domingo, 8 de julio de 2007

Fascinante es la vida


Nacemos desnudos y nuestra mente es una página en blanco. Surtidos solo de unos cuantos arcos reflejos que garantían nuestra supervivencia, la vida se abre como un camino sin retorno que hemos de recorrer día a día sin la posibilidad de detenernos (la pretensión de “pararse” o “estancarse” es una modalidad más de movimiento –circular/vicioso). Estamos en nuestras manos, dentro de las circunstancias familiares, culturales, sociales e históricas que nos envuelven: a medida que transcurre el tiempo, nos sorprendemos de lo diferentes que somos los unos de los otros, olvidando a veces que somos exactamente el producto resultante de lo que vamos haciendo minuto a minuto, jornada a jornada, año tras año, con nosotros mismos.

La vida es un camino virgen que nadie ha hollado y recorrido. Más aún, nadie puede hacerlo por nosotros. Eso produce en muchos casos vértigo y desasosiego. Por eso muchos buscan amparo, cobijo, seguridad fuera de sí mismos, fiando su existencia en personas, instituciones, ideologías o creencias que prometen proporcionarlas.

El ser humano se aliena de sí mismo de esta forma: renuncia a su desnudez constitutiva, a su ser originario, cediendo la función de autocreación de uno mismo a otros. El ser humano se enajena, se aliena, se hace un extraño. Todo le viene de fuera: la verdad, las certezas, las zonas de seguridad, la ausencia de sobresaltos inesperados. El ser humano se hace así objeto de un trueque: cesión de uno mismo a cambio de vivir en un mundo de secuencias ordenadas y seguras. El ser humano ya no elige así, ya no decide: es desde fuera de sí mismo donde se decide qué y cómo puede y debe ser/actuar.

Desde niños, estamos inmersos en un sistema que nos garantiza ese orden y esa seguridad, a condición de que nos atengamos a lo establecido desde el exterior, y que finalmente resulta común a todos. De hecho, los pronombres personales son sustituidos por los sujetos impersonales: “se”, “uno”… Me comporto, vivo, pienso, leo, salgo, compro, trabajo… como “se” comporta, se vive, se piensa, se lee, se sale, se compra, se trabaja… “Uno” vive como hay que vivir. “Uno” se comporta como un “buen” ciudadano. El sistema garantiza de este modo también la “buena conciencia”: el código de conducta ya no es personal e intransferible, sino general, colectivo, anónimo, impersonal.

Es de esperar que siempre habrá humanos que no se dejen dominar por el sistema. Personas libres, librepensantes, con criterio propio, con espíritu tan crítico como creativo, que amen el vértigo y la aventura de la vida. Se saben desnudos, por eso mismo gustan tanto de la brisa, del sol, de la lluvia, del frío y del salitre del océano. Se saben solos, por eso tienen tan buenos amigos. Se saben limitados, por eso tienen el horizonte como camino y las estrellas como único techo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.