Publicado en Izquierda Digital
El martes pasado, el príncipe Felipe viajó a Gran Canaria para presidir
el funeral de Estado por los dos militares fallecidos en Afganistán en un
atentado. Y sí, fue un funeral, quizá incluso un funeral de Estado, pero fue
también una ceremonia católica, que contradice el principio constitucional de
la aconfesionalidad del Estado y sus instituciones.
En el espacio público de lo que en jerga castrense se denomina “Cuartel
General”, con la asistencia de las primeras autoridades locales, comunitarias y
algunas nacionales, el arzobispo castrense, Juan del Río Martín, ofició una
ceremonia religiosa, misa y sermón incluidos, en la que el jerarca militar
católico afirmó que “toda la sociedad española está con vosotros" (los
familiares de los fallecidos), obviando de paso que ni mucho menos toda la
sociedad española estaba con el obispo católico, ni él oficiaba aquellos ritos
religiosos en representación de toda la sociedad.
La desidia y la pereza de los gobernantes de turno desde 1976 hasta hoy,
el miedo de los grupos políticos a perder votos y la presión (chantaje) secular
de las facciones ultracatólicas sobre los poderes públicos han conducido a que
en 2011 siga sin haber ceremonias (en este caso, funerales) de Estado,
aconfesionales y que sean reflejo de la pluralidad ideológica y cultural
existentes en nuestro país.
Total, que con la bandera institucional hispana a media asta, con la
ubicua ministra de Defensa, Carmen Chacón, al frente, ante las miradas de la
cúpula militar y las autoridades canarias, y desde las preguntas y el recuerdo
de los 1.500 militares españoles aún presentes en Afganistán, pudimos constatar
por enésima vez que España sigue siendo, de hecho, un Estado confesional, un
Estado católico, incluso más a menudo de lo que muchos quisiéramos un Estado
nacionalcatólico.
Las ceremonias y actos de Estado han de ser aconfesionales, tal como
declara la Constitución. Después, solo después, desde el derecho a la libertad
de conciencia y el derecho a la libertad religiosa, cada uno es muy libre de
celebrar los funerales que considere oportunos dentro del ámbito privado,
familiar y social.
El príncipe Felipe, la ministra Chacón y el resto de las autoridades
civiles y militares quizá estaban donde debían al presidir un funeral de
Estado, pero mediante su apatía y displicencia institucionales hicieron que lo
que allí hacían y allí representaban estuviese en flagrante contradicción con
el artículo 16 de la Constitución española
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.