martes, 12 de enero de 2010

El círculo recto o el hierro de madera

Joseph Alois Ratzinger, también conocido desde el mundo católico como Benedicto XVI, pidió en una alocución pública el 6 de enero pasado una ciencia que no sea “autosuficiente”, sino abierta a la fe, ya que “la ciencia precisa de la fe”. Para ello, ponía como modelo de científicos y a la vez creyentes a los magos venidos de Oriente guiados por una estrella hasta Belén.

Asombra que alguien ponga como paradigma de científico a unos magos (a lo sumo, astrólogos visionarios) por el hecho de que en un libro religioso se relate que estos vieron una estrella que, según ellos, presagiaba el nacimiento del “rey de los judíos”. Tampoco se sabe qué tiene de científico afirmar que una estrella les fue precediendo desde Jerusalén hasta el poblado de Belén o que esos magos tomaron la resolución de volver a casa por otro camino que el de la ida por haber recibido en sueños la advertencia. Pues bien, Joseph Alois Ratzinger ve en esos magos a unos «hombres de ciencia en sentido amplio, que observaban el cosmos considerándolo casi como un gran libro lleno de signos y de mensajes divinos para el hombre”. Un poco más, y Ratzinger los hace descubridores de la teoría del campo unificado

Ratzinger, además, pretende inculcar “la unidad entre inteligencia y fe” y que la ciencia precisa de la fe, basándose en el hecho de que esos magos, al llegar a Jerusalén, además de poseer sus presuntos conocimientos científicos, necesitaron “las indicaciones de los sacerdotes y de los escribas para conocer exactamente el lugar al que acudir, o sea, Belén, la ciudad de David”. En otras palabras, la estrella (la ciencia) y las Sagradas Escrituras (la fe) “fueron las dos luces que guiaron el camino de los Magos, que aparecen como modelos de los auténticos buscadores de la verdad». ¿Va captando el lector la honda argumentación de Ratzinger sobre la relación entre ciencia y creencia? Pues vea entonces, la conclusión: así como los magos, “auténticos sabios”, no se avergüenzan de pedir instrucciones a los jefes religiosos de los judíos”, de igual forma los científicos actuales deberían pedir instrucciones a los jefes religiosos actuales, es decir, a Ratzinger, consiguiendo así “una perfecta armonía entre la investigación humana y la Verdad divina “.

La cosa es que, acudiendo a las fuentes (Mateo 2), Joseph Alois Ratzinger omite que esos magos preguntan solo a la gente de Jerusalén (como cualquier persona que llega a un lugar que no conoce) y el único que por desgracia consulta a los sacerdotes y escribas es el rey Herodes, el cual hace dos cosas: mandar después a los magos a Belén para que le informen y matar a todos los niños menores de dos años de Belén y sus alrededores, lo cual tiene muy poco de científico y muy poco de cualquier otra cosa. No obstante, Ratzinger insiste: la ciencia no debe ser "autosuficiente" sino abierta a la fe, ya que para comprender la realidad son necesarias "la inteligencia y la fe, la ciencia y la revelación". Si no fuera así, los magos no habrían llegado jamás a Belén, ¿está claro?

El filósofo Martin Heidegger, compatriota de Ratzinger, escribe en un opúsculo que pretender mezclar la filosofía y la religión, hablando, por ejemplo, de “filosofía cristiana” equivale a la expresión “hierro de madera”: la madera y el hierro no son enemigos ni quieren destruirse mutuamente, pero el hecho es que un hierro no puede ser de madera y una madera no puede ser de hierro. O es hierro o madera. O es ciencia o creencia. Antes, otro pensador, Ludwig Feuerbach, había utilizado ese mismo ejemplo al hablar de la pretensión de conciliar razón y creencia en el asunto de los portentos y milagros en religión, añadiendo además que ello sería equivalente también a querer dibujar un “círculo recto” o “un círculo en línea recta”.

La religión se basa en creencias (me lo creo o no me lo creo) basadas en argumentos de autoridad (revelación, dogmas.., objeto asimismo de creencia) y en vivencias pertenecientes exclusivamente al ámbito subjetivo. La ciencia se basa en datos y conocimientos objetivos, obtenidos mediante la observación y la razón empírica, a disposición de la comunidad científica, verificables, falsables y reproducibles mediante experimentación. Si la ciencia se metiese en el jardín de las religiones cometería un desvarío y dejaría ipso facto de ser ciencia. Si las creencias pretenden introducirse (mucho más, “guiar”) en el campo de la ciencia corren el riesgo de hacer simplemente el ridículo. Si alguien postula que la ciencia precisa de la fe, tiene una noción equivocada sobre la ciencia, pues una creencia es a la ciencia lo que el agua bendita es al átomo de hidrógeno.

2 comentarios:

  1. Para mí, el problema no es sólo que este individuo diga las cosas que dice, a fin de cuentas, lo que me pregunto la mayoría de las veces es si me está tomando el pelo dada la estulticia de tal argumentario. En todo caso, la gran ofendida es mi inteligencia.

    Lo que realmente me preocupa es la gran cantidad de personas que se las siguen creyendo y pretenden marcar nuestra vida con ellas. Eso es lo realmente peligroso.

    ResponderEliminar
  2. Independientemente que que me guste Ratzinger o no, que no me gusta, que que sea creyente o no, que no lo soy.. No sé, no sé..Hay algo que no he debido comprender en su razonamiento. La ciencia no falsea a la creencia, considero. La ciencia es parcial y paulatina, Los observable a lo que la ciencia se ciñe es por naturaleza parcial, como lo medible.. La ciencia no anula la creencia, solo puede, a veces corroborarla y otras veces, encogerse de hombros. La ciencia, como ciencia, no puede negar lo que no abarca porque entonces pierde ese espíritu honesto que le dá su consistencia. La honestidad de la ciencia reside en que cualquier verdad científica es provisional, (pendiente de otra verdad científica nueva, por ello lo de además de parcial, paulatino). La creencia no niega a la ciencia: simplemente no le importa. La ciencia no niega a la creencia, su propio sentido no se lo permite.

    ResponderEliminar

Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.