lunes, 4 de julio de 2016

Diario de un habitante del valle, 746 Un mar de fueguitos.



Jorge me ha llamado hace unos minutos. Tras decirnos lo importantes que somos el uno para el otro, y lo mucho que nos queremos, me ha leído este texto de Eduardo Galeano, El libro de los abrazos.


El mundo es eso. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende. El mundo es eso. Un montón de gente, un mar de fueguitos.

Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

2 comentarios:

  1. gracias Antonio por haber coincidido en el camino. Querido profesor de rebeldía, lloraré y reiré contigo mirando las estrellas. Te quiero compañero.

    ResponderEliminar
  2. Un enardecido abrazo,Antonio. Yo me quedo con el verso aquel de Wislawa Szymborska: No ser un púgil, Musa, es como no ser nada. Y tú has peleado en todos los cuadriláteros.

    ResponderEliminar

Si lo deseas, puedes hacer el comentario que consideres oportuno.