lunes, 27 de abril de 2009

Responsabilidad personal en las torturas


Artículo a pubicar el 29 de abril en El Periódico de Aragón

Desde hace tiempo se está discutiendo si van a ser enjuiciados los responsables de las torturas infligidas en Guantánamo. Al juez Garzón le han parado los pies en ese intento, pues bastante tiene ya el gobierno de ZP con el enfado de Obama y su corte por la salida de las tropas españolas de Kosovo. El propio Obama ha sido el primero en sacar el asunto a la luz pública, si bien afirma a renglón seguido que no hay que mirar al pasado, sino a las amenazas reales que afectan a la seguridad de los Estados Unidos (el terrorismo internacional y Al Qaeda, al igual que antes lo fue el comunismo, constituyen el subterfugio más manido para infundir miedo a la población, y para hacer y deshacer al antojo de los intereses del poderoso). Precisamente altos cargos de la administración norteamericana Bush (Rice, Cheney, Rumsfeld) se han basado en el terrorismo internacional para justificar las torturas de Estado. Sin embargo, apenas se aborda un asunto fundamental: cuál es el criterio para determinar quiénes son o no son responsables de los malos tratos en Abu Graib, Guantánamo y otras prisiones clandestinas.

En la década de los 60 el psicólogo Stanley Milgram realizó un conocido experimento sobre la obediencia a la autoridad, en el que los sujetos del experimento debían aplicar descargas eléctricas de 15 a 450 voltios a medida que la persona a la que supuestamente se le medía su capacidad de memoria y aprendizaje iba fallando respuestas (en realidad, se trataba de un cómplice del experimentador que simulaba magistralmente con gritos y quejidos el dolor provocado por las supuestas descargas). Pues bien, el 65% de los participantes llegaron a aplicar la descarga de 450 voltios y ninguno se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios, sobre la base de la autoridad científica o las órdenes directas del director del experimento. En resumidas cuentas, se limitaron a obedecer órdenes y a llevarlas a cabo sin más cuestionamientos.

En muy pocos casos aparecieron planteamientos éticos. Ninguno de los participantes exigió el cese de tales sesiones experimentales o pasó al recinto donde se hallaba la víctima de los experimentos para preocuparse por su estado sin antes pedir permiso para ello, pues la responsabilidad y los cuestionamientos morales se descargaban sobre el investigador, que pagaba y ordenaba, y quien aplicaba las descargas se limitaba a obedecer órdenes.

En esa obediencia ciega la persona que obedece se transforma en un mero instrumento que lleva a cabo los planes de otra persona, y, por consiguiente, no se considera responsable de sus actos. Más aún, considera que su deber es acatar y ejecutar las órdenes. Al obedecer la orden de forma incondicional se produce una total enajenación de la persona como sujeto de decisiones y responsabilidades éticas, pues se supone que la responsabilidad de sus actos recae en los superiores jerárquicos que dictan las órdenes.

No es de extrañar entonces que se generen así ámbitos importantes de la vida personal y social que parezcan exentos de cuestionamientos éticos personales. Solo se necesita una estructura de mando incuestionable y un eslogan utilizado como intocable tótem sagrado (patria, defensa de la libertad, lucha contra el mal…). Sobre estas bases, un piloto de combate conoce los efectos de una bomba de napalm o de racimo, pero no dudará a la hora de arrojarla donde le hayan ordenado. Un agente empleará los métodos que le hayan dictado para torturar a un prisionero, pues cree que la información que sonsaque servirá para evitar posibles males futuros para la nación. Un soldado irá a Afganistán o adonde le ordenen con armas sofisticadas, aunque no sepa realmente por qué y para qué, pues finalmente queda convencido de que acude como ayuda humanitaria y para combatir el terrorismo internacional, al margen de los intereses petrolíferos y financieros del mundo rico.

Vivimos inmersos en la dinámica creciente de una cómoda enajenación de las responsabilidades personales. En la escuela se incentiva al alumno que mejor reproduce las pautas de comportamiento esperadas y los contenidos curriculares impartidos, pero apenas son atendidos los cuestionamientos personales y la formación de un criterio propio e inalienable para percibir, comprender y afrontar el mundo y la vida. En la sociedad se anestesia la mente de la ciudadanía por medio del tener y del consumir, y el mundo globalizado proporciona automáticamente la forma de que cada cual pueda designar cómodamente a un culpable, dejando de lado su propia responsabilidad personal.

lunes, 20 de abril de 2009

Duelos, despedidas, exequias civiles


Artículo a publicar el miércoles 22 de abril en El Periódico de Aragón

Mi amigo Fernando estaba el otro día muy contento: tras mucho bregar, su propuesta de creación de un servicio funerario público y gratuito para duelos y despedidas laicos en el cementerio zaragozano de Torrero podría ser tomada finalmente en consideración por los organismos municipales correspondientes. No se trata, explica Fernando, de arrebatar ningún local destinado hasta ahora a ceremonias fúnebres religiosas o querer aprovecharlo solo ocasionalmente para ceremonias laicas, sino de que la ciudad tenga un sitio permanente para despedir civilmente a familiares y amigos, lo cual es ya una demanda socialmente demandada y aceptada sin reparos.

Hay una Normativa Municipal que regula el cementerio de Torrero y un concejal, Laureano Garín, a quien le incumben institucionalmente estos asuntos, pero hasta hoy no se contempla en ese Reglamento la posibilidad de celebrar allí duelos y despedidas laicos, sino solo de “realquilar” para tal fin una de las “capillas” existentes (casualmente, la más pequeña), donde están presentes habitualmente los símbolos religiosos pertinentes para la celebración de funerales católicos.

Por el momento, tampoco existe en el cementerio otro personal destinado a la celebración de funerales que un Capellán católico, nombrado por el Ayuntamiento, quien, según el artículo 78 del citado Reglamento Municipal, “no consentirá otro acto público en dicha capilla que la misa y el rezo del Santo Rosario y los responsos que se le encarguen permitiendo orar en ella a cuantos quieran mientras se halle abierta”. Es decir, que reglamentariamente están contemplados rezos, misas, cánticos y sermones de carácter religioso, pero no la celebración de un acto laico y civil basado pura y simplemente en la vida, obras y convicciones del finado.

Fernando, además de obstinado, es un hombre optimista, y espera que le reciba pronto el Concejal Delegado de Prevención y Extinción de Incendios, Protección Civil, Mercados y Consumo y Cementerios (la asociación de competencias merecería estar en el Celtiberia Show del añorado Luis Carandell en la no menos añorada revista Triunfo). Ciertamente, sería estupendo que se ofreciese un verdadero servicio público gratuito de Duelos y Despedidas laicos a quienes lo desearen, cumpliendo así con el principio de la aconfesionalidad del Estado y sus instituciones (artículo 16.3 de la Constitución). Sería igualmente magnífico vivir en un país donde la ciudadanía tiene los mismos derechos, obligaciones, oportunidades y medios para los actos más relevantes de su vida, como es poder celebrar colectivamente la memoria de un amigo o un familiar fallecido, al margen de toda connotación confesional en el cementerio.

El pasado 14 de abril conmemoramos el aniversario de la II República española. Fue también una ocasión más para leer su excelente Constitución, cuyo artículo 27 declara que “los cementerios estarán sometidos exclusivamente a la jurisdicción civil. No podrá haber en ellos separación de recintos por motivos religiosos”. Tal artículo venía a poner remedio a un desequilibrado estado de cosas existente en España desde 1883: el 2 de abril de aquel año se estableció por una Real Orden que los ayuntamientos que fueran cabeza de partido judicial y con más de 600 vecinos debían establecer un “cementerio civil”, adosado al católico y con entrada independiente, destinado a los fallecidos fuera de la religión católica (musulmanes, judíos, ateos, suicidas, masones, anarquistas, agnósticos o comunistas…).

Todos embutidos en un mismo recinto (institucional y socialmente proscrito) para no mancillar así las tumbas de la gente de orden: buenos patriotas y buenos católicos. Tal recinto fue calificado de “civil” frente al instituido como normal y correcto, destinado a las personas de bien: el católico. Con ello, se lleva a cabo también una nueva corrupción del lenguaje, reflejo de la realidad: una parte de la sociedad, perteneciente al ámbito privado, se apropia del conjunto y lo somete a sus dictados particulares; lo civil pertenece al mundo de los marginales y por ello resultan marginados; lo civil, enfrentado a lo religioso-católico; lo civil, desaparecido.

Lo decía ya el Concordato de 1953 (artículo XXII, 1): “Queda garantizada la inviolabilidad de las Iglesias, Capillas, Cementerios y demás lugares sagrados según prescribe el canon 1.160 del Código de Derecho Canónico”. Se da por supuesto que los cementerios españoles son un lugar sagrado y católico. ¿Cambiará esta deplorable situación en virtud del principio constitucional de la aconfesionalidad de las instituciones del Estado? ¿Llevará realmente a cabo tal cometido la concejalía municipal de cementerios?

jueves, 16 de abril de 2009

De cintura para abajo


En la universidad católica de Murcia, una profesora de bioética, de nombre Gloria María, ha calificado en una reciente conferencia en el Paraninfo de la universidad de Alicante la homosexualidad de enfermedad y perversión sexual. Según doña Gloria, los gais han de anteponer la dignidad a la libertad, por lo que deben permanecer siempre en el dique seco y no ejercer su sexualidad. Entre sus posibles causas, apunta un posible ”gatillazo” en el primer encuentro sexual (“no puede… no le sale…”, fue su expresión literal) o una compensación de la soledad o de otras frustraciones. Doña Gloria considera además que ese gatillazo puede reportar daños considerables “sobre todo si es chico”, quizá porque considera que la sexualidad de la mujer es de inferior calibre y menor consideración.
Doña Gloria repitió igualmente los argumentos tradicionales, que hunden sus raíces en la más genuina escolástica medieval, para rechazar la homosexualidad desde la moral católica: los actos de los gais son desviados, desordenados, al ser contrarios a la ley natural, pues cierran la sexualidad a la vida. Ahora bien, como no es una dolencia de etiología genética, ofrece consuelo a los gais: “se puede arreglar”, afirma, “puede haber una solución, aunque sea complicado”. Sorprendentemente, doña Gloria olvida de paso la verdadera enfermedad sobre este tema, que además atenta contra los derechos fundamentales de las personas: la homofobia.
Para acabar de arreglar las cosas, doña Gloria aborda un segundo tipo de perversiones: la masturbación, que, según ella, se debe también a la errada compensación de frustraciones infantiles cometida por niños que deben pasar solos muchas horas al día, porque sus papás trabajan. Total, que por “tonterías” tales como que les hayan quitado la merienda en el cole o que no les haya hecho caso algún compañero, llegan a casa y se ponen manos a la obra, “descubriendo el placer con su propio sexo”. Al cabo del tiempo, pueden ir a otra casa, hacer lo mismo y ¡zas!, ya está montado otro caso de perversión homosexual o bisexual.
Sin embargo, a muchos no les salen las cuentas, pues, haciendo memoria, es imposible que les hayan robado tantas veces la merienda en el cole para perpetrar tantos y tan perversos actos solitarios. Seguramente, doña Gloria, entre otras cosas, premio nacional de la Asociación Nacional de Farmacéuticos Católicos y Orientadora Familiar por la Universidad de Navarra, quizá no fue muy ducha en estas lides durante su pubertad y adolescencia como el común de los pervertidos.
Cuando una religión se consolida institucionalmente, sus jerarcas han conseguido constituirse en importante grupo de presión y su ideario ha penetrado hondamente en muchas de las costumbres y estratos de la sociedad, los dogmas pasan a segundo plano, y lo que realmente entra en juego es la moral como instrumento de poder y dominación. No se discute ya sobre cómo puede el dios cristiano ser uno y tres a la vez, o si el judío Jesús de Nazaret tiene dos naturalezas y una sola persona o qué es eso del pecado original, cuando el mito de Adán y Eva ya no lo sostienen ni los ortodoxos más cerriles. De hecho, si desde la religión se intentase explicar al pueblo alguno de estos supuestos dogmas, se produciría la fuga de buena parte de sus adeptos. Pasando al campo de los monoteísmos, nadie discute si el verdadero profeta es Moisés, Jesús o Mahoma o cuál es el auténtico Libro Sagrado revelado por el dios respectivo, sino que se discute principalmente sobre burkas, preservativos, carne de cerdo, masturbación, aborto, homosexualidad…
La perspectiva moral ha sustituido a la dogmática en las religiones monoteístas, pero siempre en cotas bien determinadas: sus morales dirigen sus cañones ante todo hacia la zona corporal de cintura para abajo: están obsesionadas con el sexo, con la emergencia de la mujer al plano de la libertad y la igualdad, con cuanto sobrepasa sus escleróticos esquemas mentales. Apenas hacen mención a la ecología, a las guerras neocoloniales, a la carrera de armamentos, a la explotación laboral infantil, a los crecientes desequilibrios económicos y sociales en el mundo, a las hambrunas, a los derechos humanos, a los paraísos fiscales, a las dictaduras… Solo parece importarles la moral de cintura para abajo. Y para colmo, confunden sexualidad con tosca genitalidad y vinculan placer sexual con reproducción.
Los judeocristianos tienen un problema añadido: cómo explicar que su dios instaló a su pueblo elegido en la única zona de Oriente donde no hay petróleo.

jueves, 9 de abril de 2009

Presentación MHUEL


Con motivo de su presentación oficial como Asociación, MHUEL, Movimiento hacia un Estado laico, invita a todos los simpatizantes e interesados al acto de aserción del laicismo y de un Estado laico, que tendrá lugar el martes, 14 de abril a las 19:30 horas,

Lugar: CENTRO CÍVICO UNIVERSIDAD.

C/ Violante de Hungría, nº 4. Autobuses. 20, 29, 30, 35, 40, 42

Intervendrán en dicho acto las siguientes personas:

D. Luis Montes, anestesista del Hospital Severo Ochoa de Madrid.

D. José Antonio Labordeta, escritor, cantautor y exdiputado.

D. Federico Escobar, concejal de IU en el ayuntamiento de Sabiñánigo.

D. Antonio Aramayona, coordinador de Mhuel.


Para más información: mhuelaicismo@gmail.com

Pues si, así fue

lunes, 6 de abril de 2009

Tradiciones y equinoccios


Artículo a publicar el 8 de abril en El Periódico de Aragón

Estamos en lo que tradicionalmente se denomina en algunos países occidentales “semana santa”, es decir, la semana que acaba en el domingo siguiente a la primera luna llena tras el equinoccio primaveral. Por eso varía tanto de año en año (del 22 de marzo al 25 de abril). Por eso también las vacaciones del segundo trimestre del calendario escolar están sujetas a tales vaivenes, tan poco racionales.

La celebración viene de lejos: desde hace varios milenios, en muchas culturas se celebraba una fiesta de varios días para conmemorar el paso del invierno a la primavera. De hecho, sigue siendo aún tradición comprar y comer el “huevo de pascua”, símbolo de la salida o resurrección de la nueva vida, siguiendo así la estela de otros muchos pueblos que desde hace miles de años han adorado al huevo como símbolo universal de la vida: chinos, egipcios, romanos, galos, persas, hindúes…

En España, bastantes aprovechan para tomarse unos días de descanso, a ser posible fuera de su lugar de residencia, por lo que ya son tradicionales las colas de salida y entrada de coches en las carreteras de las grandes ciudades. Otros asisten como espectadores o devotos o cofrades a las procesiones católicas, pues en el mundo cristiano se rememora la muerte y la resurrección de Jesús de Nazaret, conectando también este caso directamente con otras muchas culturas milenarias.

Por ejemplo, hace más de 4.000 años, se celebraba en Frigia un “viernes negro”, en el que Attis fue crucificado en un árbol, del que manó su sangre para redimir la Tierra. Tres días después (=del equinoccio de primavera, el 25 de marzo), resucitaba. En la mitología griega, Dionisos se levanta de entre los muertos el 25 de marzo. Hace más de 6.000 años, se celebraba también por esas fechas que Horus resucitó al tercer día de haber sido enterrado en una tumba, tras haber sido crucificado entre dos ladrones. Y en la India, se conmemora que a la muerte de Krishna el sol se oscureció, y que Krishna resucitó a los tres días y ascendió al cielo a la vista de muchos. También resucitan al tercer día de su muerte Mitra de Persia y Prometeo de Grecia.

A veces algunos enseñan y muchos creen que las propias tradiciones constituyen una novedad en la historia de la humanidad, cuando lo que hacen es celebrar unos ciclos estacionales y unos hechos simbólicos que los seres humanos han atribuido a sus respectivos dioses desde tiempos remotos. No obstante, las tradiciones son respetables y forman parte del acervo cultural de cada pueblo. A esas tradiciones históricas acude, por ejemplo, el Alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, para justificar la presencia de la Corporación Municipal en determinadas procesiones y solemnidades católicas, así como también la presencia de un crucifijo en el salón de plenos del Ayuntamiento. De hecho, ha vuelto a convocar a sus concejales a la procesión del Viernes Santo, donde, “con traje oscuro, corbata y guantes negros, banda e insignia de concejal” desfilarán durante varias horas por las calles de Zaragoza, tras el paso de las últimas cofradías, del colegio notarial y de la habitual policía municipal engalanada. Finalizada la procesión, y ya dentro de una iglesia, besarán al Cristo Yacente de una determinada Hermandad de la ciudad.

Ni que decir tiene que el señor Belloch, al igual que las personas que forman parte de la Corporación municipal, son muy libres de asistir a los actos y festejos que les plazcan, siempre que lo hagan a título personal. Otra cosa bien distinta es que acudan como munícipes, es decir, como representantes de toda la ciudadanía zaragozana, a un acto confesional, pues en tal caso entran en abierta colisión con la aconfesionalidad del Estado, declarada en el artículo 16.3 de la Constitución española.

Algo parecido ocurre en la ciudad de Toledo, donde la asociación Alternativa Laica ha presentado un recurso contencioso-administrativo contra su Alcalde, Emiliano García-Page, del PSOE, por seguir cumpliendo con la tradición de jurar de forma solemne y bajo la autoridad eclesiástica el dogma católico de la Inmaculada Concepción en el monasterio de San Juan de los Reyes.

Regresando a Zaragoza, otros se han estado preguntando por qué Braulio, obispo de Zaragoza en la época visigoda, es patrono de la Universidad Pública de la ciudad, cuando esta cuenta con el Nobel aragonés Santiago Ramón y Cajal, que estudió y enseñó en esa universidad. Se preguntan incluso por qué tiene que haber patronos en alguna parte.

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