera?
Hay personas que viven desde, para y por la dolencia que sufren.
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