martes, 28 de septiembre de 2010

Huelga general


Con el paso de los años veo caer lenta e inexorablemente las hojas de mi árbol, el otoño avanza y, como el viejo chopo de Lorca, mis ramas están desnudas y sin nidos. Dicen que los años confieren sabiduría y experiencia, pero sin acudir al artilugio socrático del “solo sé que no sé nada”, cada vez tengo mayor conciencia de todo lo que no sé. Sé, al menos, plantearme una pregunta: huelga general. ¿Y, si no, qué?
No voy a hacer una proclama a favor de la huelga general. Sé que la única huelga certera tendría que ser mundial y capaz de echar por tierra un sistema económico y financiero que, sobre los principios del neoliberalismo, ha conducido a esta crisis mastodóntica y mantiene en el hambre y la miseria a buena parte de los seres humanos.  Creo que esta huelga general debería haberse producido mucho antes, pues no se trata solo de oponerse a la reforma laboral que nos impone el Gobierno socialista, sino de enfrentarse critica y activamente a un sistema capaz solo de proporcionar bienestar a costa del malestar ajeno y acumular riqueza en beneficio de pocos y en detrimento de la mayoría. No logro reconocer ya el rostro de los actuales sindicatos, demasiado acomodados al sistema, demasiado cómodos en sus sedes y despachos y poco combativos en la calle. Tampoco me resulta fácil reconocerme ya en ellos.
Sin embargo, aún recuerdo algo de lo vivido y leído. Me adentro en la senectud, en la memoria a largo plazo que todavía me asiste y recuerdo que nada ha sido gratuito en el aquietante mundo en que vivimos. La conciencia de ser ciudadano en la Ilustración se conquistó tras años de asedio y persecución por parte del poder, y en una revolución traumática en la Francia de finales del siglo XVIII. La conciencia de clase y de explotación del hombre por el hombre costó cárcel, exilio, penuria y muerte a muchos trabajadores y a sus líderes en los dos últimos siglos de historia. Todo ello fue cohesionado por personas plenas de ideales, que antepusieron sus metas revolucionarias a su propio bienestar y al exiguo confort de sus familias. Mientras recuerdo todo eso, concluyo que es menos negativo secundar una huelga general que no hacer nada o esconder la cabeza en la arena, como tradicionalmente cuenta la leyenda sobre los avestruces.
Sé también que hace poco más de un siglo en las fábricas europeas trabajaban hombres, mujeres y niños en horarios de diez, doce y catorce horas, bajo la amenaza diaria del despido salvaje, pendiente solo de la voluntad del patrón. Se trabajaba los siete días de la semana durante los 365 días del año, mientras la salud lo permitiera, y en condiciones de espanto. Hoy nos parece ya que el fin de semana no laboral, que las vacaciones de verano, que los días festivos y los puentes a lo largo del año, que la seguridad laboral universal y gratuita, que el seguro de desempleo, que los derechos civiles, sociales y laborales, que las jornadas de trabajo intensivas y de ocho horas, que el derecho de huelga y de sindicación, que, en fin, la situación actual de la clase trabajadora, inmensamente mejor que hace poco más de un siglo, es algo natural, casi nacido por generación espontánea. Se olvida entonces que fueron miles y miles las personas que con su lucha abierta y desigual fueron arrebatando a quienes se beneficiaban enormemente de su trabajo a cambio de su simple subsistencia las condiciones de trabajo y los derechos laborales actualmente existentes al menos en los países desarrollados.
Hoy, con un Gobierno socialista tan decolorado en su socialismo, los beneficios de las grandes empresas siguen siendo enormes, los ideólogos neoliberales tratan de camuflar el rotundo fracaso de su sistema, su mercado y sus axiomas, y se envalentonan en un mundo cada vez con menos oposición, cuando en realidad los únicos que están pagando la crisis son los trabajadores, los que menos tienen. Hoy están en trance de recorte sustancial el estado de bienestar adquirido y algunos derechos laborales básicos de los trabajadores, mientras en muchos hogares reinan el desaliento, la pasividad y el miedo al despido o a perder el puesto de trabajo o el seguro de desempleo. Ante tal panorama, queda un camino digno y coherente: apoyar la huelga general, secundarla desde las circunstancias personales y laborales de cada caso. De lo contrario, lanzaremos un nítido mensaje a quienes hurgan y urden en este amasijo de detritus y cadáveres en la cuneta, que ahora llamamos “crisis económica”: seguid así, tenéis las manos libres para seguir haciendo lo que os dé la gana.
Solo me queda una espina clavada en el cerebro: nadie se acuerda de los miles de millones de seres humanos que mueren en el mundo subdesarrollado de hambre, de roña y de explotación. ¿Nunca habrá huelga general para ellos, por ellos?

viernes, 24 de septiembre de 2010

Gracias

Muchas gracias a cuantos pudieron y no pudieron (aunque quisieron) asistir a la presentación de mi libro "¿dios?". Me siento abrumado y a la vez agradecido por vuentra amabilidad. Un fuerte abrazo a todas y a todos.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Entrevista en El Periódico de Aragón

Antonio Aramayona: "Me declaro agnóstico respecto del ateísmo" El título es esclarecedor: '¿Dios?' Una mirada crítica sobre las religiones. Antonio es profesor de filosofía, colaborador de este diario y miembro de la asociación MHUEL. Lo presentan hoy en Cálamo (20.30 h.)
http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=611832

lunes, 20 de septiembre de 2010

Hoy he despedido con emoción a J.A.


Acabo de estar en la Aljafería, despidiendo a José María Labordeta. He tenido el honor de abrazar y conversar un ratito con su mujer, Juana. Ha sido conmovedor y le he transmitido nuestro pesar y nuestro ánimo. Me ha contado que ha sido admirable hasta el último suspiro. Es una mujer con una gran hondura.
He transmitido también a la Directiva y a otros miembros cercanos de Chunta Aragonesista que desde el mundo laicista queremos contribuir a mantener bien fuerte el testigo que nos ha dejado Labordeta. De hecho, él nos ha dejado varios testimonios de su incondicional adhesión a la causa laicista.
J.A. Labordeta nos ha regalado una última prueba de sus valores y su coherencia: entre toda la solemnidad y la sencillez, en el marco memorable del Palacio de la Aljafería, ni un solo símbolo confesional. Así él nos proporciona un buen ejemplo de despedida y funeral laicos.
Las colas de gente esperando en la calle a despedir a Labordeta y a escribir en el Libro de Firmas era literalmente kilométrica. Al pasar junto al féretro, unos levantaban el puño, otros se santiguaban, otros pasaban en silencio y muchos lloraban.
Otro ejemplo más donde se plasma el ejercicio concreto de la auténtica libertad de conciencia de la ciudadanía.
Toda nuestra gratitud y nuestro cariño para José Antonio Labordeta.

Coda. Hace meses, coincidimos él y yo en una céntrica calle zaragozana. Nos preguntamos mutuamente por nuestra  maltrecha salud, bromeamos sobre quién enterraría a quién (por cierto, mañana lo incineran en la más estricta intimidad familiar), me repitió una vez más que leía con gusto mis artículos del Periódico, y arreglamos un poco el mundo. Me contó también que estaba acabando un libro (”Regular, gracias a Dios”, 2010), y yo le hablé del que presento el jueves. Hoy, entre las coronas de flores, le he dejado, dedicado, “¿dios?”

Hasta siempre, Labordeta

Artículo  a publicar el miércoles próximo en El Periódico de Aragón

Buenos días, José Antonio. Te escribo esta mañana de domingo, nada más enterarme de que nos has dejado esta madrugada y no llevas ya a cuestas tu mochila, tu guitarra, tu pluma y tus medicinas. Ahora te llevamos todos muy dentro, en nuestra mente y en nuestro corazón. Compañero, gracias por toda esa montaña de cosas que nos has ido regalando.
En algunas ocasiones nos hemos encontrado por la calle y hemos conversado sobre cómo nos iba. Rozábamos, casi siempre con unas gotas de humor, el tema de la salud, y nos animábamos mutuamente a mirar hacia delante. Compartimos sin edulcorantes la posibilidad del final cercano, el deterioro físico, pero enseguida sacábamos a relucir el país nuestro de cada día y los agujeros negros de una España y un Aragón aún tan confesionales. Alguna vez intentaste excusarte por no haber podido asistir, por motivos de salud, a algún acto al que el MHUEL te había invitado. Yo te cortaba enseguida y te decía que ante todo debías cuidarte y dejarte cuidar. Al final, nos despedíamos con un abrazo que, a medida que pasaba el tiempo, se hizo menos vigoroso, también más dificultoso para ti por mi silla de ruedas. Estoy convencido de que ambos pensábamos cada vez si nos estábamos dando el último abrazo.
Más allá de tus discos y tus libros, de tus años de presentador televisivo y de diputado en el Congreso, de tantas cosas buenas y valiosas que has ido desgranando a lo largo de tu vida, me quedaba patente tu humanidad: sin idealizaciones póstumas, constituías siempre un ser humano íntegro y cabal. Era muy sencillo percibirte por debajo de los papeles sociales que te tocaba desempeñar, de las etiquetas, de la fama y del aplauso. Tus palabras eran tuyas, y eras tú quien estaba delante con tu talante, tu identidad, jamás disperso en laberintos de palacio. La gente no es tonta y eso lo adivinó enseguida: cantaba tus canciones, sonreía y aprendía con tus libros, se alegraba con tus homenajes, pero sobre todo valoraba que no te traicionaste a ti mismo ni a tus ideas e ideales. No conozco a nadie que no te quiera. Ciertamente, muchos te admiran y te valoran, pero sobre todo has ganado su afecto y su gratitud. Por eso, mientras escribo estas líneas en esta mañana de domingo, sé y siento que no has muerto, pues ahora fructifica por las tierras de Aragón, en tantos aragoneses y aragonesas, todo lo que has sembrado.
Hoy nos hacemos todos beduinos, dispuestos a cruzar desiertos y pedregales, disfrutando también de tantos oasis existentes en nuestra tierra.  Hoy todos llevamos una mochila como tú, con el país a la espalda, recorriendo juntos caminos y veredas, pero esa mochila estará permanentemente abierta, como tú la dejaste, a cuantos quieran beber nuestra agua y comer nuestro pan. Hoy reclamamos el agua para los campos y el desarrollo de Aragón y nos oponemos contigo a que la rapiña y el negocio del cemento y del golf nos dejen faltos de salidas y crecimiento. Escribiremos por ti ese diario de náufrago, pasearemos contigo en las anochecidas por ese jardín de la memoria.
Ojalá hoy el Gobierno aragonés y las Cortes de Aragón reconozcan finalmente que el verdadero himno de Aragón es el Canto a la Libertad, tuyo y de todos. Cada vez que el MHUEL ha organizado un acto,  lo hemos cantado como broche final. En cada ocasión me he emocionado al cantarlo, pues ese día en que levantemos la vista y veamos una tierra donde ponga “Libertad”, nuestras instituciones públicas y los representantes del pueblo garantizarán finalmente el principio constitucional de la aconfesionalidad del Estado. Sin duda, en Aragón la Libertad de tu canción brotará en cada rincón y en cada corazón, recogiendo los anhelos y los sueños de cada uno.
También te hiciste famoso con ese “¡a la mierda!” que dirigiste  a los diputados del PP en el Congreso de los Diputados por su falta de respeto y su intransigencia. En tu nombre y en el de todos los demócratas de Aragón y del mundo, quiero ahora dirigir ese “¡a la mierda!” al oscurantismo, la caspa, el ultramontanismo, el fascismo, la explotación, la violencia, la injusta distribución de la riqueza y de la tierra, el meapilismo (perdona la expresión), la intransigencia y el fanatismo, el caciquismo, y tantas otras fétidas cavernas existentes en el mundo. Mientras lo hago, noto que sonríes.
Dentro de un rato me voy a ver la Bajada del Canal Imperial, donde vecinos y vecinas de todas las edades navegan festivamente en barcas construidas ingeniosamente por ellos mismos. Haremos por no estar tristes, te prestaremos nuestra mirada y finalmente reiremos juntos por ti. Y todo el camino que nos queda por recorrer, lo haremos en un mismo trazado para así levantar a aquellos que cayeron gritando libertad.
Hasta siempre, José Antonio. Y un fuerte abrazo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Alumnos, vasos y fuegos



Leí recientemente en las páginas de este periódico que el número de alumnos superdotados se ha duplicado en los últimos seis años en Aragón. Algún experto intentaba explicar en el artículo qué es un superdotado, pero no me quedó claro si garantizaba algo más que unas buenas calificaciones o terminar en menos años los ciclos y las etapas escolares. Tampoco están convencidas todas las familias con los programas oficiales establecidos para los superdotados, pues la mitad de las familias se niega, por ejemplo, a que sus hijos salten de curso. 
Al leer la noticia, me vino a la mente el programa televisivo Redes, de Eduardo Punset, donde hace poco se hablaba de la verdadera revolución educativa en el siglo XXI: en la escuela no solo han de impartirse conocimientos reglados y asignaturas, sino educar en la autogestión y la gestión social de las emociones. No se trata de añadir una asignatura más (Inteligencia Emocional) al currículo escolar, sino de hacer realidad que la inteligencia que piensa y conoce es siempre emocional. Como dejó escrito Montaigne, el niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender, pero tal como está hoy por hoy la sensibilidad educativa no pocos de esos superniños (de paso, todos los demás) quizá se pregunten, ya mayores y ya satisfecho el ego de sus papás, qué culpa habrían cometido para no vivir normalmente en un mundo normal entre expectativas normales. Es innegable que una persona ha de estar bien informada y dominar una serie de conocimientos y destrezas básicos para desenvolverse con holgura en el mundo personal y profesional. Sin embargo, buena parte de los conocimientos que le restan de por vida y para la vida no son de los que materialmente se ha examinado y superado curso tras curso, pues hemos podido constatar por propia experiencia que casi todos ellos se nos olvidan: no han sido interiorizados, han formado solo parte de unos apuntes y un currículum que poco o nada nos han llegado a interesar. 
Punset y los destacados catedráticos e investigadores sobre el ramo a los que entrevista hablan de que el gran olvido educativo consiste en insistir primordialmente sobre una parte de la mente (la memoria) a la que se suministran datos, dejando aparcada la persona misma que va a la escuela. El alumno es alguien que en muchos casos no sabe por qué está allí, pues las únicas motivaciones reales pertenecen a sus padres y a los mayores, es alguien que habitualmente se aburre en clase, que tiene pocas ganas de entrar y muchas de salir de la escuela, que porta dentro de sí un gran cúmulo de emociones y de condicionamientos personales y sociales que ha de borrar en cuanto empieza la clase. 
Los expertos deberían advertir no solo de la cantidad de superdotados que aún no están identificados o de lo mucho que estos se aburren en un aula “normal” u “ordinaria”, sino de lo que ocurre diariamente en ese aula, pues la inmensa mayoría de lo que allí se imparte, se hace o se dice no interesa a los muchachos –todos- a medida que van creciendo. 
Me apetece ahora repetir en esta misma página lo que a algún supuesto gurú de la ortodoxa pedagógica, que jamás ha pisado un aula de menores de dieciocho años, le parece una cretinez: se sabe y se conoce solo lo que se entiende; para entender es preciso antes atender; difícilmente se atiende si no interesa; poco o nada interesa si no mueve y remueve interiormente de tal forma que lleva a atender y a pensar. Pues bien, lejos de remover inquietudes e intereses por saber y pensar, en no pocos casos la escuela adormece.
El mundo está cambiando vertiginosamente y los niños actuales viven y crecen en ese mundo, pero la escuela parece encallada en los mismos métodos y los mismos contenidos de hace siglos. Queda la pregunta del millón: qué pretendemos en y con la escuela, qué es educación, qué y cómo y hacia dónde deseamos que vaya dirigida la formación de las nuevas generaciones. Por un aula puede pasar un chico muy listo, pero también emocionalmente desgraciado, e igualmente uno con grandes dificultades académicas, pero que se siente muy bien y se ganará bien la vida. 
El denominador común a conseguir de todos ellos no es tanto el libro de calificaciones cuanto el desarrollo armónico de toda su personalidad. Todos somos distintos, y cada uno ha de descubrir su propia senda, sus metas y su forma de intentar diariamente ser feliz, pues el objetivo último reside en llegar a ser una persona, un ser humano y un ciudadano cabales. 
Los alumnos no deben ser vasos que pasivamente reciben contenidos, tampoco fuegos encendidos desde fuera. Quieren y deben ser ellos mismos. Incluso a pesar de la escuela, a pesar de los expertos.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Un fontanero en Wall Street

Artículo a publicar el próximo miércoles en El Periódico de Aragón


Atardecía el 29 de octubre de 1929, conocido después como el Martes Negro del Crack del 29. En quiebra total la Bolsa de Nueva York, millones de personas lo habían perdido todo, aunque desconocían la amargura y la incertidumbre que aún estaban por llegar. Pocos años antes, su Presidente, Herbert Hoover, les había dicho que “la prosperidad está a la vuelta de la esquina”, y durante aquella década habían recibido créditos apenas sin fianza para comprar coches, casas, lavadoras o televisores, también para comprar acciones y hacerse mágicamente ricos en la Bolsa. Ahora estaban arruinados, hundidos, desolados, también enormemente enrabietados al saberse víctimas de la especulación financiera (seguramente, pocos aceptaban que también eran víctimas de su propia codicia). Cuentan las crónicas que aquel atardecer se agolparon miles de neoyorkinos a la salida del edificio de la Bolsa en Wall Street, desde donde pudieron contemplar una escena que centró todas las miradas: un hombre estaba en la fachada de un edificio a punto, creyeron, de arrojarse al vacío a causa de la desesperación por haberse arruinado. Allí estuvieron un buen rato, mirando y comentando, a la espera del desenlace: pensaban que era un especulador más de los que habían provocado su desgracia económica y deseaban su muerte. Sin embargo, al cabo de un rato les llegó el desencanto: aquel hombre, lejos de suicidarse, recogía sus trastos y entraba por una ventana, pues en realidad era un fontanero que estaba arreglando los canalones del edificio. Aquel atardecer el mundo les estaba resultando especialmente frustrante, pues a veces, al sufrir una desgracia, algunos buscan una desgracia ajena mayor que le sirva de relativo consuelo. Aquellas personas se dejaron llevar por su rencor y su tristeza, y vieron en aquel fontanero al hombre que deseaban: un especulador suicida. Aquellas personas miraron hacia el lugar equivocado, pues los responsables del crack financiero y económico estaban vinculados al edificio de la Bolsa, y no al rascacielos donde el fontanero desatascaba unos canalones. Hoy ocurre en nuestro país algo parecido. Un fantasma recorre el mundo: el fantasma de la crisis económica, y en España algunos se dedican a mirar un dedo que, según ellos, solo señala quién tiene la culpa de haber agravado aún más la crisis económica de su poblado o quién ganará las próximas elecciones en su aldea, si Rajoy o Rodríguez Zapatero: el primero dice tener una varita mágica, nunca públicamente mostrada, capaz de sacarnos del embrollo económico, mientras ZP balbucea en soledad fórmulas que ya pocos creen. Miran y remiran el dedo, esperando que uno u otro caiga al vacío, culpable de haberles causado tanta desventura. En realidad, ignoran que Rajoy y Zapatero son solo unos currantes, unos mandados, que ni han pinchado y cortado, ni pinchan ni cortan, ni jamás pincharán y cortarán sin autorización de los dueños del corral. El dedo señala que el Gobierno español se propone empezar a salir del pozo ahorrando 15.000 millones de euros mediante recortes a troche y moche, pero apenas nadie recuerda ya que en Estados Unidos y la Unión Europea se gastaron muchos miles de millones de dólares, libras esterlinas y euros provenientes del dinero público (de los contribuyentes) para la compra de activos basura a los Bancos para salvarlos de la quiebra y para los sucesivos planes de rescate financiero. Siempre quedan ocultos tras el dedo los especuladores, los manipuladores, los trileros de las finanzas en el parqué y en la Red, las sanguijuelas del pueblo, los sapos iscariotes que todo lo engullen en su propio beneficio. Son el dedo mismo. Lo paga el pueblo, todo lo paga en pueblo, pero el rico sigue siendo tanto o más rico que antes de la crisis económica. El dedo señala que el enorme número de parados está prácticamente estancado en nuestro país, pero no que no hay una sola gran empresa financiera o de servicios que haya tenido pérdidas. Y lo peor es que pocos tienen conciencia del trajinar de ese dedo, pues por algo se tiene televisor, sobre todo si tiene HD. Volviendo a 1929, J.D. Rockefeller, el hombre más rico del mundo, había perdido el 80% de su fortuna, lo cual molesta, pero no inquieta sobremanera ni lleva a las colas de paro o a las casas de beneficencia. Hoy algunas fuertes empresas, principalmente del sector de la construcción, han cerrado y los trabajadores se han quedado en la calle, pero no se conoce una sola gran fortuna que no siga viviendo a tutiplén con el riñón bien cubierto gracias a algún paraíso virtual. El dedo no solo no señala hacia la ética, sino que la oculta a las miradas. Sin embargo, los verdaderos responsables de la crisis económica deberían estar en la cárcel, juzgados y condenados, en vez de estar señalando a todos con su dedo hacia dónde hemos de mirar.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Otro timo del tocomocho a la ciudadanía


Una ermita ha sido restaurada en la localidad turolense de Andorra. Ha costado 124.700 euros a cargo del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE). Es decir, lo hemos pagado todos los aragoneses, todos los españoles. Sin embargo, es de temer que ocurra como con el resto de las obras de restauración de los bienes inmuebles de la iglesia católica: lo paga la ciudadanía española, pero es propiedad de la iglesia católica, cuyo estatuto legal y jurídico es algo más que ambiguo: ¿acaso no se están reclamando desde hace muchos años desde Aragón unos “bienes sacros”, ahora en Cataluña, cuya propiedad solo ha sido, es y será de la iglesia católica? Para colmo, el Gobierno de Aragón corre a cargo de un Museo para acoger estas y otras piezas “sacras”, cuya propiedad y gestión también corresponden a la iglesia católica.
A la inauguración asistieron la subdelegada del Gobierno en Teruel, María Victoria Álvarez, el arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, y las autoridades locales. Es decir, por enésima vez, se trata de un acto confesional en torno a un objeto de culto confesional al que asisten las instituciones públicas del Estado, en contra del artículo 16.3 de la Constitución.,

viernes, 3 de septiembre de 2010

Presento un nuevo libro...

La librería Cálamo y los Libros de la Catarata
tienen el placer de invitarle a la presentación del libro
¿dios?
de Antonio Aramayona
El acto tendrá lugar el jueves 23 de septiembre a las 20 horas en la librería Cálamo de Zaragoza
Intervendrán:
Francisco Goyanes, director de la librería Cálamo
José Luis Rodríguez, catedrático de Filosofía de la Universidad de Zaragoza
Antonio Aramayona, autor de libro
Librería Cálamo
Plaza San Francisco, 45. 56006 Zaragoza Jueves, 23 de septiembre de 2010 a las 20 horas.

Es verdad