lunes, 20 de septiembre de 2010

Hoy he despedido con emoción a J.A.


Acabo de estar en la Aljafería, despidiendo a José María Labordeta. He tenido el honor de abrazar y conversar un ratito con su mujer, Juana. Ha sido conmovedor y le he transmitido nuestro pesar y nuestro ánimo. Me ha contado que ha sido admirable hasta el último suspiro. Es una mujer con una gran hondura.
He transmitido también a la Directiva y a otros miembros cercanos de Chunta Aragonesista que desde el mundo laicista queremos contribuir a mantener bien fuerte el testigo que nos ha dejado Labordeta. De hecho, él nos ha dejado varios testimonios de su incondicional adhesión a la causa laicista.
J.A. Labordeta nos ha regalado una última prueba de sus valores y su coherencia: entre toda la solemnidad y la sencillez, en el marco memorable del Palacio de la Aljafería, ni un solo símbolo confesional. Así él nos proporciona un buen ejemplo de despedida y funeral laicos.
Las colas de gente esperando en la calle a despedir a Labordeta y a escribir en el Libro de Firmas era literalmente kilométrica. Al pasar junto al féretro, unos levantaban el puño, otros se santiguaban, otros pasaban en silencio y muchos lloraban.
Otro ejemplo más donde se plasma el ejercicio concreto de la auténtica libertad de conciencia de la ciudadanía.
Toda nuestra gratitud y nuestro cariño para José Antonio Labordeta.

Coda. Hace meses, coincidimos él y yo en una céntrica calle zaragozana. Nos preguntamos mutuamente por nuestra  maltrecha salud, bromeamos sobre quién enterraría a quién (por cierto, mañana lo incineran en la más estricta intimidad familiar), me repitió una vez más que leía con gusto mis artículos del Periódico, y arreglamos un poco el mundo. Me contó también que estaba acabando un libro (”Regular, gracias a Dios”, 2010), y yo le hablé del que presento el jueves. Hoy, entre las coronas de flores, le he dejado, dedicado, “¿dios?”

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