martes, 26 de octubre de 2010

Los verdaderos responsables


Artículo a publicar mañana en El Periódico de Aragón

No son pocos los que se oponen a la financiación con dinero público de la visita de Ratzinger a Santiago y Barcelona los días 6 y 7 de septiembre. Aun admitiendo el derecho incondicional a viajar y desplazarse por cualquier país del mundo, se niegan a que el viaje del máximo jerarca de la iglesia católica se sufrague con el dinero de todos los contribuyentes, pues además de que durante esos días la visita de Ratzinger nos cueste más de seis mil euros/minuto, se trata sobre todo de un evento privado que atañe a un grupo de personas con una ideología perteneciente al mundo privado de sus creencias privadas. “No con mi dinero”, reclaman justamente, pero sería un yerro mayúsculo dirigir tal reclamación hacia Ratzinger y sus adláteres, si con ello se olvida a los verdaderos responsables de la financiación de ese viaje con dinero público: nuestros gobernantes, nuestros representantes políticos y parlamentarios. El verdadero destinatario de las protestas ciudadanas contra el hecho de que se sufrague con dinero público el viaje de Ratzinger y unos actos estrictamente confesionales no son principalmente los beneficiarios de esa financiación (los Razinger y los Rouco), sino quienes lo pagan (los Zapatero y los Bono) y deciden el buen o mal uso del dinero de toda la ciudadanía.
Ateniéndonos a la realidad de los hechos, nuestros gobernantes, así como los representantes e integrantes de las distintas instituciones del Estado no parecen tener intención de cumplir y hacer cumplir el principio constitucional de la aconfesionalidad del Estado. Como último botón de muestra, la semana pasada pudimos ver a los nuevos ministros del Gobierno socialista jurando o prometiendo sus cargos ante un símbolo confesional (un crucifijo) y un documento confesional (una Biblia). No tienen la menor intención de modificar este estado de cosas, superar su pusilanimidad y no claudicar en cada ocasión ante el temor y la pereza seculares. Una vez más, el miedo a perder votos devora a los deberes y los principios que conllevan sus cargos y sus programas.
A los sectores más conservadores les conviene que las reivindicaciones laicistas parezcan cercanas al anticlericalismo o a posturas combativas contra las religiones. Con ello distorsionan la mirada de la ciudadanía, a la vez que facilitan que los dirigentes políticos puedan sacudirse sus responsabilidades. Sin embargo, por encima de los lacerantes privilegios que ostentan algunas confesiones religiosas, especialmente la católica, y a pesar de su enorme poder económico y mediático, no podemos incurrir en el miope diagnóstico de echar la culpa solo o principalmente a las instituciones religiosas. Si sigue habiendo clase de religión en la escuela pública es fundamentalmente responsabilidad de nuestros gobernantes y nuestros representantes parlamentarios. Si sigue vigente el Concordato de 1953 entre el Vaticano y el Estado franquista, así como los mastodónticos privilegios que disfruta la iglesia católica por los Acuerdos de 1976 y 1979, su mantenimiento es responsabilidad del poder ejecutivo y legislativo de la nación. Fundamentalmente a ellos hay que pedir responsabilidades.
Un claro ejemplo de todo ello se puede comprobar varias veces al año en la ciudad de Zaragoza. Centrándonos en un solo evento (la procesión católica del Corpus Christi), la asociación aragonesa Movimiento hacia un Estado laico (MHUEL) denuncia en silencio y mediante pancartas individuales la presencia de los representantes municipales de la ciudad, con su alcalde a la cabeza, y en calidad de tales, en actos pertenecientes a una determinada confesión religiosa (procesiones, misas pontificales, etc.). MHUEL nunca ha mostrado esas pancartas al paso de los comulgantes y sus familias ni de las cofradías ni del arzobispo o el clero que flanquea la carroza principal, sino solo porque y cuando el alcalde zaragozano Juan Alberto Belloch y sus concejales (socialistas, populares y paristas) no respetan así el principio constitucional de la aconfesionalidad de las instituciones y representantes del Estado. Todos tenemos derecho a ejercer libremente la libertad de conciencia (incluida la libertad religiosa y de culto) en plena igualdad de condiciones, pero precisamente por ello nuestros gobernantes deberían poner exquisito cuidado en dejar patente la aconfesionalidad de las instituciones públicas  en el ejercicio de sus cargos.
Belloch y Bono, Zapatero y Juan Carlos, todos y cada uno de los miembros de las distintas instituciones públicas del Estado son los que deben responder ante la ciudadanía por la dejación fáctica de sus obligaciones institucionales respecto de la aconfesionalidad del Estado, de todos los valores constitucionales que incluyen la libertad de conciencia, la autonomía del individuo, la separación entre el Estado y las iglesias de cualquier signo, y la búsqueda de la justicia y del bien común de toda la ciudadanía en plena y total igualdad de condiciones. El Estado laico busca ante todo garantizar a la ciudadanía, sin privilegios ni discriminaciones, vivir en una sociedad plural, donde las personas pueden vivir y convivir en libertad y en el pleno respeto mutuo.

domingo, 24 de octubre de 2010

Concentración por un Estado Laico en Madrid


La indignación y la reivindicación festiva se mezclaron en el emblemático Parque de la Cornisa de Madrid, en el que Antonio María Rouco Varela quiere construir su “minivaticano”. Allí estuvimos también MHUEL, Movimiento hacia un Estado Laico.  Intervinieron, entre otros,  grandes amigos, como Leo Bassi, el Presidente de Europa Laica, F. Delgado, Enrique, de Rivas Vaciamadrid.  Habló también Juan Martín, secretario general de CHA y Cayo Lara, coordinador general de IU. A pesar de sus complicaciones horarias, el diputado socialista en las Cortes, A. Piazuelo, también se acercó a saludarnos y darnos un abrazo. Personalmente, intervine como coordinador de MHUEL y también en nombre de las asociaciones laicas de España. La voz y el Humno a la libertad de Labordeta abrieron y cerraron el acto.
La concentración, convocada por más de un centenar de organizaciones sociales, políticas y sindicales de ámbito estatal y territorial pretendía reclamar a las instituciones que retiren a la Iglesia los privilegios de los que disfruta en España. Durante las dos horas de discursos y actuaciones se criticó la falta de arrojo del Gobierno para aprobar una ley que haga de España un país auténticamente laico. 





Presentación de mi libro en Aranjuez

El viernes, 22, estuve en Aranjuez presentando mi libro ¿dios? Fue un acto estupendo en un salón de actos de la UGT local espléndido. Pilar S. Infante fue una de las organizadoras principales del acto y el presidente de Europa laica, F. Delgado, tuvo la generosa deferencia de presentarlo, a pesar de su más que apretada agenda.
Tras la presentación, celebramos el acto en un restaurante majísimo, donde nos sirvieron unos platos sabrosos y exquisitos. Gracias a todos.
Pilar me envía estas dos fotos




martes, 19 de octubre de 2010

CHARLA COLOQUIO Y PRESENTACIÓN DEL LIBRO


CHARLA COLOQUIO Y PRESENTACIÓN DEL LIBRO
 

PONENTE
DON ANTONIO ARAMAYONA
AUTOR Y PROFESOR DE FILOSOFÍA
COORDINADOR DE MHUEL (MOVIMIENTO HACIA UN ESTADO LAICO)
Y SOCIO DE EUROPA LAICA

PARTICIPAN
Pilar Sánchez-Infante, Coordinadora de Aranjuez Laica y socia de Europa Laica
Francisco Delgado, Presidente de Europa Laica

ARANJUEZ-MADRID
VIERNES, 22 DE OCTUBRE, 19.00 HORAS
 SALÓN DE ACTOS DE U.G.T.
Calle de la Concha, nº 3

ORGANIZA              

PLATAFORMA ARANJUEZ LAICA
CON LA COLABORACIÓN DE U.G.T.

 

La realidad mediática


Artículo a publicar mañana, miércoles, en El Periódico de Aragón

Siglos y siglos han pasado filósofos y pensadores en general  preguntándose en qué consiste eso que llamamos “la realidad”, pero desde hace unos años ya lo sabemos con plena certeza: real es solo lo que aparece en televisión, lo que ocupa los espacios de los medios de comunicación. Algunas cosas más existen tenuemente solo para unos cuantos minúsculos humanos de algún rincón del planeta, es decir, se esfuman en la nada de lo insignificante, pues no aparecen jamás por mucho que zapeemos ante el televisor. La realidad es lo que marcan los programas de las cadenas televisivas, los tertulianos de la radio, los jefes de redacción de la prensa. Es ahí donde se determina el grado de realidad que posee cada cosa, cada suceso, cada posible noticia.
La semana pasada pudimos presenciar el portentoso advenimiento al mundo real de un hiperbólico rescate final de 33 mineros chilenos de una mina de cobre ubicada en el corazón del desierto de Atacama, bajo la supervisión de centenares de técnicos y de 2.000 periodistas de todo el mundo, de tal forma que aquel agujero en un desierto perdido se convirtió en una mastodóntica realidad mediática (perdón por la redundancia, pues, al parecer, no hay otra realidad en el mundo), en un inmenso plató de televisión.
Ni que decir tiene que nos hemos alegrado por el final feliz del rescate y de que esos 33 hombres enterrados bajo casi 700 metros durante dos meses hayan podido ver de nuevo  la luz del sol y abrazar a sus seres queridos. Con ellos, sin embargo, ha emergido también, en plena desnudez, la condición humana más primaria. Unos mil millones de telespectadores han seguido la transmisión en directo del rescate, y han asistido a un curso intensivo de cápsulas de rescate, apoyos logísticos, cables y perforaciones. Como las grandes cadenas y medios de comunicación, así como importantes empresas, han invertido enormes sumas de dinero que deben amortizar con beneficios, en aquel sitio perdido del desierto de Atacama afloraron automáticamente el mercado y el mercadeo. Mineros y familiares aprendieron rápidamente que las entrevistas se hacen por dinero y al mejor postor, y la publicidad de esos medios y la codicia de esas empresas se abalanzaron sobre aquella gente para inocularles la fascinación de los dólares ganados por unas fotos y unas preguntas. De trabajar horas interminables por cuatro cochinos pesos conocieron rápidamente el dinero mágicamente fácil. De vivir en la zozobra y el olvido pasaron a recibir prodigiosas invitaciones a visitar el Santiago Bernabéu o hacer un crucero por las islas griegas. De hecho, en medio de la euforia, algunos salían, hincaban sus rodillas en tierra, se santiguaban y agradecían semejante chaparrón de buenas noticias.
Lo que ya no cuenta nadie es que dentro de pocas semanas esa  gente y esa mina volverán a vivir en la pobreza y en la dura supervivencia. Volarán al limbo de los vagos recuerdos de lo que un día fue maravillosa realidad (mediática), allí donde dormitan, por ejemplo, la llegada de Armstrong y Aldrin a la luna o la hipnótica visión de los primeros verduzcos bombardeos a Irak, emitidos, por supuesto, en directo. Sin embargo, no se podrá recordar lo nunca visto u oído, lo que apenas se ha dado a conocer: por ejemplo, las condiciones penosas de trabajo de esos 33 mineros chilenos rescatados (“inhumanas”, declaró el primer rescatador que bajó al yacimiento y también el último en salir de la mina). Esas cosas son poco presentables, el telespectador no quiere escenas desagradables, solo espera el éxito y la traca final. Por consiguiente, eso no se muestra, ni se escribe, ni se dice. Eso no aparece. Eso no existe. Eso no será nunca real.
Somos todos tan humanitarios que, nada más salir, cada minero recibió unas flamantes gafas de sol. Por supuesto, la firma norteamericana que las fabrica y distribuye (200 dólares/unidad) se encargó de que el mundo conociera su generosidad. De paso, algunas cadenas televisivas ganaban más de 40 millones de dólares en publicidad. Esas gafas de sol eran reales para mil millones de telespectadores, pero jamás lo ha sido que en la última década mueran 34 mineros chilenos al año y otros miles más en el mundo. Pero todo ello pertenece al universo de las minucias, comparado con la rutilante realidad televisiva del rescate de esos 33 mineros.
Cada año, 10 millones de niños (uno cada tres segundos) mueren en el mundo sin haber cumplido cinco años; el 99% en países en vías de desarrollo. Pues bien, done usted cien euros para vacunas y medicinas. Son baratas: 15 céntimos contra el sarampión, 30 céntimos para tratar la neumonía con antibióticos, 40 céntimos contra el tétanos, 50 céntimos para sales de rehidratación contra los efectos de la diarrea... ¿Televisaría alguna cadena, aparecería en algún diario ese rescate por cien euros de unos centenares o miles de niños de una muerte segura? Los hechos hablan por sí mismos: nunca llegará a ser realidad (mediática).

lunes, 18 de octubre de 2010

Derecho a mori con dignidad


19 de Octubre martes a las 20.30 horas

Debate en torno al libro "Ayudar a morir" obra de Iona Heath publicada por Katz Editores.

El debate será moderado por Antonio AramayonaJosé Luis Trasobares de la asociación DMD (Derecho a Morir Dignamente)
¿Por qué son tan pocas las personas que tienen lo que se calificaría como una buena muerte? Y, antes aun: ¿qué es una buena muerte? ¿Qué forma de morir queremos para nosotros y para nuestros seres queridos? "Compruebo -escribe la doctora Iona Heath- que para muchos una buena muerte es aquella en la que el moribundo puede controlar el proceso y morir con dignidad y calma, y todos los que lo rodean se sienten privilegiados, en cierta forma enriquecidos por la situación". Sin embargo, esas muertes son poco comunes. Son muchos más los que son objeto de manoseo y falta de respeto, los que quedan sumidos en el sufrimiento.
Morir es difícil. También es difícil ser médico: presenciar cada día la agonía y tomar conciencia una y otra vez de los límites de la ciencia. Cuando el paciente terminal conoce a su médico, ambos inician una de las tareas más complejas que deberán afrontar. ¿Cómo dialogar con quien está por dejarnos? ¿Cómo acompañarlo sin reducirlo a objeto de un inútil ensañamiento terapéutico? ¿Cómo hacer más suave y digna la transición? A estas preguntas clave responde la autora de un libro tan inteligente como bello. Sus respuestas combinan la experiencia, la empatía y una gran pasión por la literatura. ´Ayudar a morir´ es la descripción de un viaje en cuyo trayecto la palabra de poetas, escritores y pensadores echa luz sobre circunstancias de las vidas y las muertes de hombres y mujeres que siempre, de algún modo, son extraordinarias.
Para participar en la sesión es necesario confirmar asistencia y aconsejable, claro está haber leído el libro.