lunes, 3 de enero de 2011

¿Engañan las apariencias?


Artículo a publicar el próximo miércoles en El Periódico de Aragon
La pasada noche del 31 de diciembre, desfilaba mucha gente por la calle con sus mejores galas para recibir el nuevo año, y algunos viandantes, movidos seguramente por la envidia, aprovecharon para predicar ante los que estaban a su alrededor que la mona sigue siendo mona por mucho que se vista de seda y que las apariencias engañan.  Ciertamente, algunos emplean la frase “las apariencias engañan” como si fuese un axioma, como si hubiese en el mundo unas cosas superficiales que incitan al error y al engaño (las apariencias) y que ocultan la verdadera realidad. Compro una manzana de buen aspecto, pero compruebo al morderla que es insípida. Entonces sale a mi encuentro el dedo acusador del recto juicio y me dice que me he dejado engañar por las apariencias en lugar de escoger una manzana perfecta, una “manzana en sí” (un fruto pomáceo comestible obtenido del árbol conocido como manzano), al considerar que hay que des-velar (quitar un velo) y des-cubrir (quitar lo que cubre u oculta) un supuesto “ser verdadero” de la manzana, más allá de su “apariencia externa”.
Da un poco que pensar, en cambio, que los hablantes en lengua inglesa empleen la palabra apparent para expresar que algo es aparente y también que algo es evidente. Quizá, a diferencia del hispanoparlante,  para un angloparlante no hay tanta diferencia entre lo aparente y lo obvio.
El hecho es que a menudo se ve la apariencia como un velo ocultador de la “verdadera realidad” de una cosa o una persona. Ante una señora maquillada y con un elegante pañuelo de cuello (las arrugas y las patas de gallo pueden camuflarse con una cierta eficacia) ¿esa señora es el conjunto de sus apariencias y su aspecto es ella misma? ¿O su aspecto oculta lo que ella es realmente y hay que superar la barrera de las apariencias para poder saber lo que ella es? ¿Y por qué hemos de suponer que lo aparente es algo externo a algo o alguien? ¿Es que acaso no hay apariencias “interiores”, que no se perciben? ¿Cuáles son más importantes, las apariencias exteriores o las interiores?
Ante, por ejemplo, la ilusión óptica de Müller-Lyer (de dos líneas de  la misma longitud, una parece más larga que la otra  al estar encerrada entre dos puntas de flecha invertidas) nos quedamos perplejos durante unos segundos, pero la apariencia de las líneas (lo que esas líneas muestran) no difiere de alguna supuesta realidad oculta en las mismas, sino que es solo la mirada del observador la que lleva al error de interpretación. En el conocido como Triángulo de Kanisza, no hay dibujado ningún triángulo, pero nuestro cerebro configura e interpreta las formas que percibe como un triángulo. Lo que aparece ante nuestros ojos (la apariencia) es lo que objetivamente hay dibujado ante nuestros ojos, pero nuestro cerebro lo adapta a sus esquemas y costumbres de percibir, y allí ve un triángulo.
Habitualmente se ha pensado que las apariencias consisten en datos superficiales que pueden inducirnos al error y hacernos víctimas de sus engaños.  Sin embargo, el posible error está primordialmente en quien ve, oye, toca, piensa, interpreta y juzga unas apariencias. Una ilusión óptica, auditiva o mental, una alucinación o un espejismo, llevan a juicios e interpretaciones falsas, pero la fuente del error es la persona que enjuicia e interpreta.
Es posible también que la mujer del César (siempre me pregunto por qué no también el César) no solo debe ser honesta, sino también parecerlo,  pero es más que probable que tal exigencia moral no provenga de la esencia de la mujer del César sino del ojo censor de quien la vigila. Por lo mismo, decir de alguien que tiene “malas pintas” es un juicio de valor basado primordialmente en la moda y las costumbres vigentes en una determinada sociedad, época y cultura. Si pudiésemos juntar, por ejemplo, a un centenar de jóvenes que han vivido en siglos diferentes con los trajes, peinados y adornos de su tiempo e imaginamos qué pasaría por la mente de cada uno al contemplar “las pintas” de los demás, cada uno estaría juzgando la apariencia del otro (las “pintas”) desde el tamiz de sus propios esquemas y gustos estéticos.
Nacido el 2011 sería estupendo que hubiese más miradas amables y menos Torquemadas ante lo que los demás tienen a bien mostrar y enseñar (son sus apariencias, pero raramente tienen el propósito de llevar a nadie al engaño). Si la mona está vestida de seda es responsabilidad de su dueño y si otra persona viste o hace algo que no nos gusta, la censura debería retirarse y dejar paso a la libertad y al derecho de que cada uno sea y aparente ser (¿es lo mismo?) lo que guste. No estaría mal, en fin, dejar de destruir lo bueno en nombre de lo perfecto.

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