lunes, 29 de agosto de 2011

La nobleza celtibérica y la boda de la anciana

Artículo a publicar el miércoles en El Periódico de Aragón
 Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba, se casa. Se casa por tercera vez una de las fortunas más grandes de España, con sus numerosos palacios, propiedades territoriales e inmobiliarias, colecciones de arte, sociedades y participaciones bursátiles. Solo en tierra posee unas 34.000 hectáreas y, según el libro Guinness de los récords, posee más títulos que ningún otro noble en el mundo.
Su gran mérito es haber nacido en una familia multimillonaria, producto de los señoríos jurisdiccionales o donaciones hechas por los monarcas a nobles y clérigos como pago o recompensa por los servicios prestados, que la Casa de Alba conservó bajo su propiedad tras la supresión de los mismos en 1812. Como la conservación de semejante patrimonio cuesta mucho dinero, ha cedido a instituciones publicas algunos palacios y castillos existentes en España para su conservación y uso. Así, por ejemplo, cedió al pueblo zaragozano de Épila el por entonces deteriorado palacio de los condes de Aranda por el precio simbólico de una peseta con la consiguiente obligación de conservar bien el edificio y habiendo desalojado previamente la colección de pinturas, muebles, vajillas, carruajes y trajes del rey Alfonso XIII que había en el palacio epilense.  
No toda la ciudadanía española la admira. Por ejemplo, en febrero de 2006 el por entonces presidente de Andalucía, Manuel Chaves, la nombró Hija Predilecta de Andalucía, contra lo que protestó vehementemente el Sindicato de Obreros del Campo (SOC) a las puertas de la Real Maestranza, pues una de las mayores fortunas de España iba a disfrutar así de sustanciosos beneficios económicos sin que ello redundara en beneficio del pueblo. Al conocer los incidentes y los 14 heridos resultantes de los enfrentamientos con la policía, a Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba de Tormes, no se le ocurrió otra cosa que decir que los manifestantes eran solo “unos locos” y “unos delincuentes”. El tribunal que se hizo cargo del caso la absolvió porque no constituyen delito las ofensas a una persona jurídica, como es el SOC, si bien Cayetana tuvo que pagar finalmente una multa de 6.000 euros, por una falta de injurias.
En el mes de julio pasado, adelantó el reparto de su herencia entre sus seis hijos: 110 millones de euros a cada uno y la titularidad registral de sus bienes.  Solo ya el mayor, Carlos, como primogénito y futuro duque de Alba, recibió, entre otras muchas cosas, el enorme legado artístico de la Fundación Casa de Alba, valorado en más de 2000 millones de euros.
Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba de Tormes, se casa, y me gustaría celebrarlo confiscando todos los bienes que ella y sus allegados no necesiten para una subsistencia digna y suficiente. Como sé que la gente de orden, los leguleyos y los amantes de las tradiciones pondrían el grito en el cielo, me resta al menos la oportunidad de cuestionar el origen y la legitimidad de tales posesiones y propiedades, así como poner en duda la compatibilidad de las grandes fortunas del mundo con la realización de los derechos humanos. De paso, podríamos preguntarnos con qué derecho los monarcas han regalado lo que no es suyo y, más aún, qué derecho les asiste a ellos mismos para ocupar la Jefatura de un Estado y hacer que sus herederos, por el hecho de ser sus descendientes, reciban mágicamente los mismos privilegios.
En la Grecia clásica, noble era quien poseía la areté, es decir, la forma de ser y de obrar que se regía y tendía siempre hacia alguna virtud buena y justa. Noble era el cultivado en la verdad, la justicia, la honradez, la amistad o cualquier otra virtud. Había incluso personas excelentes en esa búsqueda y cultivo de la virtud (los aristoi), por eso Platón y Aristóteles prefieren que en las ciudades gobiernen los aristócratas, es decir, las personas excelentes y modélicas en el ejercicio del bien y la justicia.
Con el tiempo, poco a poco, fue pervirtiéndose el significado verdadera de “noble” y “aristócrata”, enterrándolo bajo montañas de títulos, posesiones y dinero de los que unos pocos disfrutaban en detrimento de todos los demás, del pueblo y de la ciudadanía.
Hemos llegado a tal punto en esa perversión que ahora parece preocupar principalmente el vestido que va a llevar una anciana en su boda y cuántos invitados habrá en la ceremonia. Antes creímos realmente que era necesario poner en tela de juicio el concepto y el hecho mismo de la propiedad privada, e incluso exigir la socialización de los medios de producción. Hoy buena parte de los medios está en manos de grandes fortunas, por eso la boda de Cayetana Fitz-James Stuart, XVIII duquesa de Alba de Tormes, será noticia de primer orden, mientras los jóvenes de este país pueden aspirar ya solo a ir enlazando un año tras otro un contrato de trabajo precario, a condición de estar quietos y callados. 

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