miércoles, 28 de septiembre de 2011
viernes, 23 de septiembre de 2011
Recordatorio
El día 4 de octubre, a las 20 horas, en la Librería Cálamo de Zaragoza (Plaza de san Francisco), presentación de mi libro SONRISAS Y LÁGRIMAS -CON ALGÚN QUE OTRO BOSTEZO- EN LA ESCUELA.
Estas invitad@, por supuesto.
Estas invitad@, por supuesto.
martes, 20 de septiembre de 2011
La izquierda que necesita el mundo
No es noticia que la derecha se coaligue
cara a las próximas elecciones o para formar gobiernos. Sus dirigentes lo
acuerdan, sus militantes y votantes aplauden con fervor, y sanseacabó. Más aún,
cuando en Aragón tenemos a un partido, el PAR, capaz de batir cualquier récord
camaleónico con tal de seguir calentando
sillones y poltronas (el fenómeno del partido de Biel daría para varias tesis doctorales). Y es que la fidelidad y
el fervor del electorado de derechas son cada vez más parecidos al proceder de
los seguidores de una religión.
Sin embargo, parece que también hay
atisbos de una posible unidad electoral de la izquierda para el 20-N en Aragón,
lo cual, visto lo visto hasta ahora, rayaría en lo portentoso. Lo probable es
que, de no obtenerse ese acuerdo, los grupos implicados culparían a la otra
parte del negativo resultado o descargarían responsabilidades sobre las
respectivas militancias. Y de haberlo, seguramente brotarían ipso facto de allí
grupos políticos disidentes con la pretensión de salvaguardar la quintaesencia
de los partidos originarios.
En cualquier caso, de poco serviría una
unidad electoral sin una verdadera propuesta política y económica de izquierda.
El PSOE, por ejemplo, está inundando algunos medios de comunicación con el
eslogan “con Rubalcaba, sí”, sin
apenas decir una palabra sobre qué quieren hacer o deshacer Rubalcaba y el
socialismo español. En otras palabras, están incurriendo en el mismo error de
casi siempre: presentar candidatos, en vez de contenidos, obviando así que en
nuestro país cada vez hay más gatos escaldados que quieren dejarse ya de buenas razones y fiarse solo de las
obras contantes y sonantes, que son los auténticos amores.
Generalmente, asumimos como principios
intocables y cuasi sagrados que cualquier revisión o transformación de la
sociedad o del mundo conduciría a alguna suerte de Armagedón planetario o al
fin de la civilización occidental (considerada como la única y verdadera
civilización). Pues bien, el verdadero objetivo de la izquierda debería ser
ante todo la crítica radical del sistema actual y la lucha por un mundo más
justo, solidario, igualitario y libre.
En efecto, el sistema que perpetúa en la
pobreza a dos tercios de la población mundial parece mostrarse como intocable,
pero apenas se pone, de hecho (olvidémonos ahora de retóricas y programas), en
cuestión. Solo en el primer semestre de este año hay, según el Banco Mundial,
47 millones de pobres más en el mundo debido al “encarecimiento de los
alimentos”, pero el sistema no se pone en cuestión. Llevamos varios años oyendo
hablar de crisis y posible recesión económica, estamos en manos del dictamen
diario de unas agencias de calificación de riesgos que deberían estar con la
boca cerrada dados los éxitos predictivos en el pasado, las empresas
financieras y multinacionales aumentan sus beneficios año tras año en un mundo
donde el desempleado del mundo desarrollado puede comer lo que otros miles de
millones de seres humanos ni sueñan tener. Pero apenas se producen llamadas
reales y veraces, de hecho (olvidémonos ahora de retóricas y de programas), a
la lucha activa para cambiar la situación.
Toda la izquierda occidental procede de
historias revolucionarias y del enfrentamiento directo con el sistema, por lo
que debería saber que la derecha solo cede algo si se le arrebata por las
buenas o por las malas. Una reforma agraria del y para el pueblo no será jamás
producto de la iniciativa de la derecha terrateniente e improductiva. ¿Tanto
cuesta revindicar real y verdaderamente una banca pública, un sistema
impositivo y fiscal donde los que más tienen paguen lo que deben, una
inspección fiscal que convierta en flagrante delito con penas graves de cárcel
el fraude fiscal?
No debe haber red de enseñanza privada
concertada mientras no estén completamente cubiertas las necesidades de la
pública. No debe haber sanidad privada mientras no quede garantizada un sistema
sanitario de calidad y global para toda la población. No debe haber un solo
piso vacío mientras haya una sola persona sin vivienda. Debe desaparecer la
confesionalidad de las instituciones del Estado.
Difícilmente se sostiene la legitimidad
de un gobierno o de un sistema político europeo o mundial si no se regula
exhaustivamente los flujos y transacciones financieras a través de los mercados
de capitales, si no desaparecen los paraísos fiscales, si no se pone fin a la
locura de la descomunal compraventa de armamento, si no se condona la deuda
externa de los países del Tercer Mundo.
Si en los programas electorales no hay nada
de eso, si además resultan poco creíbles dichos programas, la ciudadanía
susceptible a mensajes de cambio, transformación o revolución se va a pensar
acudir a las urnas. Así, mientras la derecha no tiene el menor empacho en
coaligarse para obtener y consolidarse en el poder, la izquierda, quizá presa
del virus electoralista (consigamos, al menos, un escaño), vacila en su mensaje
y en su actuación.
lunes, 19 de septiembre de 2011
viernes, 16 de septiembre de 2011
¿Con Rubalcaba, sí, qué?
Publicado hoy en ATTAC España
Me quedé perplejo ya la primera vez que
lo vi. El PSOE proclamaba el eslogan para el relevo de capitán del buque y
otorgaba un “sí” esplendoroso al nuevo: Alfredo Pérez Rubalcaba. Personalmente,
no daba crédito, pues la socialdemocracia hispana volvía a incurrir en el mismo
error de otras veces: por muy experto que sea el capitán, el pasaje y la
tripulación han de conocer ante todo el barco al que subir, el rumbo y el
destino del viaje y la carga que se encierra en sus bodegas. No voy a meterme
ahora en si Rubalcaba, sí o Rubalcaba, no, pues lo que realmente le interesa a
la ciudadanía es qué quieren hacer o deshacer el socialismo español y su
capitán actual. Los programas electorales suelen estar llenos de retórica y de
cantos de sirena, pero en nuestro país cada vez hay más gatos escaldados que
quieren dejarse ya de buenas razones y
fiarse solo de las obras, que son los reales amores.
Entre los temores que causa la
inmigración en un sector de la población y la zozobra de la crisis económica la
ciudadanía es escora cada vez más hacia posiciones conservadoras (virgencita,
que me quede como estoy…), teniendo en cuenta además que escasea la oferta de
cambios netos y nítidos en la forma de vivir y de convivir.
En nuestra mente se va configurando una
serie de axiomas que aceptamos como intocables y cuasi sagrados. Así como no
parece existir más que el sistema métrico o de numeración decimal y
consideraríamos una hecatombe otro distinto para el mundo (olvidando de paso
que se trata de una convención, práctica y hoy bastante universal, pero
convencional al fin y al cabo), de igual modo asumimos como axiomas que
cualquier revisión o transformación de
la sociedad o del mundo conduciría a alguna suerte de Armagedón planetario o al
fin de la civilización occidental (considerada como la única y verdadera
civilización).
El sistema que perpetúa en la pobreza a
dos tercios de la población mundial parece mostrarse como intocable y ningún
(repito: ningún) partido político lo pone en cuestión. Solo en el primer
semestre de este año hay, según el Banco Mundial, 47 millones más de pobres en
el mundo debido al “encarecimiento de los alimentos”, pero el sistema no se
pone en cuestión. Llevamos varios años oyendo hablar de crisis y posible
recesión económica, estamos en manos del dictamen diario de unas agencias de
calificación de riesgos que deberían estar con la boca bastante cerrada dados
los éxitos predictivos en el pasado, las empresas financieras y multinacionales
aumentan sus beneficios año tras año en un mundo donde el desempleado del mundo
desarrollado puede comer lo que otros miles de millones de seres humanos ni
sueñan tener. Pero ningún (repito: ningún) grupo político llama a la lucha
activa y pasiva para cambiar la situación.
Toda la izquierda occidental procede de
historias revolucionarias y del enfrentamiento directo con el sistema, por lo
que debería saber que desde posiciones conservadoras solo se cede algo si se
les arrebata por las buenas o por las malas. Una reforma agraria del y para el pueblo
no será jamás producto de la iniciativa de la derecha terrateniente e
improductiva. ¿Tanto cuesta revindicar real y verdaderamente una banca pública,
un sistema impositivo y fiscal donde los que más tienen paguen lo que deben,
una inspección fiscal que convierta en flagrante delito con penas graves de
cárcel el fraude fiscal?
No debe haber red de enseñanza privada
concertada mientras no estén completamente cubiertas las necesidades de la
pública. No debe haber sanidad privada mientras no quede garantizada un sistema
sanitario de calidad y global para toda la población. No debe haber un solo
piso vacío mientras haya una sola persona sin vivienda.
Difícilmente se sostiene la legitimidad
de un gobierno o de un sistema político europeo o mundial si no se regula
exhaustivamente los flujos y transacciones financieras a través de los mercados
de capitales, si no desaparecen los paraísos fiscales, si no se pone fin a la
locura de la descomunal compraventa de armamento, si no se condona la deuda
externa de los países del Tercer Mundo.
Si en los programas electorales no hay
nada de eso, si además resultan poco creíbles dichos programas, la ciudadanía
susceptible a mensajes de cambio, transformación o revolución se va a pensar
acudir a las urnas. Así, mientras la derecha no tiene el menor empacho en
coaligarse para obtener y consolidarse en el poder (la fidelidad de su
electorado es parecido a la de los pertenecientes a una religión), la
izquierda, quizá presa del virus electoralista, vacila en su mensaje y en su
actuación.
Rubalcaba, ¿qué? Todos y cada uno de los
grupos políticos de izquierda, ¿qué? ¿Prudentes y cautelosos para preservar al
menos el estado del bienestar? ¿Acaso vacilará la derecha en reducirlo a su
mínima expresión si cuenta, de hecho, con las manos libres para hacerlo?
jueves, 15 de septiembre de 2011
Parroquias privadas - Dinero público
MI amigo Enrique, de Rivas Vaciamadrid, escribe este excelente artículo
Cuando
un domingo de mediados de mayo de 2011, D. Primitivo, catedrático de la
Universidad de A Coruña de visita en Madrid, acudió a la misa de Villanueva del
Pardillo, pensaba que asistía a un rito religioso. En su lugar se encontró con
un virulento discurso político declamado por un párroco que pasa por ser4 un
“cura normal” en el pueblo.
Al
parecer, lo “normal” debe ser que desde el pulpito se injurie gravemente a las
más altas instituciones civiles: “Gobierno que asesina a los niños en los
vientres de sus madres”, o a la ministra Leire Pajín “es una asesina de
ancianos y de personas que estorban”, por impulsar una ley para morir con
dignidad. Lamentablemente, estos indignos y agresivos comportamientos son muy
frecuentes en un buen número de diócesis católicas españolas “normales”.
D.
Primitivo, católico practicante, ya sabía que en la Iglesia católica (Ic, en
adelante) no cabe la deliberación ni la discusión entre iguales. Pero aún así,
la desmesura le escandalizó “como ciudadano”, e interrumpió el mítin-homilía.
Acto seguido fue expulsado del templo con evidente agresividad.
No deja
de ser llamativo que los miembros de una institución como la Ic, puedan
injuriar impunemente al Gobierno, a su Presidente, o a cualquier ministro o
autoridad civil, sin que el peso del Estado de Derecho caiga sobre ellos,
mientras disfrutan del privilegio de atrincherarse en el Código Civil para
tipificar como delito cualquier comportamiento u opinión que consideren
ofensivos para la religión. Y no se tiene noticia de que el Fiscal General del
Estado haya intervenido en defensa de la dignidad de las autoridades civiles
injuriadas.
Lo de
menos es que los nuevos curas sean fundamentalistas religiosos de extrema
derecha, porque surgen de movimientos ultras que quieren “salvar España”, como
también pretendió la jerarquía católica hace 75 años, con los resultados ya
conocidos. O que hubieran puesto en peligro la oportunista tregua declarada por
Rouco Varela al Gobierno, debido a la visita de Benedicto XVI a Madrid en
agosto, para celebrar un nuevo catolicircus,
esta vez, con jóvenes católicos. Asimismo, no es una razón de peso que no se
pueda “hablar así de un Gobierno que financia a la propia Iglesia”, pues
tampoco sería lícito injuriar a un Gobierno o a sus ministros, aunque no se
financiara a la Ic y estuviéramos en un Estado realmente laico.
Lo
realmente alarmante es que el Estado constitucional siga “alimentando”, año
tras año, unas instituciones (las diócesis católicas) que gastan 10 veces más
de lo que recaudan y que no sólo no realizan ningún servicio de interés
general, ni por lo tanto público, sino que en un número considerable, se
utilizan para torpedear “sin misericordia” todas las leyes que emanan del poder
civil que, no estando de acuerdo con su particular moral, sirven para
reconocer, o ampliar, derechos individuales a distintos colectivos ciudadanos.
Lo que
crea alarma social en millones de ciudadan@s sensat@s es que trascurridos más
de 30 años desde la aprobación de una Constitución supuestamente aconfesional,
el Estado siga manteniendo con sus Presupuestos la existencia de 22.661
parroquias católicas (además del sueldo de 21.000 sacerdotes), que conforman
una extensa trama reticular que se extiende a lo largo y ancho del país, cuyo
objetivo principal no es la actividad “pastoral”, como se deduce de la Memoria
de actividades de 2008, presentada en su momento por la propia Conferencia
Episcopal: en realidad esta trama es un instrumento para mantener la presión
política y el control ideológico y moral sobre el mayor número de ciudadan@s
posible, modelando e influenciando su opinión, así como una excepcional
plataforma para garantizar la difusión de su particular moral e ideología.
Por
eso, millones de ciudadan@s que creemos que en esta democracia constitucional
no puede tener cabida ningún privilegio para creencias particulares
confesionales, debemos exigir a nuestros representantes políticos que abandonen
su clamoroso silencio cómplice y trabajen por hacer realidad los principios de aconfesionalidad,
libertad de conciencia e igualdad jurídica de todas las creencias e ideologías
que la Constitución proclama. Mientras sigan permitiendo estos comportamientos
antidemocráticos y anticonstitucionales, a mí, en estos asuntos, no me representan.
Rivas
Vaciamadrid, agosto 2011
M. Enrique
Ruiz del Rosal
miércoles, 14 de septiembre de 2011
Si quieres wifi, paga. Si lo das gratis, paga la multa
La Audiencia prohíbe a las administraciones prestar wifi gratis
y confirma una multa de 300.000 euros al Ayuntamiento de Málaga por dar
acceso abierto a Internet en sus edificios.
O sea, seguimos bajo la dictadura de las Operadoras que proveen de Internet pagando y solo pagando.
Y a ese negocio a costa de la ciudadanía lo llaman mercado. Puaffff
11-S: secuelas y propaganda
Publicado hoy en El Periodico de Aragón
El décimo aniversario del
11-S pasó de puntillas el domingo pasado. Muchos reportajes en los medios de
comunicación, numerosas columnas de opinión, pero el 11-S sigue tan rodeado de
brumas y preguntas como antes. Aún no sé quiénes organizaron y perpetraron realmente
el atentado, salvo ese genérico indicativo de Osama Ben Laden y la organización Al Qaeda (¿tontos útiles en la
trama?).
Hemos podido leer unos cuantos libros y ver unos cuantos vídeos que plantean incógnitas importantes sobre el 11-S, que nadie ha aclarado o rebatido. Algunos señalan como autores a diecinueve yihadistas de Al Qaeda divididos en cuatro grupos que habrían invadido cuatro aviones, pero del avión de Pensilvania apenas se habla si descontamos algunas anécdotas puestas en entredicho de las víctimas y ningún dato de los terroristas. Del avión que presuntamente chocó contra uno de los muros del Pentágono sigue sin haber una fotografía donde aparezca algún rastro de restos de avión. De la destrucción de las torres del World Trade Center arquitectos, ingenieros y especialistas en demolición de edificios ponen serios reparos a que solo dos aviones de pasajeros tuvieran semejante puntería y potencia para lograr llevar a cabo un atentado que al parecer algunos ya conocían de antemano y tomaron las medidas preventivas pertinentes. Aún no he visto rebatido el libro de Thierry Meyssan La gran impostura o el de Ray Griffin Desenmascarando el 11-S.
La cosa es que se declaró ipso facto la
guerra mundial de Occidente contra el terrorismo mundial, es decir, contra Al
Qaeda, es decir, contra casi todo lo que pudiere oler a musulmán. En menos de
un mes, el Presidente estadounidense George
W. Bush bombardeó e invadió Afganistán con el pretexto de que los talibanes
no querían entregar a Ben Laden, supuestamente oculto en las montañas de
Afganistán. Al poco tiempo, el 9 de febrero de 2002 Hamid Karzaï,
el nuevo primer ministro de Afganistán,
y su homólogo paquistaní, el dictador y golpista Musharraf, fuerte
aliado de los Estados Unidos en la zona, cerraban un acuerdo para permitir la
construcción de un oleoducto que enlazase el mar Caspio con el océano Índico,
atravesando el Afganistán recién invadido.
Al año siguiente “los aliados”
bombardearon e invadieron Irak, ahorcaron a Saddam Hussein, provocaron la muerte de centenares de miles de
iraquíes y millones de desplazados y huidos, contemplan ahora la cadena
interminable de atentados en el país, y las grandes compañías petrolíferas
controlan el petróleo iraquí. No se habla de Abu Graib, Guantánamo y la
conculcación de los derechos humanos (¡para defender la democracia y los
derechos humanos!).
Finalmente, encontraron en Pakistán a Ben
Laden, al que cosieron a tiros e impidieron así hablar y contar. Ahora buscan
en Libia a otro buen amigo de antaño, hoy enemigo y declarado tirano, Muamar el Gadafi. Las grandes potencias
habían hecho la vista gorda con atentados a aviones comerciales de pasajeros
financiados y organizados por Gadafi y lo recibieron en años posteriores con
honores al olor del dinero que derrochaba a su antojo. Desde hace unos meses,
lo buscan por delitos de lesa humanidad contra el pueblo libio, es decir, ni
más ni menos que por lo que ocurre en muchos otros países de corte similar y
considerados por los aliados como amigos. Ni que decir tiene que las grandes
compañías petrolíferas controlarán totalmente los enormes recursos energéticos
libios.
La industria militar necesita enemigos.
La industria del crudo y derivados necesita enemigos. Las grandes potencias
también necesitan enemigos para organizar cuantas guerras preventivas requieran
para dominar el planeta. Hace escasos días, ya inminente el décimo aniversario
del 11-S, la secretaria de Seguridad Nacional estadounidense, Janet Napolitano, declaraba que no
existía ninguna amenaza verosímil de atentado en torno al aniversario del 11-S.
Sin embargo, pocos días después el Gobierno norteamericano informaba de que
tres individuos de Al Qaeda –uno de ellos estadounidense- tenían el propósito
de atentar mediante un vehículo alquilado con sendas bombas en Nueva York y
Washington, por lo que emitieron una "alerta mundial de viaje", a la
vez que recordaban la "continua amenaza que aún representan Al Qaeda y sus
aliados".
El 11 de septiembre
de 2001 arrojó sobre nuestras cabezas una catarata de proclamas en defensa de
la democracia occidental y en contra del terrorismo internacional. Diez años
después hay más hambre, miseria e injusticia en el mundo, los pobres son más
pobres y los ricos, mucho más ricos. Los atentados terroristas menudean mucho
más que antes, especialmente en Irak, Afganistán y Pakistán. Los soldados
“aliados” no ven la hora de salir de los avisperos donde los han metido,
principalmente en Irak y Afganistán. Entretanto, el Ministerio de Defensa
español compra 96 nuevos blindados antiminas por más de 42 millones de euros y Benjamin Netanyahu, primer ministro de
Israel, el país más incumplidor de resoluciones de la ONU, pide a Rodríguez
Zapatero que España no apoye el reconocimiento del Estado palestino en
Naciones Unidas.
martes, 13 de septiembre de 2011
sábado, 10 de septiembre de 2011
11-S, propaganda e incógnitas
A publicar en Izquierda Digital
Existe una multitud de libros y vídeos que plantean incógnitas
importantes sobre el 11-S, que siguen sin ser aclaradas o rebatidas. Algunos señalan
como autores a diecinueve yihadistas de Al Qaeda divididos en cuatro grupos que
habrían invadido cuatro aviones, pero del avión de Pensilvania apenas se habla
si descontamos algunas anécdotas de difícil verificación. Del avión que
presuntamente chocó contra uno de los muros del Pentágono sigue sin haber una
fotografía donde aparezca algún rastro de restos de avión. Posteriormente, se
habló de un misil, por lo que la pregunta inmediata es de dónde salió y quien
disparó ese misil. De la destrucción de las torres del World Trade Center
arquitectos, ingenieros y especialistas en demolición de edificios ponen serios
reparos a que solo dos aviones de pasajeros tuvieran semejante puntería y
potencia para lograr llevar a cabo un atentado que al parecer algunos ya
conocían de antemano y tomaron las medidas preventivas pertinentes. Aún no he
visto rebatido el libro de Thierry Meyssan La gran impostura o el de Ray Griffin Desenmascarando el 11-S.
Muchos reportajes en los medios de comunicación, numerosas columnas de opinión sobre el décimo aniversario del 11-S, pero el 11-S sigue tan rodeado de brumas y preguntas como antes. ¿Alguien sabe realmente quiénes organizaron y perpetraron el atentado, salvo ese genérico indicativo de Osama Ben Laden y la organización Al Qaeda (¿tontos útiles en la trama?)?
La cosa es que se declaró ipso facto la
guerra mundial de Occidente contra el terrorismo mundial, es decir, contra Al
Qaeda, es decir, contra casi todo lo que pudiere oler a musulmán. En menos de
un mes, el Presidente estadounidense George W. Bush mandó bombardear e invadir
Afganistán con el pretexto de que los talibanes no querían entregar a Ben
Laden, supuestamente oculto en las montañas de Afganistán. Al poco tiempo, el 9
de febrero de 2002 Hamid Karzaï,
el nuevo primer ministro de Afganistán,
y su homólogo paquistaní, el dictador y golpista Musharraf, fuerte aliado de los Estados Unidos en la zona,
cerraban un acuerdo para permitir la construcción de un oleoducto que enlazase
el mar Caspio con el océano Índico, atravesando el Afganistán recién invadido.
Al año siguiente “los aliados” bombardearon
e invadieron Irak, ahorcaron a Saddam Hussein, provocaron la muerte de
centenares de miles de iraquíes y millones de desplazados y huidos, contemplan
ahora la cadena interminable de atentados en el país, y las grandes compañías
petrolíferas controlan el petróleo iraquí. No se habla de Abu Graib, Guantánamo
y la conculcación de los derechos humanos (¡para defender la democracia y los
derechos humanos!).
Finalmente, encontraron en Pakistán a Ben
Laden, al que cosieron a tiros e impidieron así hablar y contar cualquier cosa.
Ahora buscan en Libia a otro buen amigo de antaño, hoy enemigo y declarado
tirano, Muamar el Gadafi. Las grandes potencias habían hecho la vista gorda con
atentados a aviones comerciales de pasajeros financiados y organizados por Gadafi
y lo recibieron en años posteriores con honores al olor del dinero que
derrochaba a su antojo. Desde hace unos meses, lo buscan por delitos de lesa
humanidad contra el pueblo libio, es decir, ni más ni menos que por lo que
ocurre en muchos otros países de corte similar y considerados por los aliados
como amigos. Ni que decir tiene que las grandes compañías petrolíferas
controlarán totalmente los enormes recursos energéticos libios.
La industria militar necesita enemigos.
La industria del crudo y derivados necesita enemigos. Las grandes potencias
también necesitan enemigos para organizar cuantas guerras preventivas requieran
para dominar el planeta. Hace escasos días, ya inminente el décimo aniversario
del 11-S, la secretaria de Seguridad Nacional estadounidense, Janet
Napolitano, declaraba que no existía ninguna amenaza verosímil de atentado en
torno al aniversario del 11-S. Sin embargo, pocos días después el Gobierno
norteamericano informaba de que tres individuos de Al Qaeda –uno de ellos
estadounidense- tenían el propósito de atentar mediante un vehículo alquilado
con sendas bombas en Nueva York y Washington, por lo que emitieron una
"alerta mundial de viaje", a la vez que recordaban la "continua
amenaza que aún representan Al Qaeda y sus aliados".
El 11 de septiembre
de 2001 arrojó sobre nuestras cabezas una catarata de proclamas en defensa de
la democracia occidental y en contra del terrorismo internacional. Diez años
después hay más hambre, miseria e injusticia en el mundo, los pobres son más pobres
y los ricos, mucho más ricos. Los atentados terroristas menudean mucho más que
antes, especialmente en Irak, Afganistán y Pakistán. Los soldados “aliados” no
ven la hora de salir de los avisperos donde los han metido, principalmente en
Irak y Afganistán. Entretanto, el Ministerio de Defensa español compra 96
nuevos blindados antiminas por más de 42 millones de euros y Benjamin
Netanyahu, primer ministro de Israel, el país más incumplidor de resoluciones
de la ONU, pide a Rodríguez Zapatero que
España no apoye el reconocimiento del Estado palestino en Naciones Unidas.
jueves, 8 de septiembre de 2011
Reflexiones sobre la vida y la muerte decididas
Publicado ayer en Izquierda Digital
Paseo un rato con Séneca, leyendo sus Cartas,
saboreando sus Consolationes. Hago mías también sus recomendaciones: dejarse
mecer por el pensamiento que refleja una forma de vida, que enseña a vivir, que
incita a vivir una vida buena y una buena vida. Junto a él, me siento penetrado
por la naturaleza, acaricio esa fuerza interior que me otorga identidad y energía, me sé animal inteligente y libre
dentro de mis contornos y limitaciones. Sé que solo así he logrado a veces
rozar con los labios del alma la piel del bienestar, a orillas del sosiego donde
es posible el encuentro con el amigo y el camarada.
Nada temo, salvo el rostro del dolor cuando
aparece implacable. Nada malo me propongo, pues sería una traición a la entraña
misma de la naturaleza que nos constituye a mí y a todos. Quiero vivir en
plenitud cada uno de los momentos que me restan, amo la vida con todas mis
fuerzas, y así converso amistosamente con la posibilidad de acabarla si y
cuando concierte con ella que ha llegado el momento. La muerte no es sino el
acabamiento de la vida, y si la vida ha sido valiosa y buena ha de desembocar
igualmente en una muerte digna, apacible. Si la vida no puede ya conjugarse en
positivo, puede hallar liberación, salida luminosa en la muerte. La muerte no
es buena ni mala. La muerte no es: de hecho, solo quienes restan en el mundo y
se duelen por la ausencia de otro hablan de muerte. El ser humano debe vivir,
vivir bien, dejar vivir, hacer que los demás vivan del mejor modo posible. Solo
cuando se acaban los caminos desde los que se atisban horizontes, cuando
finalmente se traban los pasos y se confunden las sendas, es posible plantearse
con fiereza y también con una sonrisa el propio acabamiento.
Nada ni nadie puede forzar a enquistarnos en
una situación o un estado indeseados. Algunos siguen hablando de dioses, de su laberíntica
voluntad, de una supuesta ley natural encorsetada y ajustada a los intereses y
delirios de quienes desde hace siglos y siglos quieren al ser humano tan
esclavo y reprimido como ellos mismos. Nadie está obligado a permanecer en la
vida. Hay seres humanos que no soportan la inseguridad, la incertidumbre, el
hecho natural de que cada existencia conlleva la necesidad de buscar su pervivencia,
sin otro amparo que la libertad y el riesgo de decidir una y otra vez el camino
y el rumbo hacia el que dirigir sus pasos. La vida consiste precisamente en decidir cada
segundo, cada día, todos los instantes, qué hago y qué dejo de hacer. La libertad es ni más ni menos
que el ejercicio de ese decidir permanentemente. La vida es libertad. Por eso reivindico mi
libertad de decidir también cómo vivir y morir.
Existir debería ser
siempre un acto permanente de gozoso, consciente y libre zambullirse en la
aventura del vivir. Una botella o un lapicero son lo que son, están
definitivamente terminados, pero los seres humanos estamos siempre por hacer:
cada instante decidimos quiénes somos y no somos, qué hacemos con nosotros
mismos, incluso echarnos a perder. Por amor a la vida, podemos decidir también
morir, y morir bien.
Respiro, bebo, amo y me sostengo cada instante en la voluntad de existir
por amor a la vida. Quien no teme morir ama incondicionalmente vivir. De ahí
que sea radicalmente ajeno a la vida que la obliguen a pervivir. Soy libre, soy
dueño de mis actos y errores, de mis sueños y luchas, decido si y cómo y hasta
cuándo existir. Estoy en mis manos y mi obligación fundamental es vivir bien. Mi
responsabilidad ética final estriba en qué estoy haciendo de mi vida, también
qué hago de y con los demás. No es casual que precisamente aquí y ahora,
mientras escribo y paseo con Séneca, me salga al encuentro otro amigo con quien
maldecir la moral de los esclavos.
Nietzsche es tan odiado por los funcionarios
del corsé y de la mediocridad precisamente por indicar la necesidad de crear,
de innovar, de renovar y, por ello mismo, de destruir lo caduco. Paseo también
con él, mientras me dice con bravura que sea implacable con la coherencia que
le debo a la vida, a cada uno de los instantes que la constituyen, sin
concesiones a los inventores de mundos imaginarios.
Si acabo con mi vida, si acabo, solo será,
pues, por amor a la vida. Si alguna vez
he ayudado a alguien a morir bien, ha sido un inequívoco acto de amor. Se puede
dejar libre y responsablemente la vida sin tristeza, sin temor, solo con quietud
y por amor a la vida.
Soy un ser de la naturaleza, soy una mota de
polvo de estrellas entre el rayo y la nube, la tempestad y el paisaje descrito
por Beethoven en la Sexta, la hormiga, la galaxia, el quark, las estaciones, la
lluvia, el deseo, el niño que veo columpiarse desde la ventana… Estoy sometido
a los mismos ciclos, a los mismos trances, a la inmensa potencia de encenderse
y de apagarse del cosmos desde hace millones de años, de comenzar y de cesar,
de sucumbir y sobrevivir, a esa voluntad de poder de la que habla Nietzsche, a la
voluntad de vivir descrita por Schopenhauer. Heidegger, al que tanto debo, que
tanto me ha ido enseñando desde mi juventud, creo que está equivocado cuando
resuelve que el ser humano es un ser-para-la-muerte. Una cosa es que la
entropía deje claro que todo se deteriora y acaba, y otra bien distinta que el
objetivo que otorga sentido último a mi existencia sea morir. Basta recordar a
mi madre, a tantos otros amigos que ya no están.
Dice Aristóteles que todos los seres del mundo coincidimos en algo
fundamental: desarrollarnos y realizarnos en plenitud. Los seres humanos
estamos sujetos a esa misma necesidad natural de desarrollar nuestras
posibilidades naturales, si es que queremos alcanzar nuestra realización plena
como humanos. Desde que nace una persona se pone en marcha para conseguir su pleno
desarrollo, y por ello y para ello vive,
ama, se aburre, estudia, respira, habla, duerme, se apasiona, anda, sufre, se
preocupa o suda... Cada etapa, cada situación, cada decisión, cada instante es
un paso, progresivo o recesivo, hacia la construcción total y plena de uno
mismo como ser humano.
Acompañado de Séneca y
Nietzsche, paseando con Aristóteles, mirando desde la lejanía a Heidegger,
observando atentamente a Schopenhauer, necesito proclamar ahora mi amor a la
vida y mi apasionada amistad con su posible acabamiento, cuando el sol decida
descansar más allá de la línea de mi horizonte.
martes, 6 de septiembre de 2011
En defensa de lo público
A publicar mañana en El Periódico de Aragón
Los seres humanos aman su libertad sobre
todas las cosas, a pesar de que algunos se empeñen en poner puertas al campo y
levantar muros en el camino. La libertad propia es por naturaleza compañera de
la libertad ajena, pues la libertad tiende siempre a ser compartida. Quienes
más hablan de la defensa de la libertad suelen ser también los que más
pretenden privarla y condicionarla a los demás. La libertad aspira solo a tener
las estrellas como techo y al alma de cada uno como casa.
La libertad ama lo público precisamente
porque lo público está abierto a todos y no solo a unos intereses y unas
ideologías concretas. Lo público acoge sin condiciones y busca el interés de
todos sin excepción y sin privilegios. Lo privado, en cambio, filtra y
selecciona a sus clientes y, de hecho, se desentiende del resto.
Hoy ha llegado a convertirse en principio
socialmente indiscutible que lo privado funciona mejor que lo público y que
este debe ser privatizado cuanto antes si resulta rentable. Quienes así hablan
en ningún caso se refieren a toda la ciudadanía o a todo el alumnado o a todo
consumidor, sino únicamente a su propia clientela, a la que garantizan estar al
margen del resto, considerado inferior. Cuando, por ejemplo, reivindican la
libertad de elección de centro escolar buscan preservar sus intereses
individuales y seleccionar la clientela adecuada (alumnado y familias).
En los orígenes de cualquier institución
confesional destinada a la enseñanza hay generalmente el afán de la persona
fundadora por extender la educación a todas las capas sociales, principalmente
las más pobres y marginadas. Sin embargo, con el tiempo han ido ocupando
edificios hermosos en lugares magníficos donde las clases medias y acomodadas
reciben la formación que exige el sistema socioeconómico que los apoya y
sustenta. Cuando se les recuerda que sigue habiendo una enorme bolsa de niños y
de jóvenes que requieren una atención adecuada en zonas de poca población o de
procedencia inmigratoria o extracción social deprimida o compleja condición
miran hacia otro lado o indican que la solución de esos problemas atañe a la
autoridad educativa, y no a ellos.
Lo público es la garantía de que la
libertad a la que tienen derecho todos y cada uno de los seres humanos llega a
todos por igual. Solo lo público garantiza que el pensamiento, las ideas, la
actitud crítica, las emociones y la personalidad de cada ser humano puedan ir
creciendo sin los corsés de los idearios, los adoctrinamientos o la segregación
de hecho de una parte de la población. Lo público se atiene al criterio
inamovible de los derechos humanos y los principios de una Ley común a toda la
ciudadanía, generalmente denominada Constitución, ahora tan lamentablemente
sujeta al vaivén de los dictados e intereses del dinero y solo del dinero.
Dicen que lo privado funciona mejor que
lo público y a la vez van demoliendo la sociedad del bienestar de todos y para
todos. Lo privado garantiza que a su clientela no le faltará nada, pues
previamente se ha encargado de seleccionar a quienes pueden pagarlo y no ponen
en tela de juicio que el mundo esté regido por los intereses privados del
beneficio y del mercado. Frente a ello, en la esencia de lo público está su
aspiración a una sanidad pública, una enseñanza publica, una banca pública,
unos servicios cívicos públicos y unas empresas públicas regidas por el interés
general de toda la ciudadanía y no por la obtención del mayor beneficio de unos
pocos.
Lo publico es la garantía de que los
derechos humanos y cívicos fundamentales llegan a todos en igualdad de
condiciones, con plena libertad y sin privilegios. Pero la libertad (o
cualquiera de las modalidades de servidumbre) se aprende en la escuela: en gran
medida, hacemos realidad la libertad que la sociedad nos permite y la escuela
nos enseña. En la escuela se aprende o se desaprende un espíritu crítico, un
saber racional, un anhelo por mejorar lo existente y oponerse a lo injusto. De
ahí que una sociedad verdaderamente democrática resulte impensable sin lo
público y sin escuela pública.
En su raíz etimológica misma, “educar”
significa sacar, lograr extraer de una persona sus capacidades y
potencialidades. Y frente al fanatismo de la irracionalidad y el cultivo del
temor reverencial a la autoridad, la educación es la vía para formar el ser, el
pensar y el sentir de una persona en la libertad y la razón crítica desde su
niñez y adolescencia.
El ser humano necesita el pan, el agua y
el aire para subsistir, pero también aquellos elementos que su propia
naturaleza demanda: paz, igualdad, libertad, justicia y solidaridad. Por eso es
imprescindible lo público si queremos un mundo de seres humanos libres, iguales
y solidarios, opuestos a los engañosos cantos de sirena del progreso de unos en
detrimento y a costa de todos los demás.
Abejas, lobos y corderos
Publicado hoy en ATTAC ESPAÑA http://www.attac.es/abejas-lobos-y-corderos/
A principios del siglo
XVIII, Bernard de Mandeville describía en su obra La fábula de
las abejas una sociedad próspera y feliz, donde cada individuo busca solo
su propio lucro e interés, pues por naturaleza somos individualistas, egoístas
y perseguimos nuestro propio interés, de tal forma que el bien público no es sino
el resultado de los intereses y lucros individuales. En otras palabras, si no rijo mi vida en y por mi propio interés, estoy
cortando las alas del progreso. Si presto oídos a los discursos de los valores
y las virtudes morales, voy en contra de lo más saludable de la naturaleza: la
consecución del propio bienestar, prescindiendo de cualquier otra cosa. De
hecho, remata Mandeville, los vicios privados son los que verdaderamente
redundan en beneficios públicos.
En efecto, Mandeville sostiene
que hasta los comportamientos individuales más bajos y viles producen ante todo
efectos económicos positivos. Por ejemplo, un libertino puede llegar a ser
incluso un personaje cruel e insolidario, y sin embargo, gracias a sus
dispendios económicos viven criados, prostitutas, sastres, cocineros, obreros,
cocheros, etc. Es decir, como una vida viciosa reporta grandes beneficios
sociales, cuanto más se busque exclusivamente el propio beneficio, más acabará
redundando en provecho de la comunidad.
Sin embargo, prosigue Mandeville, cuando el
dios Júpiter decide un día modificar las reglas del
juego, haciendo que las abejas se muevan por metas altruistas y generosas,
desaparece de inmediato el esfuerzo y el deseo de prosperidad, con lo que la
sociedad se torna muy bondadosa, pero al mismo tiempo sumida en la pobreza y la
postración.
No es preciso ser un lince para percatarse de que la fábula de Mandeville es
toda una loa a la doctrina liberal sin paliativos: cada uno es muy libre de
buscar su propia prosperidad y enriquecerse, pues con ello está beneficiando a
toda la sociedad, con tal de que no haya nada ni nadie que ose entorpecer al
emprendedor. Ocurre, sin embargo, que de poco sirve a muchos ciudadanos semejante
libertad ante el especulador o el millonario. De nada sirve la libertad de
poder comer en los mejores restaurantes, hacer viajes exóticos o comprar un
Lamborghini si apenas se tiene dinero suficiente para llegar a fin de mes o se
carece de trabajo. Pero los doctrinarios liberales y neoliberales son unos
magníficos maestros en el arte de disfrazar la realidad con la varita mágica de
las palabras. George Savile, marqués de Halifax ya advirtió que, al igual que los clérigos declaran sagrado “lo que quieren
conservar, de tal modo que nadie más pueda tocarlo”, también alguna gente
poderosa utiliza ciertas grandes palabras -por ejemplo, “libertad”- pensando
sólo en su propio beneficio y con el ánimo de sacar tajada de las aguas revueltas
del lenguaje.
Desde
estas mismas bases, Holbach escribía en el siglo XVIII que ciudadano es
el que “puede vivir respetablemente con los ingresos de su propiedad y todo
cabeza de familia propietario de tierra”. El resto ni es ciudadano ni es nada, salvo
“estúpido populacho, privado de ilustración”, que ha perpetrado el enorme
delito de no ser propietario de algo. Obligación del ciudadano es, pues,
prosperar y enriquecerse, y el gobierno ha de limitarse a garantizar que las
cosas van a seguir estando como están, pues el mundo marcha estupendamente sin
que los gobernantes se metan donde no los llaman, a sabiendas de que “le monde va de lui même”.
Ernesto Sábato escribe en su libro
“Antes del fin” que las presuntas bondades del neoliberalismo y de la libertad
de mercado se le antojan una falacia, pues el mundo le parece poblado de lobos
y de corderos, y esa libertad neoliberal tiene como axioma fundamental:
“libertad para todos, y que los lobos se coman a los corderos”. Y es que un
lobo suele acercarse a lo vegetal solo para condimentar con las especias
adecuadas un suculento plato de cordero.
domingo, 4 de septiembre de 2011
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