jueves, 29 de octubre de 2009

Sobre algún comentario digital

Los miércoles se publica en El Periódico de Aragón el artículo que suelo colgar en este blog. En la edición digital de El Periódico, una buena parte de los comentarios están dedicados a decir de todo, menos cosas bonitas sobre mí. Forma parte de la labor de escribir y publicar, y no tengo nada que objetar, a pesar de la mala fe de algunos comentarios. Ayer hubo uno, sin embrgo, que me dejó muy pensativo, pues reflejaba una idea muy peligrosa: todos estamos determinados a la corrupción, si podemos. Si no estamos corrompidos, es solo porque aún no hemos tenido ocasión. El comentario es este:
Señor profesor... o lo que sea. La mayor corrupción que existe es el sectarismo. Y usted es un sectario en grado superlativo. Siempre denigra a los mismos, diríase que tiene el monopolio del conocimiento del bien y del mal; eso sí, siempre según su concepción. Sus artículos destilan un odio ideológico que hace vomitar. Y debería de saber que la corrupción no está ni en la izquierda ni en la derecha, ni en la Iglesia ni en el ateísmo, ni en el rico ni en el pobre. La corrupción está ligada a la condición humana, pues todos somos potenciales corruptos, igual que somos potencialmente asesinos y ladrones. Basta con que se den las condiciones necesarias para ello

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lunes, 26 de octubre de 2009

La peor de las corrupciones

Artículo a publicar el miércoles, 27 de octubre, en El Periódico de Aragón

Una de las vacunas más eficaces que se han administrado a la ciudadanía española es la vacuna contra la corrupción. De hecho, cae diariamente sobre nuestras cabezas una catarata de noticias sobre políticos, empresarios y dirigentes corruptores y corruptos, pero parece que la reacción más común es ya un resignado encogimiento de hombros, acompañado de unos segundos de mascullar que todos los políticos son iguales. Y después, seguimos viviendo y haciendo como si nada hubiera pasado. Es decir, que la vacuna contra la corrupción (más concretamente, contra el hecho y las noticias sobre corrupción) es de una innegable eficacia.

A modo de ejemplo, apenas se habla ya del caso La Muela, que hace pocos meses ocupaba los principales titulares de los medios de comunicación. Al parecer, nadie ha trincado, nadie ha choriceado, nadie ha amasado fortunas de la nada, nadie ha apañado desde su sillón laberínticas autopistas hacia la corrupción. La alcaldesa M.V. Pinilla ha regresado al puesto y al mando, Boné, Biel y el PAR entero no son responsables de nada, sus socios de Gobierno siguen sacudiéndose el polvo que ha ido llegándoles con tanta corrupción y tanta corruptela como se había informado antes a bombo y platillo. Nadie mira. Nadie escucha. Nadie dice nada. Y la ciudadanía aragonesa también parece haber perdido la memoria.

Ocurre tres cuartos de lo mismo con el caso Gürtel. Cada día nos abordan noticias nuevas sobre corrupción en las filas del PP, que hablan de millones de euros en los bolsillos de particulares y seguramente en las arcas del Partido, que nos machacan con coches, trajes, visitas del Jefe Supremo católico a Valencia, urbanizaciones… Sin embargo, salvo algún que otro cese de opereta, nadie parecer darse por concernido entre las aguas fecales de la corrupción y nada parece poder ocurrir para sajar quirúrgicamente la gangrena de tanta putrefacción. Rajoy y Correa, Aguirre y Camps, el Bigotes y el Sastre van desfilando día tras día, mientras proclaman su completa inocencia e incluso optan por señalarse como víctimas de conspiraciones y maniobras arteras de jueces, fiscales, medios de comunicación y adversarios políticos. Entretanto, una parte de la ciudadanía mira hacia otro lado con asco, indiferencia o cabreo, mientras otra parte reacciona como si de forofos del balompié se tratara: pase lo que pase, culé o merengue hasta el final; pase lo que pase, PP o no PP hasta la consunción final.

Y, sin embargo, por el camino se ha ido olvidando la peor de las corrupciones: la corrupción de la mente, de la conciencia, de la coherencia ética, de la decencia personal. Muy probablemente, para introducirse en el pantanal de la corrupción económica y política es preciso haberse hecho antes un harakiri interior, de tal modo que aquello que identifica directamente como persona y como ser humano haya ido muriendo por asfixia, por renuncia a ser uno mismo, por abandono del principio constitutivo mismo de la propia humanidad, de lo que nos define como seres humanos, libres, responsables, solidarios, con criterio propio, participantes de un camino y unas metas en lo personal y en lo colectivo.

Unos cuantos cientos de miles de euros conseguidos por medio de chanchullos, tejemanejes o gatuperios agrandan el bolsillo, pero por ellos ha de pagarse un alto precio: el precio de uno mismo (aunque no se quiera reconocer, aunque estas mismas palabras parezcan a algunos una macanada). La corrupción, la peor de las corrupciones, es la de uno mismo. Corrompe en su propia identidad al dirigente corrupto, así como también –eso es lo más grave- la idea misma que el pueblo debería tener de lo público, de la responsabilidad pública. Corrompe incluso la consciencia misma de la propia putrefacción interior, pues de eso ya se encarga el propio corrompido, así como también la manipulación informativa y el sistema mismo de enseñanza, al que educar, formar e instruir la conciencia, la libertad y la responsabilidad de las generaciones jóvenes no le parece de su incumbencia.

A todo esto, José María Aznar ha sido nombrado catedrático de la Universidad Católica San Antonio (UCAM), donde dirigirá la cátedra "Ética, Política y Humanidades". Prietas las filas, FAES, PP, Iglesia Católica, movimiento neocatecumental (versión integrista y fundamentalista del catolicismo al que pertenece esa universidad) y derechona celtibérica en general han acordado que Aznar aleccione sobre política “a través del mundo cristiano”. Quienes más abogan a gritos y en la calle por la moralidad de las ideas y las costumbres son también los más interesados en mantener al pueblo alejado de la libertad y las libertades, del tipo de ciudadano que actúa, piensa, decide y es desde sí mismo y por sí mismo.

Eso forma parte también de la peor de las corrupciones.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Desinterés, inercia y desnutrición

Artíulo publicado el miércoles, 21 de octubre, en El Periódico de Aragón

Hace unas semanas, Médicos sin Fronteras informaba de que hay una situación de emergencia nutricional en la República Centroafricana, por la que el 20% de la población infantil sufre desnutrición aguda y alrededor del 7% de los niños está en grave riesgo de morir, si no recibe el tratamiento de manera inmediata.

Mi hermano Jose se jugaba metafóricamente una botella de Courvoisier a que tan brutal noticia no volvería a aparecer en los medios de comunicación, engullida por el agujero negro del desinterés y de la inercia hacia otras noticias más aceptables y menos “pesimistas”. Pues bien, ha pasado más de un mes y en ninguno de esos treinta y tantos días hemos tenido noticias de los niños centroafricanos. ¿Cuántos de ellos han muerto? ¿Cuántos siguen gravemente malnutridos?

Como poco, 500.000 niños pequeños o muy pequeños están allí en situación de desnutrición aguda, y 35.000 en grave riesgo de morir de pura y llana desnutrición si no reciben inmediatamente el tratamiento adecuado. Son muchos; tantos que al menos por un día ocupan un cierto espacio en algunos medios de comunicación occidentales. Después, silencio. Los niños que tengan más suerte no habrán muerto, pero eso no significa que sigan existiendo para el mundo rico. Aquí es mucho más interesante que un niño norteamericano de seis años esté escondido en un garaje, mientras el mundo parece quedar en vilo al creer que está volando en un globo aerostático a la deriva.

Han caído las ventas de diamantes y de oro en la Republica Centroafricana, pues la población de los países con serios problemas de colesterol y obesidad no está por comprar joyas, ya que cada día se les dice que hay una crisis económica galopante. En Centroáfrica, en cambio, hay situación de miseria permanente: su PIB per capita apenas llega a 350 dólares anuales (menos de un dólar al día). Para colmo, apenas hay allí escuelas y hospitales, por lo que los niños tienen todo el tiempo del mundo para malvivir y malmorir solos con plena conciencia de su hambre y su malestar. La desnutrición no va sola, pues raro es el caso que no va acompañada de otras enfermedades graves, como la malaria, la diarrea, la tuberculosis o el sida.

La mayor parte de la población sobrevive a duras penas mediante una agricultura de subsistencia, a la vez que la madera y la minería están en manos de empresas y organismos que dejan muy poca riqueza en el país. A ese perro flaco hay que añadir continuos conflictos y luchas internas, golpes de Estado, regímenes políticos impresentables, entre los que no hay que olvidar al sanguinario e histriónico general Jean-Bédel Bokassa, autoproclamado Emperador del Imperio Centroafricano. Algunas de las grandes potencias occidentales no son ajenas a todos estos vaivenes y desvaríos políticos y económicos.

Pero todo esto es a veces noticia tan fugaz como un neutrino. Se esfuma en un abrir y cerrar de ojos de cualquier noticiario, y pasa a través de nuestras vidas sin producir la más leve perturbación. Importan la lesión de tobillo de Cristiano Ronaldo, las últimas memeces de Belén Esteban en programas de televisión de quincalla y bambolla, una nueva conjugación del verbo “trincar” en las filas del PP o el récord de taquilla de la última película de Amenábar. Entretanto, la esperanza de vida en la República de Centroáfrica es de 43 años, la tasa de analfabetismo es del 49% y el 13,5% de la población está infectado por el virus del sida.

Lo pagan los de siempre. Por estos lares, también. Los desmanes de las hipotecas suprime estadounidenses, la especulación financiera y bursátil, decenas de pufos financieros como Lehman Brothers o AIG y una crisis económica mundial perpetran una hemorragia de centenares de miles de millones de euros provenientes de fondos públicos y destinados al saneamiento de empresas y entidades financieras privadas. Por el camino, a través de cierres, EREs e intercambio de cromos entre las grandes empresas y entidades financieras, los ricos siguen siendo tan ricos o más que antes, mientras una parte de la clase trabajadora va engrosando las filas del desempleo y otra parte vive sin tregua en la inquietud y la zozobra.

Mucho más allá, en las cunetas de caminos polvorientos que parecen no llevar a ninguna parte, centenares de millones de seres humanos espantan como pueden el hambre, la enfermedad, la ignorancia y la miseria. Mi hermano gana la apuesta: los niños centroafricanos no han vuelto a salir en la prensa, en las tertulias radiofónicas, en los telediarios. La subsistencia de miles de familias zaragozanas depende de la voluntad del dios Magna. 35.000 niños centroafricanos malnutridos mueren sin hacer ruido y sin perturbar nuestros telediarios. El pasado 17 de octubre se celebraba el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. Y cada día Juan de Mairena nos dice a lo lejos: “Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”,

miércoles, 14 de octubre de 2009

FIESTAS


Fiestas del Pilar. Fiesta del pueblo. Desde que nacemos y abrimos los ojos al mundo, la vida parece organizada como el paso por desiertos, salpicados de vez en cuando por oasis. La vida cotidiana, el trabajo, el pasar de los días parecen transcurrir en un marco de monotonía, de un aburrido eterno retorno de lo mismo. Pero llegan las fiestas populares, se produce una jubilosa explosión y la gente se sumerge en un clima de festejos, donde es posible romper las ligaduras de lo cotidiano. Tal como está la vida, las fiestas se hacen tan necesarias como el aire y el agua. Las celebraciones de Dionisos, por ejemplo, en la Grecia clásica abrían diques al deseo de ocio y de placer, al éxtasis de la vida. El pueblo cantaba, bebía, amaba, daba rienda suelta a sus deseos de vida durante las fiestas. Los antiguos egipcios hacían algo similar el 15 del mes de Toth de la estación de Akhet, cuando celebraban la Fiesta del Nilo o de la Embriaguez, conmemorando la llegada de Hapi y la renovación de la vida en la tierra de Egipto. Y los aztecas en sus fiestas de Huitzilopochtli, los mayas en las de Hunab Ku, los bosquimanos en sus fiestas en honor de Kaang o los vikingos con sus celebraciones de Freyr, el dios de la fertilidad y de la naturaleza. Sumerios y etíopes, indios y chinos, esquimales y maoríes han ido encauzando la necesidad que todo ser humano tiene de recreo, alegría y diversión.

A lo largo de la historia, los pueblos y las culturas han tenido también sus dioses, sus ídolos, sus leyendas y sus tótems con los que canalizar y dar significado social a sus fiestas colectivas, y a la vez hacer realidad la necesidad de expansionarse con alegría, de celebrar con los demás los acontecimientos que van jalonando la existencia de los individuos y los grupos sociales, de transgredir algunas imposiciones y normas. Esa es la función principal de las fiestas populares. Pasan los dioses y pasan los tótems, pero la necesidad humana de goce y disfrute, de excepcionalidad y fantasía pervive siempre. Persas y helenos, romanos y godos, todas y cada una de las civilizaciones, van dejando su impronta en esa necesidad festiva del ser humano, van tiñéndola de colorido y de fuerza vital. La naturaleza humana parece liberarse de algunos corsés habituales y entonces parece que toca el momento de reír, de bailar y convivir más abiertamente con los vecinos y los allegados. El entorno se hace espectáculo e incluso quienes acuden a contemplarlo se convierten ellos mismos en espectáculo. En la fiesta parece que estamos eximidos de representar estrictamente nuestros papeles sociales, y nos damos permiso mutuamente para dejar de lado por unos días algunas de las caretas o máscaras de esa parcela del gran teatro del mundo que nos toca vivir.

Desde hace muchos siglos las distintas religiones pretenden sacralizar el impulso festivo innato de la naturaleza humana. Los hitos más importantes de la existencia van acompañados por sus correspondientes ritos y liturgias, y patrones y patronas religiosos son incorporados con sus correspondientes leyendas a las fiestas como si estas fuesen solo una derivación posterior de la devoción popular. Sin embargo, subyace la naturaleza pura, el aire y las cosechas, las estaciones, la tierra, la lluvia y la fecundidad de la vida. Bullen en cada persona y en cada grupo social el instinto de la vida que pugna por abrirse paso entre tanta cortapisa y tantas alambradas. Esas son las raíces profundas de las fiestas del pueblo. Fundamentalmente, eso son también las fiestas del Pilar.

Principalmente en los últimos siglos, se ha ido montando alrededor del 12 de octubre la fiesta de la Hispanidad, de la Raza, de Zaragoza, del Descubrimiento, del Pilar, de las Fuerzas Armadas, de Aragón, de la Guardia Civil... Todo en amalgamada mezcolanza, cada vez más enraizada en la memoria, el corazón y las vísceras de la gente. A una fuerte religiosidad popular, de tonos y contornos bastante difusos, se unen la danza y el canto, el traje y el vestido autóctonos, alrededor de los que va configurándose un fuerte sentimiento territorial. Lo de menos es ya la leyenda de una virgen y madre de dios (desde hace unos cuantos miles de años se ha estado creyendo que los respectivos dioses, Attis, Buda, Krishna, Heracles, Horus, Zoroastro o Mitra- habían nacido de una mujer virgen) que viaja a Cesaraugusta antes de su muerte, sino el vigor de un pueblo, el aragonés, capaz de celebrar cada año sus ganas y su orgullo de existir como pueblo, su amor por la tierra y el agua que les da vida, su unión y desunión inveteradas en casi todo lo que toca y se propone.

martes, 6 de octubre de 2009

La dictadura de las encuestas

Vivaaaaonduras

Artículo a publicar en el Periódico de Aragón, el 7 de octubre

Me dejó algo más que pensativo aquel titular de un reciente telediario: “Irán lanza otro de sus misiles asesinos”: hizo preguntarme si aquellos misiles son asesinos por ser iraníes o por ser misiles. La noticia anunciaba además con alarma e inquietud que esos misiles pueden alcanzar Israel y las bases norteamericanas de la zona; es decir, un país y unas bases donde abundan esos u otros misiles aún más inquietantes (seguramente con cabeza nuclear). A la mañana siguiente leía en un diario que con el lanzamiento de aquel misil Irán “desafiaba al mundo”. Volví a preguntarme entonces si los medios de comunicación en el llamado “mundo libre” están sujetos a un ejercicio de manipulación pasiva (aceptan decir solo lo que hay que decir y como hay que decirlo) y activa (una medio falsedad repetida muchas veces acaba siendo un axioma).

Hace dos semanas se celebró una reunión del Consejo de Seguridad, donde se aprobó por unanimidad una resolución contra la carrera de armamento nuclear y a favor de impulsar al enmohecido Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). En dicha resolución se declara que el objetivo último no es tanto determinar quién puede o no puede fabricar y poseer armas nucleares, cuanto fomentar el avance hacia un mundo sin ellas. Sin embargo, no hace falta ser un lince para sospechar de las verdaderas intenciones de los países más poderosos del planeta en el plano militar y económico: buscar una cobertura legal internacional para amputar cualquier posibilidad de que Irán y Corea del Norte lleguen a tener armas nucleares.

Considerando que hay que predicar con el ejemplo, debería empezarse por que los cinco países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña) iniciasen un proceso real y veraz de desmantelamiento de su enorme arsenal de armamento nuclear. Sudáfrica ya dio ejemplo de ello en 1991: firmó el TNP y destruyó a renglón seguido sus bombas atómicas de uranio enriquecido junto con los planos. Sin embargo, las grandes potencias no buscan el desarme global, sino el mantenimiento de su hegemonía en el mundo. Irán y Corea del Norte no constituyen una amenaza mayor que, por ejemplo, Pakistán o Israel (ambos poseedores también de armamento nuclear), pero cometen el supuesto delito de no someterse al dictado del actual status quo militar internacional, impuesto unilateralmente (por mucho maquillaje que se le quiera poner) por las potencias mundiales. En este contexto, la antedicha Resolución de la ONU y su declaración de buenas intenciones sobre desarme nuclear no dejan de ser una muestra más de hipocresía internacional.

España vuelve a anunciar ahora el envío de más soldados a Afganistán. La ciudadanía sabe que se trata de una guerra, antaño perdida por el ejército soviético con la ayuda económica y militar a los talibanes por parte de los Estados Unidos y sus más allegados aliados, y ahora encallada en los pedregales de un país codiciado principalmente por su gas natural y su amapola adormidera. Dicen que quiere implantarse allí la democracia, pero se consienten unas elecciones con fuerte tufo a fraude, pero útiles para mantener en el poder al amigo incondicional, Hamid Karzai. Dicen querer hacer realidad los derechos humanos y liberar a las mujeres afganas de la humillante situación en que se hallan, pero allí hay primordialmente soldados, blindados, bombarderos y campos militares.

Según la Constitución (art. 8), la misión de las fuerzas armadas es “garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”, lo cual no resulta especialmente compatible con la presencia de nuestras fuerzas armadas en misiones denominadas “de paz”, pero fuertemente contaminadas por los intereses económicos y geopolíticos de las grandes potencias mundiales. Ciertamente, la Ley Orgánica de la Defensa incluye también como uno de sus objetivos “la preservación de la paz y seguridad internacionales, en el marco de los compromisos contraídos por el Reino de España”. Se trata, sin duda, de un objetivo bello y altruista, pero poco visible para la ciudadanía española en el caso de Afganistán.

No obstante, nuestros políticos, inasequibles al desaliento, han contratado a Ferrán Adriá, Concha Velasco y Vicente del Bosque para que contribuyan a la promoción de nuestras fuerzas armadas, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que el 12 de octubre es el Día de la Hispanidad. El 12 de octubre de 1492 Colón desembarca en la isla de Guanahaní. En el siglo XVIII, Clemente XII decreta que la festividad de la Virgen del Pilar se celebre el 12 de octubre. En 1913, la Virgen del Pilar es nombrada excelsa Patrona de la Guardia Civil. En 1918 el 12 de octubre se declara “fiesta de la Raza”. Ramiro de Maeztu promueve a partir de 1929 la celebración de la Hispanidad. En 1958, la España franquista la instituye como Fiesta Nacional.

“Capitán, mande firmes (toque de corneta). Y ahora digan conmigo: ¡Viva España! ¡Viva el Rey!”.