Artículo a publicar el próximo miércoles en El Periódico de Aragon
La
pasada noche del 31 de diciembre, desfilaba mucha gente por la calle con sus
mejores galas para recibir el nuevo año, y algunos viandantes, movidos
seguramente por la envidia, aprovecharon para predicar ante los que estaban a
su alrededor que la mona sigue siendo mona por mucho que se vista de seda y que
las apariencias engañan. Ciertamente, algunos
emplean la frase “las apariencias engañan” como si fuese un axioma, como si
hubiese en el mundo unas cosas superficiales que incitan al error y al engaño
(las apariencias) y que ocultan la verdadera realidad. Compro una manzana de
buen aspecto, pero compruebo al morderla que es insípida. Entonces sale a mi
encuentro el dedo acusador del recto juicio y me dice que me he dejado engañar
por las apariencias en lugar de escoger una manzana perfecta, una “manzana en
sí” (un fruto pomáceo comestible obtenido del árbol conocido como manzano), al
considerar que hay que des-velar (quitar un velo) y des-cubrir (quitar lo que
cubre u oculta) un supuesto “ser verdadero” de la manzana, más allá de su “apariencia
externa”.
Da
un poco que pensar, en cambio, que los hablantes en lengua inglesa empleen la
palabra apparent para expresar que
algo es aparente y también que algo es evidente. Quizá, a diferencia del
hispanoparlante, para un angloparlante no
hay tanta diferencia entre lo aparente y lo obvio.
El
hecho es que a menudo se ve la apariencia como un velo ocultador de la
“verdadera realidad” de una cosa o una persona. Ante una señora maquillada y
con un elegante pañuelo de cuello (las arrugas y las patas de gallo pueden
camuflarse con una cierta eficacia) ¿esa señora es el conjunto de sus
apariencias y su aspecto es ella misma? ¿O su aspecto oculta lo que ella es
realmente y hay que superar la barrera de las apariencias para poder saber lo
que ella es? ¿Y por qué hemos de suponer que lo aparente es algo externo a algo
o alguien? ¿Es que acaso no hay apariencias “interiores”, que no se perciben?
¿Cuáles son más importantes, las apariencias exteriores o las interiores?
Ante, por
ejemplo, la ilusión óptica de Müller-Lyer (de dos líneas de la misma
longitud, una parece más larga que la otra
al estar encerrada entre dos puntas de flecha invertidas) nos quedamos perplejos
durante unos segundos, pero la apariencia de las líneas (lo que esas líneas
muestran) no difiere de alguna supuesta realidad oculta en las mismas, sino que
es solo la mirada del observador la que lleva al error de interpretación. En el
conocido como Triángulo de Kanisza, no
hay dibujado ningún triángulo, pero nuestro cerebro configura e interpreta las
formas que percibe como un triángulo. Lo que aparece ante nuestros ojos (la
apariencia) es lo que objetivamente hay dibujado ante nuestros ojos, pero
nuestro cerebro lo adapta a sus esquemas y costumbres de percibir, y allí ve un
triángulo.
Habitualmente se ha pensado que las apariencias consisten en datos
superficiales que pueden inducirnos al error y hacernos víctimas de sus engaños. Sin embargo, el posible error está primordialmente
en quien ve, oye, toca, piensa, interpreta y juzga unas apariencias. Una
ilusión óptica, auditiva o mental, una alucinación o un espejismo, llevan a
juicios e interpretaciones falsas, pero la fuente del error es la persona que
enjuicia e interpreta.
Es posible también que la mujer del César (siempre me pregunto por qué no
también el César) no solo debe ser honesta, sino también parecerlo, pero es más que probable que tal exigencia
moral no provenga de la esencia de la mujer del César sino del ojo censor de
quien la vigila. Por lo mismo, decir de alguien que tiene “malas pintas” es un
juicio de valor basado primordialmente en la moda y las costumbres vigentes en
una determinada sociedad, época y cultura. Si pudiésemos juntar, por ejemplo, a
un centenar de jóvenes que han vivido en siglos diferentes con los trajes,
peinados y adornos de su tiempo e imaginamos qué pasaría por la mente de cada
uno al contemplar “las pintas” de los demás, cada uno estaría juzgando la
apariencia del otro (las “pintas”) desde el tamiz de sus propios esquemas y
gustos estéticos.
Nacido el 2011 sería estupendo que hubiese más miradas amables y menos
Torquemadas ante lo que los demás tienen a bien mostrar y enseñar (son sus
apariencias, pero raramente tienen el propósito de llevar a nadie al engaño).
Si la mona está vestida de seda es responsabilidad de su dueño y si otra
persona viste o hace algo que no nos gusta, la censura debería retirarse y
dejar paso a la libertad y al derecho de que cada uno sea y aparente ser (¿es
lo mismo?) lo que guste. No
estaría mal, en fin, dejar de destruir lo bueno en nombre de lo perfecto.
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