Se ha colado en el mundo de los hechos sin
que nos diéramos cuenta y con el silencio culposo de numerosas agencias de
noticias y medios de información. La semana pasada, el Senado norteamericano,
dentro de la reforma de la inmigración, autorizaba la "ampliación" (sic) del muro
fronterizo entre Estados Unidos y México, que constituye, de hecho, una descomunal
militarización de la frontera.
La tasa de inmigración en el último año en
Estados Unidos ha dado un índice 0 y el Presidente Obama está deportando
inmigrantes con unas cifras récord, pero los políticos estadounidenses,
principalmente los republicanos, no tienen límite: 1.100 kilómetros de vallas y
muros, con 42.000 agentes (la patrulla fronteriza es más grande que el mismo
FBI) y 30 billones americanos (30.000 milones de dólares nuestros) de coste. Si los
vigilantes trabajasen todos a la vez, habría uno cada 75 metros. El miedo
inoculado por la propaganda oficial –tan mendaz, tan fuera de todo rastro de
humanidad- ha dado sus frutos. Miedo al inmigrante, al diferente, al gay, a esa
amenaza oscura que incitan a combatir a base de armas y armas adquiridas en
tiendas como si se tratase de hamburguesas.
De paso, la industria militar se frota las
manos: la megapatrulla fronteriza quiere ser ultramoderna y por ello contará
con sensores de movimiento de última generación, helicópteros, vehículos de
todo tipo, armas sofisticadas y aviones no tripulados, etc. Desde que se inició
la construcción del muro (“Operación Guardián”, lo llamaron los
norteamericanos), los inmigrantes venidos del sur vieron que era muy difícil
pasar al país de los winner y los self-made man, por lo que decidieron buscar
otras vías, más peligrosas, pero mucho menos vigiladas, como, por ejemplo, el
desierto de Arizona. El resultado es estremecedor: más de 10.000 muertes se han
producido desde 1994 en tales circunstancias.
Los chinos construyeron la Gran Muralla.
Los estadounidenses, un muro de vergüenza y represión. “Ic bin ein Berliner” (también
yo soy berlinés), proclamó el presidente Kennedy el 13 de agosto de 1961. Ahora,
ante algunos muros, habría que aclarar qué se entiende por berlinés: si
palestino o israelí, si estadounidense o mexicano.
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