Artículo a publicar el miércoles, 27 de octubre, en El Periódico de Aragón
Una de las vacunas más eficaces que se han administrado a la ciudadanía española es la vacuna contra la corrupción. De hecho, cae diariamente sobre nuestras cabezas una catarata de noticias sobre políticos, empresarios y dirigentes corruptores y corruptos, pero parece que la reacción más común es ya un resignado encogimiento de hombros, acompañado de unos segundos de mascullar que todos los políticos son iguales. Y después, seguimos viviendo y haciendo como si nada hubiera pasado. Es decir, que la vacuna contra la corrupción (más concretamente, contra el hecho y las noticias sobre corrupción) es de una innegable eficacia.
A modo de ejemplo, apenas se habla ya del caso La Muela, que hace pocos meses ocupaba los principales titulares de los medios de comunicación. Al parecer, nadie ha trincado, nadie ha choriceado, nadie ha amasado fortunas de la nada, nadie ha apañado desde su sillón laberínticas autopistas hacia la corrupción. La alcaldesa M.V. Pinilla ha regresado al puesto y al mando, Boné, Biel y el PAR entero no son responsables de nada, sus socios de Gobierno siguen sacudiéndose el polvo que ha ido llegándoles con tanta corrupción y tanta corruptela como se había informado antes a bombo y platillo. Nadie mira. Nadie escucha. Nadie dice nada. Y la ciudadanía aragonesa también parece haber perdido la memoria.
Ocurre tres cuartos de lo mismo con el caso Gürtel. Cada día nos abordan noticias nuevas sobre corrupción en las filas del PP, que hablan de millones de euros en los bolsillos de particulares y seguramente en las arcas del Partido, que nos machacan con coches, trajes, visitas del Jefe Supremo católico a Valencia, urbanizaciones… Sin embargo, salvo algún que otro cese de opereta, nadie parecer darse por concernido entre las aguas fecales de la corrupción y nada parece poder ocurrir para sajar quirúrgicamente la gangrena de tanta putrefacción. Rajoy y Correa, Aguirre y Camps, el Bigotes y el Sastre van desfilando día tras día, mientras proclaman su completa inocencia e incluso optan por señalarse como víctimas de conspiraciones y maniobras arteras de jueces, fiscales, medios de comunicación y adversarios políticos. Entretanto, una parte de la ciudadanía mira hacia otro lado con asco, indiferencia o cabreo, mientras otra parte reacciona como si de forofos del balompié se tratara: pase lo que pase, culé o merengue hasta el final; pase lo que pase, PP o no PP hasta la consunción final.
Y, sin embargo, por el camino se ha ido olvidando la peor de las corrupciones: la corrupción de la mente, de la conciencia, de la coherencia ética, de la decencia personal. Muy probablemente, para introducirse en el pantanal de la corrupción económica y política es preciso haberse hecho antes un harakiri interior, de tal modo que aquello que identifica directamente como persona y como ser humano haya ido muriendo por asfixia, por renuncia a ser uno mismo, por abandono del principio constitutivo mismo de la propia humanidad, de lo que nos define como seres humanos, libres, responsables, solidarios, con criterio propio, participantes de un camino y unas metas en lo personal y en lo colectivo.
Unos cuantos cientos de miles de euros conseguidos por medio de chanchullos, tejemanejes o gatuperios agrandan el bolsillo, pero por ellos ha de pagarse un alto precio: el precio de uno mismo (aunque no se quiera reconocer, aunque estas mismas palabras parezcan a algunos una macanada). La corrupción, la peor de las corrupciones, es la de uno mismo. Corrompe en su propia identidad al dirigente corrupto, así como también –eso es lo más grave- la idea misma que el pueblo debería tener de lo público, de la responsabilidad pública. Corrompe incluso la consciencia misma de la propia putrefacción interior, pues de eso ya se encarga el propio corrompido, así como también la manipulación informativa y el sistema mismo de enseñanza, al que educar, formar e instruir la conciencia, la libertad y la responsabilidad de las generaciones jóvenes no le parece de su incumbencia.
A todo esto, José María Aznar ha sido nombrado catedrático de la Universidad Católica San Antonio (UCAM), donde dirigirá la cátedra "Ética, Política y Humanidades". Prietas las filas, FAES, PP, Iglesia Católica, movimiento neocatecumental (versión integrista y fundamentalista del catolicismo al que pertenece esa universidad) y derechona celtibérica en general han acordado que Aznar aleccione sobre política “a través del mundo cristiano”. Quienes más abogan a gritos y en la calle por la moralidad de las ideas y las costumbres son también los más interesados en mantener al pueblo alejado de la libertad y las libertades, del tipo de ciudadano que actúa, piensa, decide y es desde sí mismo y por sí mismo.
Eso forma parte también de la peor de las corrupciones.
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