miércoles, 29 de junio de 2011

Dueños de nuestra propia suerte


Publicado hoy en El Periodico de Aragón
En la Grecia y la Roma clásicas, la ocupación filosófica prioritaria era cómo llegar a ser feliz, es decir, cuál es el camino que conduce a una forma de vida y un estado de ánimo que proporcionen auténtico placer y ayuden a asumir de forma positiva las desgracias y las frustraciones. La gente amaba la vida e intentaba pasarlo bien, ahuyentando en lo posible la tristeza y los estados depresivos. En resumidas cuentas, querían llevar una vida buena y una buena vida, por lo que también aceptaban con naturalidad que la muerte debía ser igualmente buena y digna. Acabar con la propia vida era un derecho socialmente aceptado, e incluso la ley romana contemplaba el suicidio por cansancio de vivir como un motivo aceptable, ya que la vida pertenece solo a cada persona, que tiene plena autonomía para decidir libre y responsablemente cómo vivir y cómo morir bien.
Sin embargo, en esa misma época los esclavos y los soldados tenían prohibido suicidarse. Para el resto, se trataba incluso de un acto honorable, pero soldados y esclavos no tenían ese derecho porque su vida no les pertenecía: los soldados pertenecían al Estado y los esclavos, a su amo. Salvo en esos casos, consideraban que bien vivir y bien morir es un acto de libertad personal, que nadie puede suplantar o vedar, de tal modo que cualquier pretensión de controlarlo atentaría contra el derecho inalienable de todos y de cada uno a decidir sobre su vida y su muerte con plena autonomía.
Pues bien, los obispos católicos hispanos vuelven a arremeter contra la timorata Ley Reguladora de los Derechos de la Persona ante el Proceso Final de la Vida (conocida como ley de muerte digna) prevista para el próximo período de sesiones parlamentarias. Hace unas fechas, el jerarca supremo del catolicismo visigótico, Rouco Varela, concertó con el católico militante ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, que la iglesia católica no se opondría a la mencionada Ley, al menos hasta que el señor Ratzinger hubiese visitado Madrid en agosto para la Jornada Mundial de la Juventud y hasta haber constatado la colaboración del Gobierno español en el éxito de dicha Jornada. Sin embargo, los obispos y las facciones más reaccionarias de entre las huestes católicas ven en los plácidos molinos de viento de esa Ley un intento de "colar la eutanasia", comparándola con "la matanza de ancianos", por lo que vuelven a expresar su condena respecto de la Ley de muerte digna.
Lo que realmente está en juego es la autonomía y la libertad de cada persona. Los obispos critican "una concepción de la autonomía de la persona como prácticamente absoluta", pues afirman que la vida y la muerte pertenecen en último término a su dios, del que se declaran servidores e intérpretes. Poco hay que comentar a este respecto: si así lo creen, no tienen más que vivir y morir como crean conveniente, siempre que tuvieren claro que a los demás nos asiste el derecho fundamental e inalienable de decidir libre y responsablemente cómo vivir y morir bien y dignamente, y que nada ni nadie puede negar o controlar tal derecho. MI autonomía es absoluta, pues depende de mí, solo de mí y nada más que de mí mismo. Mi vida y mi muerte no pertenecen a nadie, salvo a mí mismo, puesto que no tengo amo ni dueño.
En cualquier caso, la iglesia católica hispana no tendría el poder que tiene si las instituciones públicas del Estado no se lo otorgasen de facto. Rouco Varela tendría los mismos derechos y obligaciones, ni uno más ni uno menos, que mi vecino de escalera, si Zapatero, Jáuregui, Bono o Juan Carlos de Borbón le reconociesen el mismo poder y los mismos privilegios que a cualquier otro ciudadano. La iglesia católica sigue recibiendo más de 10.000 millones de euros al año porque hasta el momento no ha habido un Gobierno o un Parlamento que hayan resuelto derogar el Concordato de 1953 y los Acuerdos de 1979 entre el Estado español y el Vaticano. La iglesia católica podría celebrar como cualquier otra institución privada su Jornada Mundial de la Juventud con tal de que pagasen de su bolsillo los viajes y los fastos, sin que el 50% estuviese financiado con dinero público, sin que Esperanza Aguirre obligase a los centros públicos de enseñanza madrileños a entregar llaves, abrir puertas y poner a disposición funcionariado público a los católicos que acuden a tal evento privado.
En 1974, 40 personalidades de la ciencia y de la cultura, entre ellas tres premios Nobel, dieron a conocer un Manifiesto sobre la eutanasia, que, entre otras cosas, dice: “Creemos en el valor y en la dignidad del individuo. Esto implica que se le trate con respeto y se le deje libre para poder decidir razonablemente sobre su propia suerte”.

¿Legitiman los obispos españoles un golpe de Estado?



Publicado en Izquierda Digital 
http://www.izquierdadigital.es/articles/273--Legitiman-los-obispos-espa-oles-un-golpe-de-Estado-.asp
Hace 2.400 años se planteó en Atenas la cuestión de en qué podemos basarnos para afirmar o negar la legitimidad de una determinada ley. Algunos invocaban la naturaleza, pero los atenienses, grandes viajeros, habían observado de sobra que espartanos, tebanos o egipcios tienen la misma naturaleza humana, pero también leyes muy distintas, cuando no opuestas y contradictorias. Otros apelaban a los dioses, pero bastaba a los atenienses con salir de la ciudad para constatar que cada pueblo y nación tenían dioses distintos a los que atribuir que una ley responde a la voluntad divina de turno. Ante este panorama, los atenienses concluyeron que la legitimidad básica de una ley o una norma moral se basa en la voluntad popular, cristalizada en la votación ciudadana de la asamblea de Atenas.
Desde entonces, la cuestión, lejos de resolverse definitivamente, emerge una y otra vez a la superficie de los diversos tiempos y culturas. Así, hace unos días, los obispos católicos hispanos han llegado a afirmar, a raíz de la Ley Reguladora de los Derechos de la Persona ante el Proceso Final de la Vida (conocida como ley de muerte digna), que la legitimidad de una ley no viene originada por la voluntad del pueblo a través de sus legítimos representantes en el Parlamento. No revelan, sin embargo, descontadas unas frases inconcretas, cuáles son sus verdaderas convicciones e intenciones. Abramos, pues, la caja craneal de los jerarcas católicos hispanos, adentrémonos en sus circunvoluciones cerebrales, y saquemos a la luz qué piensan realmente sobre el asunto.
Sobre conceptos básicamente escolásticos, los obispos creen que su dios creó todo ordenado y regulado, de tal modo que el macrocosmos y el microcosmos se rige por lo que ellos denominan “ley eterna” (según esto, las leyes de la termodinámica, Mendel o Copérnico son simples aproximaciones a  esa “ley eterna” divina). Dentro del mundo y natural y humano, esas leyes cósmicas eternas se concretan como “ley natural”, que los seres humanos podemos llegar a conocer (por ejemplo, forma parte de las leyes naturales la supervivencia, el deseo de conocer, la libertad, la procreación, la sociabilidad, etc.). Sin embargo, como la naturaleza humana está dañada debido al “pecado original” de nuestros primeros ancestros y somos medio zotes, el dios de los obispos tuvo a bien dejarlo todo claro para que nos conduzcamos moralmente bien en la vida, por lo que legó unos mandamientos y preceptos concretos (ley positiva divina) en el Sinaí y en sus libros sagrados. Por último, a los representantes e intérpretes oficiales de la voluntad divina (Papas, obispos e iglesias) les corresponde asimismo el derecho a explicitar aún más las obligaciones morales de los humanos, por lo que legislan, ordenan y prohíben en sus “mandamientos de la santa madre iglesia” (ley positiva sagrada, eclesial).
Pues bien, los obispos hispanos y del orbe entero sostienen que cualquier ley humana está subordinada incondicionalmente a las leyes divinas y eclesiales, superiores y por encima de cualquier ley establecida en un país o una sociedad. Al oír que a la Constitución de un país se la tiene por la Ley suprema de la que dimanan el resto de las leyes y las normas, callan y piensan para sus adentros que están en posesión de la Verdad (en mayúscula), bajo cuya luz cualquier ley humana debe estar en consonancia con sus leyes (en el fondo, con ellos mismos). Si los obispos están en desacuerdo con una determinada ley (por ejemplo, de la muerte digna), la declararán “injusta” y dictaminarán que “no debe ser obedecida”.
Los obispos han conculcado cuando les ha convenido el “derecho a la vida” al que tanto aluden. Han quemado, torturado, asesinado, llamado a guerras sangrientas, según sus intereses. Recuerdan el “no matarás” del Éxodo y silencian que exterminó a todos los humanos y seres vivos de La tierra salvo a Noé, su familia y los animales del arca, o que mandó a su pueblo elegido asesinar a todo bicho viviente de las ciudades por donde pasaran, salvo a las mujeres, los niños y el ganado que fueran aprovechables. En el fondo, dicen y callan, hacen y deshacen a su conveniencia.
Estos días los obispos españoles han ido aún mucho más allá: según ellos, las leyes que consideran no concordes con las suyas “ponen en cuestión la legitimidad de los poderes públicos que las elaboran y aprueban”, lo cual asociamos muchos a pasadas llamadas a cruzadas golpistas contra el poder legítimo de nuestro país. La tesis episcopal, tal cual, puede ser entendida como una legitimación del golpe de Estado. Por otro lado, cuestionan la legitimidad de regímenes que se ajustan a sus normativas, pero a lo largo de la historia y ateniéndonos a los hechos, les han parecido de perlas los regímenes de Franco, Hitler, Mussolini, Videla, Pinochet, Stroessner y un largo etcétera más.
¿Cuándo aceptarán los obispos y el mundo militante ultracatólico que vivimos en un país constitucionalmente aconfesional, que deberían ser, de derecho, ciudadanos de un país con los mismos derechos u obligaciones que cualquier otro ciudadano? ¿Cuándo acatarán las leyes aprobadas en el parlamento por los únicos representantes legítimos de la ciudadanía? NUNCA. Si no tienen otro remedio, se amoldarán camaleónicamente a las circunstancias del país, pero sus posiciones de base seguirán siendo las mismas, pues se sienten escogidos al poseer su ley eterna, su ley natural, su ley positiva divina y su ley positiva eclesiástica.

lunes, 27 de junio de 2011

La CEOE se mete en camisa de once varas

Publicado en Andalán http://www.andalan.es/?p=4807
Un axioma indiscutible en el mundo occidental desde hace muchos siglos es el de la superioridad de la raza blanca. Desde ese supuesto se han exterminado pueblos, conquistado a sangre y fuego países y continentes, despreciado como “bárbaro” e “inferior” todo lo ajeno. Al supuesto inferior se le ha esquilmado, torturado, asesinado, explotado y vejado hasta el límite… también en nuestros días.
Los blancos civilizados metieron en las bodegas más putrefactas de su barcos a negros africanos para que trabajaran en sus campos a cambio de nada. Los blancos cristianos no querían verlos  ni tocarlos, pues contaminaban, salvo para abusar y violar a sus mujeres. Les prohibieron aprender a leer y escribir bajo castigos severísimos, incluida en algunos casos la pena de muerte: cuánto más ignorantes fueran esos “salvajes” más carne fácil de explotación serían.
Incluso entrado ya el siglo XX, los negros norteamericanos, por ejemplo, no podían subir a los autobuses ni entrar en los restaurantes, iglesias o escuelas de los blancos, pero eran los primeros en engrosar las filas de los soldados rasos que iban a ser colocados en los puestos más cercanos a la muerte. Allí, estallada la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de Corea, tenían que responder un cuestionario del Ejército y contestar las preguntas de un test estándar para todos los soldados. A la vista de los resultados, las cabezas presuntamente pensantes del Ejército dieron a conocer los datos a unos presuntos psicólogos, que concluyeron rápidamente que los negros eran intelectualmente inferiores a los blancos. Al parecer, no se percataron, o quisieron pasar por alto, que buena parte de esos negros habían pisado poco o nada una escuela y mucho menos habían cursado estudios medios o superiores. Simplemente, proclamaron a los cuatro vientos que las respuestas de los negros (a las preguntas de los blancos) denotaban un nivel muy inferior a las respuestas de los blancos a las preguntas de los blancos. El historial, el medio social, el lenguaje empleado, los esquemas culturales de su entorno, sus patrones y pautas mentales habituales carecían, al parecer, de interés. Interesaba ante todo y sobre todo la “científica” (=avalada por los datos y los cuestionarios de los blancos) teoría de que los blancos son superiores también intelectualmente a los negros.
Hace unos días, el empresariado español, vía su CEOE, ha afirmado una sandez similar: el éxito escolar está en los genes. Lleva la psicología más de un siglo debatiendo el asunto de si las distintas capacidades y rendimientos escolares/intelectuales se deben básicamente a factores hereditario/genéticos o a factores ambientales/educativos previos. Cada investigador que se ha metido en este polémico jardín ha esgrimido datos, estudios y experimentos que avalan su postura, hasta que otro investigador ha aportado otros datos, experimentos y estudios que avalan la tesis contraria. Pues bien, la CEOE, ni corta ni perezosa, pretende zanjar definitivamente la cuestión: la herencia genética pesa más en el rendimiento escolar de un alumno que su entorno socioeconómico. Y quien se pregunte a qué viene esta incursión empresarial en el debate psicológico tiene una respuesta clara y precisa: los empresarios hispanos tienen en su zapato la piedra del gasto en educación, por lo que –al igual que hacen en sanidad- exigen el “cheque escolar”. En otras palabras, dado que para ellos la importancia de los genes es “sustantiva” a la hora de tener éxito escolar, los malos y mediocres estudiantes, genéticamente poco dotados, no pueden estar incrementando con su medianía y sus fracasos el gasto educativo. Las familias de los buenos estudiantes, principalmente de clase media y alta, pagan sus colegios (privados) sin rechistar. Los malos estudiantes deben al menos pagar parte de los costes de su fracaso. Antes, los niños blancos eran superiores a los niños negros. Ahora, los niños con genes intelectuales de primera calidad se acercan a los niños que moran en el Eldorado del Informe Pisa y en las aspiraciones productivas de la CEOE. Los niños de la CEOE son intelectualmente superiores en sus genes al resto de niños no-CEOE. Es de esperar que las facultades punteras en investigaciones psicológicas del mundo tomen buena nota de estos hallazgos psicológico-genéticos del empresariado español. De momento, Esperanza Aguirre se ha sentido muy confortada a la vista de tales resultados en su infatigable afán privatizador de la enseñanza y de cuanto se le ponga por delante.
La CEOE da un paso más en su labor investigadora en educación: como la mujer ha osado salir de su casa y de  las labores propias de su sexo, y tiene ahora que compatibilizar su actividad profesional docente con las tareas del hogar, se ha perpetrado el desmán de primar “las reducciones de jornada y la introducción de la jornada continua por encima del salario”. O sea, que las mujeres regresen a su cocina y a su bolsa de la compra. O que cobren menos.
Y en la misma línea de progreso social, le parece de perlas a la CEOE que para mejorar la calidad educativa deben competir entre sí los centros públicos y los concertados, si bien queda implícito que la pública debe seguir quedándose con el alumnado proveniente de familias inmigrantes con otras culturas y costumbres, con los díscolos, poco predispuestos a estudiar y, en definitiva, con los alumnos cuyos genes no den mucho de sí a la hora de rendir escolarmente. 
Por último, como los señores de la CEOE son eminentemente pragmáticos, insisten en recordarnos a todos la necesidad de implantar el cheque escolar, que se entregaría a las familias para sufragar el gasto de la escuela que elijan y que por tanto favorecería a las más demandadas (¿adivinan cuáles?).
Desde los visigodos estamos aguantando a toda esta gente interesada y  bienpensante, disfrazada de clerecía, soldadesca, terratenientes, emprendedores, ignorantes y vagos en general.  ¿Hasta cuándo?

Una viñeta y un poema de Salinas: Respuesta a la luz


Sí, sí, dijo el niño, sí.
Y nadie le preguntaba.
¿Qué le ofrecías, la noche,
tú, silencio, qué le dabas
para que él dijera a voces,
tanto sí, que sí, que sí?
Nadie le ofrecía nada.
Un gran mundo sin preguntas,
vacías las negras manos,
ámbitos de madrugada,
alrededor enmudece.
Los síes ¡qué golpetazos
de querer en el silencio!,
las últimas negativas
a la noche le quebraban.
Sí, sí a todo, a todo sí,
a la nada sí, por nada.
Allá por los horizontes
sin que nadie la escuchara, sigilosa
de albor, rosa y brisa tierna,
iba la pregunta muda,
naciendo ya, la mañana.

Las grandes palabras o el arte de no decir absolutamente nada


Publicado tambien en ECOS http://escribimosenecos.blogspot.com/
Generalmente, suponemos que las ideas configuran lo que pensamos sobre las cosas y que las palabras son, a su vez, expresión de las ideas. Así, por ejemplo, si alguien dice: “Hay una nube grande y blanca en el cielo” , damos por supuesto que todos aquellos que conocen nuestro idioma entienden la misma realidad al escuchar esos sonidos y observar con los ojos el fenómeno denotado, y que -por consiguiente- todos y cada uno compartimos  la misma idea de nube, cielo, blancura y grandeza.
 En este mismo orden de cosas, suponemos también que hay palabras, ideas y cosas rayanas en lo deleznable, mientras que otras son sumamente excelsas (en tal caso, “belleza” y “bondad” tendrían un rango mucho más elevado que, por ejemplo, “orina” o “eructo”). Así, hemos ido construyendo una pirámide jerárquica de entidades, conceptos y expresiones, en cuya cúspide morarían las realidades más respetables y dignas. Consecuentemente, moverse en el ámbito de las cimeras es altamente valorado y parece implicar la tenencia de un ánimo elevado y de altas miras, mientras que, por el contrario, hacerlo en el de las inferiores es visto como algo vulgar, poco refinado, e incluso sucio.
Sin embargo, no es seguro que las cosas funcionen así. Por ejemplo, está por ver que las ideas sean grandes o pequeñas, o que palabras tales como “justicia”, “bondad”, “democracia” o “patria” sean más importantes que “mosca”, “lapicero” o “legaña”, así como sus  realidades correspondientes. Sobre todo, la cuestión de fondo consiste en determinar cuál es el criterio adoptado para establecer ese escalafón graduado del mundo y de la vida. De hecho, una determinada descripción de una parcela del mundo es primordialmente una proyección de la concepción personal que se tiene de la realidad. Lo que ocurre es que determinados individuos, llevados por  sus delirios de grandeza o de mesianismo, intentan convencer a los demás de que su modo de ver las cosas es el mejor, el más acertado y el único sostenible.
Dentro ya de esa dinámica evaluadora del mundo, surge como fruto maduro todo un cúmulo de términos, enunciados, conceptos, principios y ámbitos venerables y sagrados, que se nos inculcan desde la niñez como indiscutibles. Así, por ejemplo, “salvación”, “patria”, “dios”, “monarquía”, “ley”... Estas y otras muchas palabras no sólo pretenden revestirse de un cierto carácter inviolable, sino que pueden ser empleadas indiscriminadamente por cualquier grupo o tendencia, aun con intereses contrapuestos y objetivos muy divergentes. Al final, el individuo acaba aplastado por su peso y por el temor que le producen tales tótems improfanables. Sin embargo, basta analizar algunos sermones religiosos, programas políticos o ciertas promesas hechas durante una campaña electoral para caer en la cuenta de que no pocos de ellos están preñados de grandilocuentes expresiones, vacías de contenido real. La historia de las grandes palabras está repleta de atronadores partos de los montes: hacen mucho ruido, pero cuando se las quiere tocar y escudriñar su contenido, son simples pompas de jabón.
Llama la atención también que algunas de las grandes palabras (“Estado”, “Dios”, “Papa”, “Iglesia”, “Patria”...) se sacralicen hasta el punto de ser escritas con mayúscula. Las mayúsculas tienden a engullir la realidad de las vivencias concretas, a cambio de nada, a la vez que fagotizan a los seres humanos de carne y hueso.
A los adictos a las grandes palabras el grupo de pertenencia les otorga identidad, a la vez que suple su falta de densidad personal. Tales sujetos constituyen un peligroso fenómeno social, pues no se limitan a vivir como consideran oportuno, sino que ponen su máximo empeño en que los demás, quieran o no quieran, por las buenas o por las malas, se atengan a sus esquemas de conducta.
Sin embargo, probablemente estas cosas no ocurren por azar. Probablemente hay gente encargada de mover los hilos de la intolerancia y del fanatismo, de manipular las fuentes de información, de desparramar bulos y medias verdades por doquier, de amedrentar las mentes y los corazones de los seres humanos en su propio beneficio. Es gente que profesionalmente vive del miedo. Su negocio y su labor dependen de que su clientela tenga miedo. Para ello necesitan mostrar un fetiche, al enemigo, al Mal, fuente de todos los males: sólo el grupo propio es capaz de transformarlos  milagrosa y automáticamente en defensores y adalides del Bien. Sólo Dios y la Historia pueden juzgarles... Todo lo que se les oponga es una amenaza potencial o real contra el Bien.
En realidad, el mayor peligro para la pervivencia de las grandes palabras es que los seres humanos lleguen a pensar  por sí mismos, duden, se pregunten, cotejen, se informen, critiquen... Sin embargo, pocas veces se favorece desde el poder al pensamiento, mucho menos el pensamiento crítico, y más bien se suele tender a aquietar, a adormecer, a anestesiar. Y lo mismo ocurre con otras instituciones que, no siendo directamente instrumentos oficiales del poder, ejercen de hecho la más imponente de las dominaciones: la de las conciencias. Así se explica cómo en buena parte de las guerras, conflictos, fanatismos, odios, traiciones o enfrentamientos enquistados, haya estado la religión de por medio.
Por otro lado, parece obvio que el rango o grado de relevancia de las grandes palabras no depende de las cosas mismas que presuntamente denotan, sino primordialmente de las personas que las utilizan.  Así, por ejemplo, el sentido real y concreto de un lema como “orden, seguridad, bienestar” depende de quien lo haya ideado y de quien lo reciba, pues por sí mismo tal lema es radicalmente eunuco: depende de en qué manos caiga para ser utilizado o esgrimido en un sentido u otro.
Es asombroso cómo a veces nos dejamos embaucar y amargar por las grandes palabras. Hay quien sueña, por ejemplo, con encontrar un día al gran Amor de su vida (guapo, inteligente, simpático, cariñoso, rico, alto y con los ojos verdes...), pero al comparar su ideal con la persona de carne y hueso que vive a su lado o le declara su interés, se le cae el mundo encima y se siente profundamente desgraciado y frustrado. Al desear lo perfecto, nos amargamos los buenos momentos de cada día. Al aspirar a la actividad profesional ideal, nos sentimos cada jornada desgraciados y explotados. Al no poseer una gran belleza, nos vemos feos o “poco” guapos. Al no haber Justicia en el mundo, nos lavamos las manos ante la posibilidad de ser justos en nuestro entorno...

A veces, las grandes palabras matan lo bueno en nombre de lo perfecto.

martes, 21 de junio de 2011

Las ventajas de perderse un buen rato en la sierra


A veces tenemos la impresión de hallarnos en un laberinto. No sabemos por dónde salir o hacia dónde dirigir nuestros pasos. Nos sentimos “perdidos”. Cada segundo pesa como plomo en nuestro corazón. Cada paso parece costarnos un gran esfuerzo. En ocasiones, explicar el mal momento declarándonos, medio en broma, medio en serio,  “en crisis”. Otras veces, en cambio,  no sucede nada, literalmente nada, salvo la monótona cotidianidad de la vida, con su aburrido andar hacia ningún lado. Parece entonces cumplirse lo que  León Felipe escribe en uno de sus poemas: “No es lo que me trae cansado este camino de ahora. No cansa una vuelta sola. Cansa estar todo el día, hora tras hora...; y día tras día, un año...; y año tras año, una vida... dando vueltas a la noria...”
Una de las reacciones más habituales consiste en huir de los problemas, en darles esquinazo; o en intentar ahogarlos en el anonimato, en el ruido, en la modorra, en el alcohol, en el trabajo, en la fiesta, en el televisor, en los tópicos, en el embrutecimiento, en cualquier coartada que resulte mínimamente creíble; o también en rechazar cualquier clase de responsabilidad y acusar sistemáticamente a los demás del desaguisado. Sin embargo, tales “soluciones” son una simple huída hacia adelante, en una carrera cada vez más acelerada, sin rumbo. Son un espejismo o,  como mucho, un analgésico.
Quizá lo primero que se debería tener en cuenta es que nada en la vida carece de importancia, ni es tan negativo o tan opaco como pudiera parecer en un primer momento. En cualquier situación, aun en las que nos parecen más estúpidas o grises, estamos eligiendo quiénes queremos ser y cómo queremos conformar nuestra vida. En otras palabras,  la salida real, la solución efectiva de cualquier problema pasa por encontrarnos previamente con nosotros mismos.
 Querámoslo o no,  en cada situación “nos va la vida”, es decir, estamos implicados en la aventura de vivir. En mi vida “me va la vida”, en mi ser “me va  ser” de una forma o de otra. Por consiguiente, lamentarnos o lavarnos las manos ante lo que somos -como si nada tuviéramos que ver con nosotros mismos- es una irresponsabilidad:  somos el resultado de nuestra propia libertad, es decir, de lo que hemos decidido llegar a ser, paso a paso, decisión a decisión.
No tengo forma de desembarazarme de mí mismo. Cada situación, hecho o decisión me enfrenta a mí mismo, me pone en el brete de decidir qué hago con la vida y en la vida. No me puedo tirar al cubo de la basura u ocultarme en el baúl de cualquier desván. Incluso cuando no quiero pensar en ello, cuando intento huir por todos los medios del problema o no “complicarme la vida”, estoy optando por un modo de conducirme en el mundo, por una forma determinada de vivir: concretamente, vivir  “fuera de mí”, diluido entre las cosas y los demás, sin identidad propia.
De hecho, cuando estamos “perdidos”, la única vía real de salida conduce a volver a encontrarnos, a reencontrarnos, incluso en algunos casos a encontrarnos por primera vez. Difícilmente puede alguien dedicarse a algo o alguien, si antes no se tiene o no se ha encontrado a sí mismo. En otras palabras, la necesidad de un previo y positivo ensimismamiento, lejos de rechazar o impedir la apertura a los demás, la posibilita e impulsa. Sólo quien se ha adentrado en sí mismo es capaz de verdadera amistad y amor: mal puede alguien luchar por un mundo mejor si flota en la pura enajenación. De hecho, quien más empeño suele poner siempre en estar rodeado a cualquier precio del gentío es el que no soporta estar solo, a solas, consigo mismo.
A todo ser humano se le plantean tarde o temprano casi las mismas cuestiones estudiadas a lo largo y ancho de la historia del pensamiento: la muerte, el sentido de la existencia, la transcendencia, la libertad, los derechos humanos, la reencarnación, la felicidad... Pero también hay cuestiones más simples, más cercanas, y no de menor importancia (aunque, a fin de cuentas, vienen a ser las mismas). Tales preguntas y otras muchas de este estilo son llaves que abren posibles mundos diferentes, según sea la respuesta que encontremos. Lo que ocurre es que las respuestas no están en un cajón mágico, a nuestra simple disposición. Más bien, se descubren algunas de sus caras en lo más inesperado. Lo único que, en principio, está en nuestra mano es permanecer atentos y no quedar vencidos por la somnolencia.  Pues bien, este permanente cuestionamiento de la vida y a la vida se opone frontalmente al olvido sistemático de uno mismo. Existir de una forma humana, consciente y reflexiva, implica regalarnos la oportunidad de hallarnos, tocarnos, sentirnos, hablarnos, vivirnos y querernos, es decir, la oportunidad de que se manifieste uno de los bienes más valiosos, también más escasos:  uno mismo, tantas veces el gran olvidado.
Recuerdo a este respecto que en una clase de ética de segundo curso del antiguo BUP un muchacho declaraba, entre ufano y avergonzado, que él no era tan “gilipollas” como para devolver a un vecino de su barrio el sobre de la paga mensual que éste había perdido aquella misma noche en la calle. Cuando le pregunté cómo se sentiría al recordar que  aquel hombre se había ganado aquel dinero con su trabajo y que seguramente lo necesitaría para alimentar a los suyos, pagar facturas, etc, me miró de soslayo, a la vez que mascullaba: “procuraría no pensarlo”. A mi modo de ver, lo preocupante de esta anécdota no es tanto que este adolescente decidiese no devolver el dinero a su legítimo dueño, ni siquiera sus presuntas razones para justificar su proceder, cuanto su reconocimiento, más o menos explícito, de que la forma de afrontar posibles conflictos consiste en “no pensar”.
A menudo vivimos con tanto ruido a nuestro alrededor, con tantos cosas en nuestra cabeza, con tanto estruendo en nuestro interior, que no nos percatamos de que corremos el riesgo de ir desapareciendo poco a poco, diluidos, sin contornos, sin vida propia. Dedicamos horas y horas  a ver la televisión, a beber sin criterio, a trabajar  sin corazón, a aburrirnos resignadamente, sobre todo a deambular sin sentido por los días y las semanas, y, en cambio, parece que tenemos verdadera alergia a dedicar algunos minutos al día a nosotros mismos, a degustar la vida desde otras perspectivas, más hondas.
Es preciso “perderse”, para poder encontrarse, incluso para llegar a conocerse realmente por primera vez. Sin prisas, sin plazos, sin condiciones, con el ánimo claro, con la inocencia de un niño,  con el peso de la existencia a cuestas, hay que contemplar la vida cara a cara. Es la hora de las preguntas, de la verdad, de afrontar nuestra realidad, de reconocernos a nosotros mismos, de aceptar unas cosas, de rechazar otras, de tomar decisiones, de no ir al pairo por la vida.  Quien día a día, “perdido en la sierra”, se esfuerza por atisbar con su mirada los horizontes de la vida se sabrá también solo. Sin embargo, lejos de temer la soledad, la aceptará como una forma privilegiada de mantener nítida e intensamente la dimensión humana del mundo.

Haciendo balance

Artículo a publicar mañana en El Periódico de Aragón
Publicado tambien en http://www.attac.es/hagamos-balance/
Es hora de hacer balance. Llevamos varios años de crisis económica, de rescates financieros, de quiebras e impagos. Sí, es hora de hacer balance. Víctor Hugo propone algo parecido en su poema Deseo: apelando al pragmatismo, desea a un amigo tener dinero y le recomienda poner ese dinero ante sí por lo menos una vez al año y entonces decir: "esto es mío", para que quede claro quién es el dueño de quién. Hagamos, pues, balance. Comprobemos si somos dueños de algo y quiénes son nuestros dueños tras todo este tiempo.

Dicen los Gobiernos de los países poner todo su empeño en crear empleo, pero el paro crece y la mano de obra se abarata, se precariza, se deslocaliza y paulatinamente crece el número de quienes piensan que trabajar es una dádiva del patrono y no un derecho, que el salario no es negociable, ya que solo el veleidoso dios patrón da y quita al supuesto vaivén del presunto mercado. Los ricos cada vez son más ricos y aumenta sin tregua el número de los desfavorecidos (¡menudo eufemismo!). Llevamos varios años de crisis económica y hemos comprobado día tras día que los políticos vocean sus programas y medidas económicas, pero no pueden proporcionar a la ciudadanía medios para ganarse dignamente la vida, pues ellos mismos son títeres movidos por manos poderosas.
Han anunciado la regulación de las transacciones financieras, la supresión de los paraísos fiscales y el control de los mercados financieros, pero los más ricos siguen teniendo más de un 30% de su patrimonio colocado en paraísos fiscales y el 23% de todos los depósitos bancarios del mundo se halla asimismo en paraísos fiscales. Cada vez es más pesada la deuda externa de los países pobres, principalmente del tercer mundo, y las empresas multinacionales y los grupos de presión a su servicio están aniquilando la posibilidad de que la ciudadanía de cada país decida algo sobre su propia economía. Sin embargo, todos los países deberían poder acceder a la regulación de la economía global en la misma medida que los grandes centros del capital internacional.
Nos han impuesto, de hecho, los dogmas fundamentales del neoliberalismo económico y social, pretenden que acatemos que la única solución realista es que el Gobierno de cada país haga frente a su deuda pública bajo unas condiciones draconianas, recortando los gastos sociales. Desde el presunto axioma de que lo público funciona peor que lo privado, nos están esquilmando derechos fundamentales y servicios básicos. Quieren persuadirnos de que la sanidad y la educación gratuitas y para todos es un lujo y un problema, en vez de un derecho, de que, a causa de la crisis, dentro de unos años no podremos esperar que al final de nuestra vida laboral podamos percibir pensiones, salvo que hayamos contratado previamente una plan de jubilación.
Producto de la estafa de esos trileros, sin saber cómo, dentro de no mucho tiempo nos preguntaremos qué ha pasado con el estado del bienestar del que aún estamos disfrutando. Nos han estafado, sí: primero se “rescata” a la Banca con el dinero de todos y después esa misma Banca no financia la deuda pública si no se “recorta” los gastos sociales, los derechos de todos.
Rubalcaba propone un MIR para los docentes, obviando una de las asignaturas que jamás ha existido aún en el aula y que, sin embargo, debería contarse entre las más fundamentales:  la Tasa Tobin (James Tobin fue premio Nobel de Economía en 1981), impulsada actualmente por ATTAC, un impuesto de un 0,1% cada vez que se produce una operación de cambio entre divisas, a fin de regular y penalizar sobre todo las operaciones puramente especulativas.  Con la Tasa Tobin podría recaudarse 720.000 millones de dólares anuales, distribuibles a partes iguales entre los gobiernos recaudadores y los países más pobres, de tal forma que con el 10% de la suma recaudada sería posible proporcionar atención sanitaria a todos los habitantes del planeta, suprimir las formas graves de malnutrición y proporcionar agua potable a todo el mundo, y con un 3%, se conseguiría reducir a la mitad la tasa de analfabetismo de la población adulta y hacer universal en el mundo entero la enseñanza primaria (cfr. Wikipedia). Con ese solo impuesto, habría más justicia en el mundo, más control de las actividades especulativas y un freno a que los dueños financieros del mundo nos suman a su antojo una y otra vez en crisis económicas.
Otro mundo es posible. Una clave fundamental para ello es la educación, una escuela pública y laica de calidad. Como dice José Luis Sampedro, ha llegado el momento de cambiar el rumbo de la nave, poniendo proa hacia un desarrollo verdaderamente humano.

jueves, 16 de junio de 2011

Jornada del agua y su carencia

Alcaldías y otras circunstancias


Publicado ayer en El Periódico de Aragón
Zaragoza repite alcalde: Juan Alberto Belloch. Su investidura ha dependido de los votos de su propio partido, más los de CHA e IU, tal como se estaba comentando en los medios, la calle y los mentideros de la ciudad: un tripartito de izquierdas se daba por hecho y solo quedaban pendientes las condiciones concretas que pondrían IU y CHA para confirmar en el cargo a Belloch. Sin embargo, las cosas no han sido tan claras y lineales como se anunciaba: en primer lugar, difícilmente puede encontrarse un tripartito si ninguna de las tres partes hace nada ostensible por buscarlo. CHA y PSOE concertaron a bombo y platillo un acuerdo para la investidura sin que IU dijera esta boca es mía, e IU comunicó en solitario en una rueda de prensa cuáles son las condiciones que considera necesarias para posibilitar como alcalde a Belloch. Es decir, lamentablemente vino a demostrarse una vez más que la acción común más difícil de conseguir dentro del panorama político aragonés es entre CHA e IU.
Vale, tripartito, no, pero, al menos, de izquierdas. Belloch aceptó de CHA unas condiciones razonables que hablan de movilidad, no macroproyectos, empleo público, etc., pero en las que la ciudadanía echa en falta la declaración explícita previa de unos principios sobre los que asentar tales condiciones. Platón, por ejemplo, no se dedicó a la política ateniense, a pesar de provenir de una familia de gran raigambre política, porque estaba convencido de que cualquier política debe tener claro antes qué, por qué y para qué quiere tomar esta u otra medida. Por eso, Platón propuso incluso que a la verdadera política deberían dedicarse los pensadores. Pues bien, a CHA le faltó osadía para hacer una declaración de la verdadera política de izquierdas que quiere. Por su parte, IU condicionaba su apoyo a que el alcalde pronunciase en la sesión de investidura “un discurso de izquierdas”, como si en política la cosa fuese de discursos y Belloch no anduviese desde hace muchos años sobrado de discursos a la carta. El sábado pasado, el alcalde habló de humo entre brindis al sol, y no de realidades. ¿Tripartito de izquierdas? ¿Izquierdas? ¿Pero es que Belloch no ha estado durante los últimos cuatro años de mandato hollando bien a gusto el jardín de las flores más lozanas de la derecha? Total, que, “tripartito” e “izquierdas” acabaron mutando en “una Zaragoza progresista”.
Por si no quedaba claro, Belloch se encargó de dejar diáfano su presunto giro a la izquierda: el salón de Plenos del Ayuntamiento zaragozano seguía presidido por su crucifijo (custodiado en su despacho y transportado al salón de Plenos cada vez que hay sesión). A veces, Belloch cumple a rajatabla su palabra: dijo públicamente en sesión plenaria que mientras fuese alcalde allí estaría ese crucifijo (¿tienen algo más que decir al respecto CHA e IU?) y allí está su crucifijo, como signo palmario de la confesionalidad de una institución del Estado, como es  el ayuntamiento zaragozano.
Para mayor INRI (nunca mejor dicho), un año antes los respectivos órganos de gobierno de IU y CHA habían firmado y ratificado oficialmente un Manifiesto por la aconfesionalidad de las instituciones públicas del Estado en el que se comprometían, entre otras cosas, a que a) en el acto de toma de posesión de cargos institucionales no hubiera objetos, símbolos y fórmulas pertenecientes a alguna confesión religiosa (en el salón de plenos, amén del crucifijo, sobre la mesa donde se juraba o prometía el cargo había una Constitución y una Biblia lomo con lomo); b) en el caso de haber símbolos o ritos confesionales en el acto de posesión de cargos institucionales, se decida no tomar posesión del propio cargo en ese acto; c) en el caso de darse símbolos o ritos confesionales en el acto de posesión de cargos institucionales y haber decidido no tomar posesión del propio cargo en ese acto, se reclame otro acto de posesión del propio cargo exclusivamente aconfesional; d) en los lugares pertenecientes a la institución para la que se haya sido elegido no haya ningún símbolo confesional.
Parecen minucias para la vida de una ciudad, pero pocas cosas muestran tanto el verdadero talante democrático de una institución pública como su carácter autónomo e independiente de cualquier institución privada (incluidas las confesiones religiosas). José Luis Sampedro nos recuerda en el libro Reacciona, de reciente aparición, las palabras de Antonio Machado: “las sociedades cambian cuando cambian sus dioses”. Dice también Machado en su Juan de Mairena: “por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre”. Ese y no otro debería ser el primer principio de todas las épocas y de todos los seres humanos.

ATTAC responde al Pacto del Euro

lunes, 13 de junio de 2011

Iñaki Gabilondo habla del presente y del futuro de Euskadi

Archivada la querella contra Leo Bassi y la Univ. de Valladolid


SE ARCHIVA LA QUERELLA CONTRA LEO BASSI QUE HABÍAN INTERPUESTO LA "ACC" Y "HAZTEOIR".  ESPEREMOS QUE SEA DEFINITIVA, POR EL BIEN DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE LA DEMOCRACIA   


La Audiencia Provincial de Valladolid admite el recurso del Fiscal y de la representación procesal de Leo Bassi (letrado José Miguel Sebastián) y no admite la querella presentada en su contra por la Asociación de Abogados Cristianos (ACC) y la Asociación HazteOir (HO).

En el Auto se hace referencia a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos y de nuestro Tribunal Constitucional, según la cual la libertad de expresión es válida no sólo para las ideas o informaciones mayoritariamente acogidas con, sino también para aquellas que contrarían, chocan o inquietan al Estado o a un aparte cualquiera de la población" y que, en ningún caso, en un Estado democrático el derecho penal puede ser "un factor de disuasión del ejercicio de la libertad de expresión.

HO y la ACC se habían querellado contra Leo Bassi, acusándolo de blasfemo y contra el rector de la Universidad de Valladolid, por admitir una conferencia y espectáculo cómico que se desarrolló en dicha Universidad. En la querella presentada por HO y la ACC se alude al delito contra los sentimientos religiosos del artículo 525.1 del Código Penal, en concurso con el delito tipificado en el artículo 510 del Código penal de provocación a la discriminación, al odio o a la violencia."

Dice el Auto: La imitación del Papa de la Iglesia católica, no deja de ser una parodia pero sin llegar a contener elementos denigrantes o humillantes por representarlo (en algunos momentos, no en todos) con un andar escasamente ágil o como una persona de avanzada edad.

En cuanto al tema de los preservativos, no advertimos esa equiparación con el acto de la Consagración señalada en la querella. No se acompaña con expresiones de la liturgia propia de ese acto que así lo hagan pensar, incluso la simulación de tirar los preservativos, y en la forma que lo hace, no es identificable con la administración de la sagrada forma en la Eucaristía. Por lo tanto, de ello no cabe extraer una interpretación clara o unívoca con ese acto de la Consagración.

Las referencias en torno a las noticias de abusos sexuales cometidos por sacerdotes, no pasan de ser interrogantes críticos sobre el silencio de algunos estamentos dentro de la Iglesia en relación a lo que han hecho “esos curas” (sic), utilizando esta expresión significativamente delimitadora, sin que tales comportamientos vengan atribuidos a todos los sacerdotes, ni a los católicos en general.

El Auto, razona, que los hechos que aparecen en el visionado de la conferencia y en los que se pretende fundamentar un comportamiento delictivo, lo que ponen de relieve es un posicionamiento laico, y si se quiere anticlerical del conferenciante, sin que ello constituya realmente escarnio de los dogmas, creencias, ritos o ceremonias de la religión católica, ni vejación de quienes los profesan o practican, y tampoco se aprecia un dolo de ofender los sentimientos de tal confesión.

El hecho de no creer en los dogmas de una determinada religión, o pensar que no son ciertos y manifestarlo públicamente, entra dentro de la libertad ideológica y de la libertad de expresión, por lo que en sí mismo no entraña ningún comportamiento censurable penalmente, se concluye en el Auto.

 EUROPA LAICA SE CONGRATULA DEL ARCHIVO DE TAL INSENSATA QUERELLA, YA QUE DEFENDEMOS E IMPULSAMOS EL PRINCIPIO DEMOCRÁTICO POR EL CUAL HAY QUE NORMALIZAR JURÍDICAMENTE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE CONCIENCIA EN EL ESTADO ESPAÑOL.

DURANTE AÑOS  (Y SIGLOS) UN MODELO DE CATOLICISMO EXCLUYENTE HA EXIGIDO A TODOS LOS CIUDADANOS Y CIUDADANAS UNA ÚNICA FORMA DE PENSAR Y ACTUAE, DE TAL FORMA QUE QUIENES NO SE SOMETÍAN A ESA DOCTRINA  ERAN CONDENADOS, INCLUSO HASTA LA MUERTE.

HOY, ESTOS GRUPOS ULTRACATÓLICOS Y UNA PARTE DEL CLERO LANZAN SOFLAMAS INTEGRISTAS CALIFICANDO DESPECTIVAMENTE COMO "EMBESTIDAS LAICISTAS", O BUFONADAS,  A PERSONAS, ACCIONES Y OPINIONES DIFERENTES A LAS QUE ELLOS SOSTIENEN, BASADAS EN SUS PRIVADOS DOGMAS DE FE, QUE EN REALIDAD SOLO DEBERÍA COMPETERLE A ELLOS.

DE AHÍ LA NECESIDAD DE MODIFICAR, URGENTEMENTE, EL CÓDIGO PENAL Y ELABORAR UNA LEY DE LIBERTAD DE CONCIENCIA QUE EVITE EL JUDICIALIZACIÓN DE CUALQUIER CUESTIÓN QUE AFECTA A LOS TEMAS RELIGIOSOS, CUANDO ÉSTOS SE “SIENTEN OFENDIDOS" EXIGIENDO PRIVILEGIOS ESPECIALES.

EN GENERAL LAS RELIGIONES ABRAHAMICAS EXIGEN AL ESTADO PRIVILEGIOS SIMBÓLICOS, JURÍDICOS, SOCIETARIOS Y ECONÓMICOS POR ENCIMA DEL CONJUNTO DE LA SOCIEDAD CIVIL. AHÍ RADICA EL PROBLEMA Y MÁS CUANDO SE LES CONDECEN, COMO OCURRE TODAVÍA HOY EN ESPAÑA.

AUTOS COMO ÉSTE VIENEN  A NORMALIZAR ANCESTRTALES TEORÍAS.  Sin embargo...

La Asociación de Abogados Cristianos (AAC) y la Asociación HazteOir expresan que recurrirán la sentencia ante instancias superiores (Tribunal Supremo) al considerar que “toda la argumentación de la Audiencia provinmcial de Valladolid está basada erróneamente al considerar que la libertad de expresión de un bufón y sus ganas de hacer gracia o anumis iocandi, como recoge el Auto, no está por encima de la Legislación vigente y los derechos de los católicos”. Según una portavoz de la ACC. *Para quienes tengan curiosidad toda la información y opinión de HazteOir en:

Tu quoque IU?

O IU explica por qué PP gobierna en 40 municipios por accion u omisión de IU, o tendrá que explicar pocas cosas en las proximas elecciones

Debtocracy . Deudocracia

Video griego (en griego, subtitulos en español) sobre la crisis económica. De lo mejor que se ha hecho sobre la crisis

sábado, 11 de junio de 2011

Sobre la elección de J.A. Belloch como alcalde de Zaragoza y algunas de sus circunstancias

Obsérvese que Belloch pone la mano y mira la Biblia, no la Constitución


Hoy ha sido elegido Juan Alberto Belloch alcalde de Zaragoza con los votos de su propio partido, más los votos de CHA e IU.
Como muestra de su nuevo talante progresista y democrático, el crucifijo que Belloch guarda  en su despacho y que hace traer y llevar mensualmente al salón de Plenos ha presidido dicho Salón, donde ha transcurrido toda la ceremonia.
Por otro lado,  sobre la mesa donde cada concejal jura o promete su cargo había una Biblia y una Constitución, juntas, en igualdad de condiciones. ¿Aconfesionalidad del Estado?
En esas condiciones han jurado o prometido sus cargos todos los concejales electos del PP y del PSOE, al igual que los tres concejales de CHA y los tres de IU, lo que llama poderosamente la atención desde una perspectiva laicista.
En efecto, ya un año antes los supremos órganos de dirección regionales de CHA e IU firmaron y ratificaron oficialmente el Manifiesto por la laicidad de las instituciones del Estado, propuesto por la asociación aragonesa Movimiento hacia un Estado Laico (MHUEL), que transcribo a continuación:

Manifiesto por la laicidad de las instituciones del Estado
                   CONSIDERANDO
Que el Estado español es un Estado aconfesional, tal como queda expresado en el artículo 16.3 de la Constitución española
Que, sobre esta misma base, todas las instituciones del Estado y todos los cargos y representantes electos para tales instituciones han de ser en calidad de tales aconfesionales
Que los recintos, símbolos, actos y celebraciones relacionados con el desempeño del cargo de esos representantes deben ser igualmente aconfesionales

                     ES PRECISO
1.    Que en el acto de toma de posesión de cargos institucionales no haya objetos, símbolos y fórmulas pertenecientes a alguna confesión religiosa
2.    Que en el caso de haber por imposición símbolos o ritos confesionales en el acto de posesión de cargos institucionales, se decida no tomar posesión del propio cargo en ese acto
3.    Que en el caso de darse por imposición símbolos o ritos confesionales en el acto de posesión de cargos institucionales y haber decidido no tomar posesión del propio cargo en ese acto, se reclame otro acto de posesión del propio cargo exclusivamente aconfesional
4.    Que las celebraciones y ceremonias públicas  sean aconfesionales
5.    Que en los lugares pertenecientes a la institución para la que se haya sido elegido no haya ningún símbolo confesional
6.    Que en las celebraciones privadas confesionales no haya presencia de cargos públicos del Estado, en calidad de tales y en cualquiera de sus niveles.
7.    Que los representantes del pueblo, elegidos por el pueblo, declaren y proclamen públicamente su voluntad firme e incondicional de llevar a cabo todas estas propuestas, en la medida y en el nivel que correspondan a su cargo
No es preciso ser un lince para constatar de inmediato que ambos Partidos han incumplido su compromiso de llevar a cabo y hacer realidad todas y cada una de las propuestas del Manifiesto que firmaron y prometieron cumplir.
Lamentablemente, se trata, sin duda, de una decepción para el pueblo zaragozano y para toda la ciudadanía que aspira y lucha por la consecución de un Estado laico y aconfesional.
Para compensar algo esta mala noticia, Federico Escobar, hasta ahora concejal por IU en el Ayuntamiento de Sabiñánigo, comunica que
"Toma de posesión de cargos públicos en Sabiñánigo sin símbolos religiosos. Por primer año, todos los concejales y concejalas han prometido o jurado ante la constitución sin solicitar ningún símbolo religioso. Algo que parece normal es noticia por ser la primera vez en la historia de nuestra ciudad. Felicidades a todos"
A esta bocanada de aire fresco proveniente de Sabiñánigo, se unen hechos similares en Rivas Vaciamadrid y otras localidades españolas.

miércoles, 8 de junio de 2011

El sufrimiento de las mujeres

Publicado hoy en El Periódico de Aragón
 
Más allá de la saturación política de las últimas semanas, palpita en carne viva, como eterno retorno de lo mismo, el sufrimiento de las mujeres. Emergen a la superficie de los noticiarios las asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, pero miles de mujeres más sucumben diariamente a las palizas, las amenazas, las humillaciones, las vejaciones, las violaciones y el acoso expreso o encubierto de sus verdugos. En lo que va de año han muerto ya 28, y sobrevive a su infierno una multitud anónima de mujeres desdichadas, temerosas, víctimas del macho que les ha tocado en desgracia. Viejas y jóvenes, de todos los estratos sociales, que se han atrevido a denunciar o guardan silencio, que aguantan por los hijos, por la incertidumbre ante el futuro, por miedo, por falta de recursos, por depresión, por desesperación. El delito cometido es ser mujer. Más allá de la saturación política de estas últimas semanas, no debemos olvidar el sufrimiento de tantas mujeres.
De paso, tampoco podemos olvidar el punto exacto donde se originan los bienes y los males de una pareja: dos personas se quieren porque quieren; dos personas deciden compartir sus vidas porque libremente quieren. Por eso pronunciaron en la intimidad y en público ese “sí, yo quiero” o “sí, yo acepto”. El amor solo sabe vivir en libertad y muere sin ella. Más allá de las etiquetas oficiales, dos personas se quieren porque quieren libre y responsablemente quererse (perdón por el galimatías). Y así ha de ser cada día, cada instante, mientras perdure el amor. Quieren quererse sin dueños, sin amos, sin el peso muerto de los prejuicios que consolidan a priori las desigualdades y los desequilibrios.
El punto exacto donde se origina una pareja es ese (perdón otra vez por la aparente jerigonza) “te quiero porque quiero”. Jamás debería perderse de vista este comienzo original del amor y de la convivencia: dos personas viven juntas y comparten sus vidas no porque así conste en un documento o por la fuerza de la inercia cotidiana, sino porque cada una de esas personas quiere, superando la idea de que se es posesión de alguien, pues en tal caso la libertad quedaría anulada o asfixiada por la voluntad del presunto dueño; por lo general, el macho, en cueros vivos o maquillado mediante alguna suerte de artilugio políticamente correcto.
De hecho, no se puede poseer a alguien. Poseo bolígrafos y tenedores, servilletas y armarios roperos, coches y calendarios. La persona querida, en cambio, siempre es ella, otra, fuera de mi alcance real, de mis previsiones y suposiciones. Por eso la persona celosa se rompe una y otra vez la crisma contra el muro de la libertad del otro. Puede quizá llegar a imponer dictatorialmente sus reglas y sus fantasmas interiores, pero no puede obligar a querer, a amar, a que cada cual disponga de un reducto infranqueable donde vivir y soñar y desear como quiera, cuando quiera  y a quien quiera. El amor puede quedar transformado en afán delirante de posesión a cualquier precio, sin excluir la aniquilación o el maltrato del otro. La única conquista posible para el celoso se reduce entonces a la toma por la fuerza, a la amenaza, al tormento. Frente a todo ello y sin incurrir en tópicos, la esperanza reside solo en una buena educación.
Educar no consiste solo en alimentar o instruir. O el niño y el joven respiran desde el albor de su consciencia el aire del respeto, la libertad y la confianza, o el sufrimiento de las mujeres está condenado a seguir anclado en la fugaz superficie de la crónica de sucesos. Se debe educar siempre y en todas partes: en la escuela y en la casa familiar, en la calle y en los medios de comunicación. O se metaboliza desde la más temprana edad el amor en la libertad y la libertad en el amor, o los discursos y los consejos entrarán por un oído y saldrán por el otro.
Desde esa educación real va formando parte de la propia carne que el amor solo sabe ser  libre, de tal forma que se ama y se es amado por la necesidad  de vivir mejor, de sentirse mejor, por placer, por gusto, como efusión vital de uno mismo en el ser amado. Querer a otro es desear su bien. Y el bien propio lo elige libremente cada uno, en libertad incondicional Sin embargo, no son pocos los que buscan compulsivamente que les quieran como prueba de su maltrecha autoestima. Sienten de hecho tan poco aprecio por sí mismos, que quieren arrancarlo por la fuerza, a base de insultos y golpes.
A costa del sufrimiento de las mujeres.