martes, 20 de noviembre de 2007

Día Mundial de la Infancia

Me viene a la mente un conocido texto de "Los hermanos Karamazov", de Fedor Dostoievski. No requiere más comentarios.

“Detenernos en los sufrimientos de los niños... A ellos se les puede querer incluso de cerca, e incluso cuando están sucios o cuando son feos (aunque me parece que los niños pequeños no son feos nunca). Puede que los adultos sean malos, que lleven sobre sí el peso de una grave falta, de haber comido la manzana del árbol de Bien y del Mal, pero los niños no han comido nada de eso y aún no son culpables de nada. Un inocente no puede sufrir por otra persona, y mucho menos semejantes inocentes. La crueldad y ferocidad humana puede llegar a ser injusta y altamente ofensiva para las fieras. Si el demonio no existe, si es tan sólo una invención del hombre, éste lo ha creado a su imagen y semejanza El Universo entero y la infinita sabiduría que en él pueda encerrarse no valen las lágrimas de esa niña pequeñita que llama a ´su padrecito Dios´. Atiende: si todos hemos de sufrir para ganara con nuestros sufrimientos la eterna armonía, ¿para qué meter en ello a los niños? ¿Por qué deben comprar a ese recio la eterna bienaventuranza, si son completamente inocentes? ¿Por qué deben servir de cimientos para la armonía futura? La armonía universal no vale ni la más pequeña lagrima de uno solo de los niños. Y si los sufrimientos de los niños han servido para pagar, junto con otros pesares, el precio necesario para conseguir la verdad, entonces declaro, ya desde ahora, que esa verdad en su dimensión total no valía tal precio. No quiero esa armonía, no la quiero, por amor a la Humanidad. Por eso me apresuro yo a devolver mi billete de entrada. Si quiero ser honrado, me veo en la obligación de devolverlo lo más pronto posible, y esto es lo que hago. No es que no admita a Dios, querido Aliocha. Tan sólo me contento con devolverle respetuosamente mi billete”.

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