lunes, 30 de marzo de 2009

Las varas de medir son infinitas

Artículo a publicar el 1 de abril en El Periódico de Aragón

Francia ha decidido indemnizar a los afectados por los 210 ensayos nucleares realizados desde 1960 a 1996 en Reggane y Ekker (Argelia) y Fangataufa y Mururoa (Polinesia francesa). Con diez millones de euros iniciales, se pretende indemnizar a los 150.000 militares que participaron en los ensayos, más un número indeterminado de aborígenes que vivían en la zona. Han debido trascurrir 50 años para que una potencia económica y militar haya resuelto plantearse, como una pequeña fisura en una enorme montaña de silencio y censura, las secuelas reales de sus ensayos nucleares. El ministro de Defensa francés, Hervé Morin, ha prometido que la reparación será “integral”, pero eso ya es imposible, tras tantos sufrimientos y engaños, tanto tiempo, tantas visitas a médicos y demandas y tantos daños infligidos al medio ambiente.

El hecho es que las grandes potencias no pueden aducir la ignorancia como descargo, y trasladaron bien lejos sus pruebas nucleares: por ejemplo, Francia las llevó a cabo en Argelia y en el Pacífico, mientras Gran Bretaña eligió preferentemente territorio australiano, alejando así los problemas o las protestas. Por igual motivo, China se inclinó por destruir y emponzoñar el enorme lago de Lop Nur en sus 45 detonaciones, e India el desierto de Rajasthan. Por su parte, la antigua Unión Soviética perpetró cerca de 1000 detonaciones en regiones lejanas dentro de su inmenso territorio (principalmente, Kazajistán), y los Estados Unidos, más de 2000 ensayos entre 1945 y 1992, incluidos sus dos ataques nucleares contra la población civil en Hiroshima y Nagasaki. Pues bien, poco o nada se ha dicho u oído sobre posibles indemnizaciones y reparaciones por dejar aturdido al planeta y atentar contra los seres humanos con tantas pruebas nucleares atmosféricas, estratosféricas, subterráneas y submarinas. Casualmente, los países realizadores de los ensayos nucleares son los más poderosos económica y militarmente, además de controlar a su antojo las decisiones de la Naciones Unidas (cinco de ellos son los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, con derecho a veto).

Mientras desde postulados evidentes se conciencia a la población mundial de la creciente degradación ecológica del planeta y se le inculcan hábitos y conductas tendentes al cuidado del medio ambiente, las grandes potencias guardan en sus vientres una ingente cantidad de armas nucleares, químicas y bacteriológicas, capaces de borrar todo rastro de vida en la Tierra. Ciñéndonos solo al armamento nuclear, Estados Unidos tiene un mínimo de entre 5.000 y 10.000 cabezas nucleares desplegadas; Rusia, entre 1.500 y 3.500, a las que hay que añadir los arsenales nucleares de Gran Bretaña, Francia, India, Israel, Pakistán y China. Asombrosamente, en los medios de comunicación occidentales se habla solo del peligro para la paz mundial que supondría que Irán y Corea del Norte llegaran a poseer armas nucleares.

Hace tiempo que parecen haber saltado por los aires la lógica y la coherencia en el mundo, y resulta difícil encontrar una respuesta honesta a la cuestión de por qué el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT) solo permite la posesión de armas nucleares a quienes ya las poseían en 1968 (los cinco miembros permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU). Tres países (Israel, India y Pakistán) no firmaron el Tratado, pero obtuvieron el consentimiento tácito para su fabricación, experimentación y posesión. Sin embargo, Corea del Norte ha sufrido toda suerte de bloqueos, amenazas y chantajes como disuasión.

En 1995 más de 170 países accedieron a extender el Tratado indefinidamente y sin condiciones. Se supone que el fundamento principal para ello es el incalculable peligro que entrañan las armas nucleares, pero en los Acuerdos no se hace mención de las ya existentes, en posesión de los más poderosos y cuyo uso depende exclusivamente de su libre arbitrio, y mucho menos se habla de desarme. Algo similar ocurre con la Convención sobre Armas Químicas y Armas Biológicas de 1993. ¿Alguien puede creer realmente que Irán implica mayor riesgo que Israel o Pakistán para el mundo? ¿Es que Estados Unidos vaciló en arrojar bombas atómicas sobre dos ciudades? ¿Cómo se explica que los EE UU pretendan ofrecer a la UE protección contra posibles ataques de Irán y de Corea del Norte (!) a través de la instalación de nuevos sistemas antimisiles en Polonia y de un sistema de radares en Chequia?¿Forman parte estas cuestiones de la asignatura Educación para la Ciudadanía? ¿Hablarán de esto también en el colegio La Purísima Concepción y Santa Micaela de las Adoratrices de Logroño, y no solo de los presuntos asesinatos de millones de niños inocentes por parte del Gobierno socialista?

Ahora el lenguaje políticamente correcto solo permite hablar de “Defensa” (ministro, ministerio, tratado…), y no de guerra, pero lo cierto es que los ejércitos y las armas siguen siendo principalmente un instrumento de dominación al servicio de los intereses geopolíticos y económicos de los países más poderosos y un instrumento de preservación del status quo ante cualquier amenaza interna o externa que pretenda cuestionarlo o cambiarlo.

lunes, 23 de marzo de 2009

Linces, Ratzinger y Chindasvinto

Artículo a publicar el 25 de marzo en El Periódico de Aragón

No acaba de entenderse por qué alguna gente critica que el señor Martínez Camino, en nombre del colectivo de jerarcas católicos, haya presentado una Jornada en Defensa de la Vida para hoy, y que en esa presentación afirmase que el lince está más protegido que los niños. Suponiendo que Martínez Camino tenga la ciudadanía española (existe una cierta duplicidad de nacionalidades, dada también su pertenencia al Estado del Vaticano), tiene derecho a la misma libertad de opinión y de expresión que cualquier otro ciudadano; o sea, que puede decir lo que crea oportuno, como usted o como yo o como Chindasvinto. Eso sí, cabrea pensar que estamos pagando con el dinero público los 300.000 carteles que están poniendo en calles y vallas publicitarias, pero mientras sigan vigentes el Concordato y los Acuerdos entre el Estado español y el Vaticano, podrán seguir produciéndose estas arbitrariedades.
En otras palabras, si los obispos católicos no están a favor del aborto, su problema queda solucionado si ellos o sus sobrinas o sus fieles no abortan; y si quieren oponerse a la reforma de la actual ley del aborto, que se presenten a las próximas elecciones generales y se atengan democráticamente a las consecuencias. Lo que ya empieza a mosquear es que vayan diciendo que una ley aprobada por el Parlamento, máximo órgano legislativo, es una “ley injusta” por no adecuarse a sus esquemas morales. A Martínez Camino y sus representados no se les acaba de meter en la mollera que moral católica es una opción más entre otras y que la ley suprema y universal es la Constitución. Pero como llevan tantos siglos haciendo de su capa un sayo y teniendo el monopolio en materia de moral y costumbres, ahora que ya no hay reyes godos, monarquías absolutas o dictaduras golpistas que los amparen, les dan ataques de nostalgia y siguen codiciando ese monopolio. Mas no, España es una democracia parlamentaria, regida por los principios constitucionales. Y las opiniones y campañas de Martínez Camino y sus obispos católicos valen tanto, repito, como las de usted, las mías o las de Chindasvinto. Ni más ni menos.
Los medios de comunicación han tenido también durante días como primera noticia que el señor Ratzinger haya afirmado durante su visita a África que el condón, lejos de solucionar el problema, agrava la pandemia del sida, y que el único remedio eficaz es la doctrina sexual vaticano-católica: abstinencia sexual o pareja hétero, monógama y fiel. Considerando lo avanzado de su edad, tiene una pizca de explicación que el señor Ratzinger haya ido a desvariar sobre el condón en un continente donde viven 23 millones de infectados por el VIH (el 67% de portadores en el mundo). Si Ratzinger y sus seguidores tienen algo contra el preservativo, lo tienen muy fácil: no hacer uso de él y sanseacabó (nunca mejor dicho) su problema. Harina de otro costal es, sin embargo, que quieran meter sus narices en lo que los demás nos ponemos o dejamos de ponernos en salva sea la parte, pues entonces entran ya en el terreno de las perversiones sexuales. Con todo lo bueno y bonito que puede verse y hacerse en África, resulta que Ratzinger va a hablar a los negritos de condones, mientras algunos de su grey se dedican a negar el holocausto judío, argumentado las intrínsecas bondades del nacionalsocialismo.
Y como éramos pocos, la abuela está a punto de parir en Andalucía: algunas cofradías de algunas ciudades andaluzas debaten si salir a las procesiones portando lazos blancos como protesta contra la reforma de la ley del aborto. La derechona pretende volver a poner sobre la mesa el asunto del aborto, ya legalmente regulado mediante su correspondiente Ley, aprobada en el Parlamento, cuando ahora se trata solo de reformar dicha ley.
Y de nuevo estamos en las mismas: mientras unos cofrades pretenden salir con lazos a la calle, pues están en su derecho de hacerlo (hay quien sale a la calle con camisetas del Madrid o del Barcelona, y nadie les detiene o afea su conducta), nadie llevará lazos porque hay cofradías en Zaragoza que no admiten estatutariamente a mujeres en sus filas (en contra del principio constitucional de no discriminación) o porque en la reciente procesión, por ejemplo, del “Cristo de la Cama” (oficialmente, Capitán General dentro del Estado español), abría el cortejo la Policía municipal de gala a caballo, con la presencia destacada del Comandante Militar de Zaragoza, a los sones de la Banda de la Academia general Militar. Muchos de entre el pueblo zaragozano se preguntaban si eso de la aconfesionalidad del Estado (16.3. Constitución española) es papel mojado.
Como tampoco parece muy acorde con tal aconfesionalidad que, una vez más, la Corporación Municipal de Zaragoza, con el Alcalde Belloch a la cabeza, vayan a asistir con sus galas y sus pompas a la procesión católica del Viernes Santo. Qué gran pueblo el zaragozano, si tuviera buen señor…

domingo, 15 de marzo de 2009

Derecho a vivir y morir dignamente


Artículo a publicar el próximo miércoles en el Periódico de Aragón

Hace un año, quienes estamos a favor de la eutanasia y del derecho a morir dignamente podíamos alegrarnos al leer en el programa electoral del PSOE su voluntad de promover “la creación de una Comisión en el Congreso de los Diputados” en orden a hacer realidad “el derecho a la eutanasia y a una muerte digna”. Sin embargo, hace escasos días, el 11 de marzo pasado, hemos conocido que el Congreso de los Diputados ha rechazado con los votos del PSOE una propuesta de ley sobre la disponibilidad de la propia vida. Es decir, que tampoco tendremos en esta legislatura una ley de eutanasia.

Una vez más, han surtido efecto las presiones de la derechona ideológica sobre el Gobierno de todos los españoles. Curiosamente, esa derechona se opone a la eutanasia invocando la defensa de la vida (como si los demás estuviésemos a favor de la muerte) y la dignidad intrínseca de las personas (como si los demás quisiéramos su indignidad). Sin embargo, más allá de sus planteamientos capciosos, no solo no tiene reparos en considerar digno que Eluana Englaro debiera pasar en estado vegetativo sus últimos 17 años de vida, sino que sus propios padres asistieran día a día a semejante indignidad,

Esa derechona política, ideológica, moral y mediática (piénsese, por ejemplo, en esa mole ciclópea que constituye en Italia el entramado político de Berlusconi y Ratzinger) defiende que, aunque alguien exprese su voluntad firme y clara de morir, y rechace la prolongación de su vida en determinadas condiciones, el derecho sobre la vida no le pertenece a esa persona (implícitamente, se está diciendo que Dios es el único que tiene el derecho sobre la vida y la muerte de todos y de todas, aunque muchos de ellos no sean creyentes o practicantes de religión alguna).

Sin embargo, la dignidad de una persona existe solo si se reconoce y se ejerce, y son los otros quienes hacen digna o indigna a esa persona. La Organización de las Naciones Unidas reconoció en diciembre de 1948 que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (art. 1). Pero de nada sirve esta declaración si después se afirma desde determinados poderes que Eluana Englaro o Ramón Sampedro no pueden elegir vivir y morir con dignidad, o se guarda silencio ante una guerra preventiva que lleva a cientos de miles de inocentes a un vivir y un morir indignos.

La dignidad de una persona se ejerce desde la libertad, desde la razón y desde la conciencia, tal como declara la ONU, y nadie tiene derecho a usurpar a otro su libertad para vivir y morir como desee. Nadie tiene la potestad de privar del derecho a morir dignamente en nombre de una dignidad abstracta de una persona abstracta. Es hipócrita montar enormes campañas contra la eutanasia en nombre de la defensa de la vida y a la vez no mover ni el dedo meñique contra la carrera de armamentos, los arsenales nucleares, la contaminación planetaria o la muerte cada año de decenas de millones de seres humanos por hambre y por miseria. Pero la derechona es así: cuando le conviene, arma la mundial contra el derecho a morir dignamente, pero cuando le ha convenido otra cosa, ha justificado y perpetrado quemar en la hoguera, encarcelar, fusilar y torturar a seres humanos opuestos a sus dogmas ideológicos y a sus intereses de poder.

No existe una única moral, común a todos los seres humanos, que se deba imponer como universalmente obligatoria y directamente vinculada con la naturaleza humana. De ser así, todos tendríamos la misma moral, pero, por el contrario, podemos comprobar que muchas normas morales han ido variando según las épocas, los pueblos y las culturas.

Toda moral debe fundarse en la voluntad de coherencia con las normas éticas de cada persona y de cada grupo social. Precisamente en base a esta voluntad de coherencia, los países del mundo acordaron establecer un código ético básico y universal, condensado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tal Declaración no tiene un origen o un fundamento divino y tampoco está subordinada a ningún otro código moral superior. Es más bien la realización concreta e histórica de una trascendental conquista de la humanidad: el acuerdo de los derechos fundamentales de todos los seres humanos, que las naciones del mundo firmantes se proponen reconocer e ir haciendo realidad

Hay seres humanos, probablemente muy amantes de la vida, que deciden morir, con plena conciencia, con suma libertad, también con una gran quietud de ánimo. Consideran que sus días deben acabar y desean un final tranquilo, digno, apacible. A esas personas que deciden libremente bien morir no les merece la pena mal vivir. Respetemos su derecho y su libertad. Ningún partido político, gobierno, grupo, asociación o confesión religiosa deben impedir ese derecho y esa libertad, en los que entra en juego nuestra propia humanidad.

lunes, 9 de marzo de 2009

Lo que se suele olvidar en educación

Artículo a publicar en El Periódico de Aragón el 11 de marzo

No hace mucho tiempo se armó una enorme polvareda sobre la utilización de la asignatura Educación para la Ciudadanía como adoctrinamiento confesional en algunos centros de enseñanza católicos. Unos días antes, había llegado la noticia de que el 40% del alumnado de 15 años ha repetido ya algún curso. Se trata, sin duda, de asuntos de gran calado e interés, pero que con el paso del tiempo se esfuman entre la inercia y el olvido. Sin embargo, apenas se roza el problema fundamental: siendo la educación un proceso por el que el ser humano ha de lograr su desarrollo cabal como persona y profesional, y siendo la escuela un lugar eminente en ese proceso educativo, buena parte del alumnado (y del profesorado) asiste a la escuela con muy escasa implicación personal.

Al nacer, el ser humano, mi mente, mi yo, es como una página en blanco, donde tantos y tantas escribirán, donde yo mismo iré modelando mi propia biografía. (Sí, la palabra es exacta: “biografía” = escribir la propia vida desde la vida misma).

Creemos que los años importantes comienzan cuando ya podemos decidir y pensar por nuestra cuenta. En parte es así, pero también es cierto que los años más decisivos en el troquelado de esa biografía son los iniciales (de 0 a 6 años), aquéllos en los que vamos abriendo levemente los ojos al mundo, en los que, aún no llegados al uso de razón, la huella de los seres más cercanos y del entorno más próximo resulta indeleble. Es en esos primeros años cuando se genera un yo nuclear, el más profundo, el primario, que no se borra, que permanece siempre otorgándonos identidad.

Muy pronto nos llevan a la escuela, pensando que lo que hay que aprender en ella es a pintar, a jugar, a escribir, a contar o a leer. Siendo eso cierto, sería un error ignorar que en la escuela debemos aprender sobre todo a escribir las pautas y los perfiles fundamentales de esa biografía, las pinceladas decisivas de nuestra personalidad más arraigada. El gran olvido (tantas veces olvido voluntario), la gran autoalienación de la escuela consiste en que lo más genuino de cada uno va quedando cada vez más oculto y ocultado por el devenir anónimo de las asignaturas, las evaluaciones, las calificaciones o los deberes. Y así, de Primaria hasta la Universidad.

Con ello se corre el riesgo de que a la escuela acaben yendo autómatas, cargados de automatismos: el verdadero yo de cada uno queda fuera, y a la escuela entran autómatas con mochilas, libros y móviles, que van adquiriendo curso a curso los automatismos necesarios para ir reproduciendo con mayor o menor exactitud solo lo que les dicen que hay que aprender (y enseñar).

Así las cosas, lo importante no es ya comprender, ni que lo aprendido tenga sentido para el alumnado, ni que aporte algo a la propia biografía del profesorado y del alumnado, ni que el yo metabolice lo aprendido de tal forma que llegue a formar parte de su propia vida. Lo realmente importante es sobre todo asistir a clase (¿qué parte de cada asistente es la que asiste?), promocionar, calificar y ser calificado, aprobar, salir del paso, cumplir reglamentariamente.

En la escuela pocas cosas mantienen su sustancia original, seguramente porque el propio alumnado va perdiendo allí curso tras curso su propia sustancia. Ante todo, cada uno debería aprender allí a ser él mismo, pero de tanto huir de la hojarasca escolar, acaba huyendo de sí mismo. En la escuela se escribe a menudo una autobiografía extraña, ajena, poco coincidente con uno mismo. En la escuela no se pide a un alumno que construya su propio yo, sino que se limite a mostrar y demostrar un yo social y académicamente aceptable para el sistema.

La escuela no suele impulsar a la creación y la búsqueda, sino al conformismo, al asentimiento, al aprendizaje sumido en el tedio. La escuela está repleta de conformistas mal conformados. Buena parte del yo de quienes están en la escuela (alumnado y profesorado) no suele estar en la escuela, se queda fuera. En la escuela cumplen obligaciones y horarios, pero su verdadero yo no suele entrar de pleno.

¿Dónde puede quedar entonces la alegría de vivir, de aprender, de saber? Aprender viene siempre asociado a esfuerzo, trabajo, sacrificio, seriedad o disciplina, pero raramente se habla de alegría. Incluso algunos adultos llegan a reprochar la alegría en la escuela (la dejan para la calle y para el recreo). Sin embargo, nadie aprende lo que no comprende, al igual que nadie atiende a lo no suscita ningún interés. ¿Y cómo puede interesar algo si no se percibe y asume con placer, con gusto, con alegría?

(¿Suena todo esto a música celestial o a majadería en las Consejerías de Educación, en las salas de profesores o en los despachos de la Inspección educativa?). Así va la educación…

lunes, 2 de marzo de 2009

Lagunas de Samaniego

Artículo a publicar en El Periódico de Aragón el 4 de marzo

Conocido es de todos que la cigarra se pasa el verano entero cantando, pero lo que calla el fabulista es que su canto se prolonga asimismo en invierno, primavera y otoño: la cigarra canta y canta, y no sabe hacer otra cosa que cantar y holgazanear. Esa propensión natural al ocio no tiene un carácter individual, pues, en numerosos casos, la cigarra lleva generaciones y generaciones sin dar un palo al agua.

De hecho, no hace provisiones para el invierno porque no le hace falta, como tampoco se ve obligada a dejar de cantar y a acogerse al abrigo de algún estrecho aposento, pues su casa suele ser amplia, luminosa y dotada de agua y calefacción central. En su casa no le falta de nada, y nunca se ve desprovista de los necesarios productos de consumo. Esa es también la razón de que siempre se la oiga cantar con tanta satisfacción y despreocupación,

La hormiga no vive tabique con tabique con la cigarra, pues ni ésta lo permite ni tampoco queda al alcance de la economía de aquella. En todo caso, la hormiga paga un alquiler o compra una casa mediante una hipoteca, que pagará durante treinta años, si no se queda en el paro. En otras zonas del mundo, la hormiga solo tiene choza o cochambre o nada.

La hormiga, sí, trabaja y trabaja en el verano, pero lo hace igualmente en el otoño, la primavera y el verano. En realidad, lleva trabajando así toda la vida, pues sabe bien que si no trabaja, no come. En el verano, en algunas zonas apacibles tiene unos días para descansar en vacaciones. En otros lugares, la hormiga jamás tiene vacaciones o trabaja en condiciones de enorme explotación. La hormiga suele tener comida a pesar de estas dificultades, pero en algunas zonas muere a millones de hambre.

La hormiga trabaja para la cigarra, que la contrata y le paga un salario, si le parece bien y lo necesita. La cigarra es dueña de los caminos, los granos, las casas y toda suerte de alimentos. La hormiga conduce lo que encuentra y lo que le mandan a los graneros de la cigarra. Ésta, a cambio, proporciona a la hormiga la parte necesaria para su sustento. El resto es de y para la cigarra. Por eso canta con tanta alegría la cigarra: agradece a los dioses que hayan sido tan benignos con ella y también que hayan diseñado así las cosas. En algunas calles, la hormiga se aprovisiona a duras penas de víveres para el invierno y para los tiempos duros, mientras le dura el subsidio de desempleo. En otras calles, a la hormiga le queda siempre la posibilidad de hurgar en los contenedores de basura de los hipermercados.

Llegado el invierno, la cigarra nunca pide a la hormiga que le preste algo de sus provisiones sobrantes por no haber sabido ser previsora. Raramente sobra algo a la hormiga y con el frío la cigarra se traslada a lugares cálidos, donde puede seguir cantando despreocupadamente. Nada le falta tampoco en esos nuevos lugares, ya que la hormiga sigue trabajando para ella.

La hormiga no está en condiciones de negar a la cigarra parte del alimento que tiene guardado en el granero: en tal caso, se quedaría fulminantemente sin trabajo por tamaña osadía. Por otro lado, ya cuenta la cigarra con todo lo que ha ido esquilmando de buena parte de lo que la hormiga gana con su trabajo. El fabulista yerra también en otro detalle relevante: no es la hormiga quien tiene la llave del granero, sino el Banco (el Cicada´s Bank, para ser más preciso).

Cuando las cosas se desmadran, la cigarra decreta que hay crisis económica. La hormiga no entiende por qué ni a qué se debe esa crisis, pero sí sabe muy bien que va a ser ella quien pagará los platos rotos, y que va a tener que trabajar más para la cigarra, si tiene la fortuna de no perder el puesto de trabajo. Y es que, cuando las cosas van mal, la fila de hormigas en paro cada vez es más larga,

Por el contrario, en tiempos de crisis la cigarra tiene la gran fortuna de, en vez de empobrecer, ser cada vez más rica. De hecho, la cigarra no deja de hacer turismo, bailar e irse de juerga, aunque ella misma haya decretado la crisis. Las crisis económicas de la cigarra no parecen afectar a su economía, ni la llevan a la pobreza: todo lo contario. Si las cigarras no tienen suficiente, los bancos donde las hormigas tienen sus ahorros inyectan montañas de dinero para las empresas donde las hormigas trabajan para las cigarras.

Y la cigarra canta y canta… Y la hormiga trabaja y trabaja, a no ser que solo pueda visitar las oficinas del paro. Y colorín, colorado, señor Samaniego.