Me dejó algo más que pensativo aquel titular de un reciente telediario: “Irán lanza otro de sus misiles asesinos”: hizo preguntarme si aquellos misiles son asesinos por ser iraníes o por ser misiles. La noticia anunciaba además con alarma e inquietud que esos misiles pueden alcanzar Israel y las bases norteamericanas de la zona; es decir, un país y unas bases donde abundan esos u otros misiles aún más inquietantes (seguramente con cabeza nuclear). A la mañana siguiente leía en un diario que con el lanzamiento de aquel misil Irán “desafiaba al mundo”. Volví a preguntarme entonces si los medios de comunicación en el llamado “mundo libre” están sujetos a un ejercicio de manipulación pasiva (aceptan decir solo lo que hay que decir y como hay que decirlo) y activa (una medio falsedad repetida muchas veces acaba siendo un axioma).
Hace dos semanas se celebró una reunión del Consejo de Seguridad, donde se aprobó por unanimidad una resolución contra la carrera de armamento nuclear y a favor de impulsar al enmohecido Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). En dicha resolución se declara que el objetivo último no es tanto determinar quién puede o no puede fabricar y poseer armas nucleares, cuanto fomentar el avance hacia un mundo sin ellas. Sin embargo, no hace falta ser un lince para sospechar de las verdaderas intenciones de los países más poderosos del planeta en el plano militar y económico: buscar una cobertura legal internacional para amputar cualquier posibilidad de que Irán y Corea del Norte lleguen a tener armas nucleares.
Considerando que hay que predicar con el ejemplo, debería empezarse por que los cinco países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña) iniciasen un proceso real y veraz de desmantelamiento de su enorme arsenal de armamento nuclear. Sudáfrica ya dio ejemplo de ello en 1991: firmó el TNP y destruyó a renglón seguido sus bombas atómicas de uranio enriquecido junto con los planos. Sin embargo, las grandes potencias no buscan el desarme global, sino el mantenimiento de su hegemonía en el mundo. Irán y Corea del Norte no constituyen una amenaza mayor que, por ejemplo, Pakistán o Israel (ambos poseedores también de armamento nuclear), pero cometen el supuesto delito de no someterse al dictado del actual status quo militar internacional, impuesto unilateralmente (por mucho maquillaje que se le quiera poner) por las potencias mundiales. En este contexto, la antedicha Resolución de la ONU y su declaración de buenas intenciones sobre desarme nuclear no dejan de ser una muestra más de hipocresía internacional.
España vuelve a anunciar ahora el envío de más soldados a Afganistán. La ciudadanía sabe que se trata de una guerra, antaño perdida por el ejército soviético con la ayuda económica y militar a los talibanes por parte de los Estados Unidos y sus más allegados aliados, y ahora encallada en los pedregales de un país codiciado principalmente por su gas natural y su amapola adormidera. Dicen que quiere implantarse allí la democracia, pero se consienten unas elecciones con fuerte tufo a fraude, pero útiles para mantener en el poder al amigo incondicional, Hamid Karzai. Dicen querer hacer realidad los derechos humanos y liberar a las mujeres afganas de la humillante situación en que se hallan, pero allí hay primordialmente soldados, blindados, bombarderos y campos militares.
Según la Constitución (art. 8), la misión de las fuerzas armadas es “garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional”, lo cual no resulta especialmente compatible con la presencia de nuestras fuerzas armadas en misiones denominadas “de paz”, pero fuertemente contaminadas por los intereses económicos y geopolíticos de las grandes potencias mundiales. Ciertamente, la Ley Orgánica de la Defensa incluye también como uno de sus objetivos “la preservación de la paz y seguridad internacionales, en el marco de los compromisos contraídos por el Reino de España”. Se trata, sin duda, de un objetivo bello y altruista, pero poco visible para la ciudadanía española en el caso de Afganistán.
No obstante, nuestros políticos, inasequibles al desaliento, han contratado a Ferrán Adriá, Concha Velasco y Vicente del Bosque para que contribuyan a la promoción de nuestras fuerzas armadas, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y que el 12 de octubre es el Día de la Hispanidad. El 12 de octubre de 1492 Colón desembarca en la isla de Guanahaní. En el siglo XVIII, Clemente XII decreta que la festividad de la Virgen del Pilar se celebre el 12 de octubre. En 1913, la Virgen del Pilar es nombrada excelsa Patrona de la Guardia Civil. En 1918 el 12 de octubre se declara “fiesta de la Raza”. Ramiro de Maeztu promueve a partir de 1929 la celebración de la Hispanidad. En 1958, la España franquista la instituye como Fiesta Nacional.
“Capitán, mande firmes (toque de corneta). Y ahora digan conmigo: ¡Viva España! ¡Viva el Rey!”.
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