Esta mañana ver el sol entrar por la
ventana de mi cuarto ha sido un alivio: la noche ha estado sembrada de parches
y pastillas de nitroglicerina, pues el corazón está aprendiendo a andar y
tropieza, me ama más cada día que pasa (el amor es, pues, fugaz…) y requiere
sin tregua atención, como el más abominable de los amores.
Wittgenstein ha entrado esta noche en la
casa de mi cabeza como un ladrón de antifaz, linterna y ganzúa. “Todas las proposiciones tienen igual valor”, me dice
nada más entrar en mi cuarto. “Vale, el gusto es mío”,
le respondo sin ganas y sin fuerzas. Pero él viene en son de paz y armonía, parece
con muchas ganas de ayudarme. Toma una toalla de mi armario, me seca el sudor
de la cara y del cuello, y con sonrisa de amigo me explica: “Antonio, el sentido del mundo debe quedar fuera del mundo.
En el mundo todo es como es y sucede como sucede: dentro de él mundo no
hay ningún valor, y aunque lo hubiese no tendría ningún valor”. “No estoy ahora para estas cosas, Ludwig”, le
interrumpo, pero él sigue hablando con la misma voz tranquila (la necesito,
necesito esa voz y ese tono de voz…): “Por lo tanto,
puede haber proposiciones de ética. De hecho, las proposiciones no pueden
expresar nada más alto”, prosigue.
“Ética…”, se
me escapa la palabra como un suspiro. “Ya sabes,
Antonio, se suele malentender la ética: se la pretende presentar como un ‘tú
debes’, pero en realidad la ética brota, nace, surge cuando uno se pregunta a
renglón seguido ‘¿y qué si no lo hago?’. La ética empieza a existir desde la rebelión a a lo
establecido y cuando se libra del posible premio o castigo. En realidad, sí hay
un cierto premio o castigo éticos, pero no provienen de fuera, sino de la
acción ética misma”.
“Recuerdo especialmente
una frase del Tractatus, Ludwig. Me llegó al alma. En ella te pareces mucho a
Albert Camus: ‘El mundo de los felices es distinto del mundo de los infelices’”.
Wittgenstein sonríe. “Te recuerdo más frases del
Tractatus, Antonio”:
- En la muerte el
mundo no cambia, sino cesa. La
muerte no es ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se vive.
- Si por eternidad
se entiende no una duración temporal infinita, sino la intemporalidad, entonces
vive eternamente quien vive en el presente. Nuestra vida es entonces infinita
en cada instante.
- Ahora bien, si
nos referimos a una presunta inmortalidad temporal de una presunta alma humana,
esto es, su eterno sobrevivir aun después de la muerte, no solo no está
garantizada de ningún modo, sino que tal suposición no nos proporciona en
principio lo que merced a ella se ha deseado siempre conseguir. ¿Se resuelve quizás
un enigma por el hecho de yo sobreviva eternamente? Y esta vida eterna ¿no es
tan enigmática como la presente? La solución del enigma de la vida en el
espacio y en el tiempo está fuera del espacio y del tiempo.
- No es lo místico como sea el
mundo, sino que sea el mundo. La visión del mundo sub specie aeterni es
su contemplación como un todo –limitado-. Sentir el mundo como un todo limitado
es lo místico.
- Para una
respuesta que no se puede expresar, la pregunta tampoco puede expresarse.
Si se puede plantear una cuestión, también se puede
responder.
- Hay, ciertamente, lo inexpresable, lo que se muestra a si
mismo; esto es lo místico.
- De lo que no se puede hablar, mejor es callarse.
Wittgenstein
se fue. Me dio tanta pena que no tuve otra opción que tomarme otra Cafinitrina.
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