A publicar en Izquierda Digital
Existe una multitud de libros y vídeos que plantean incógnitas
importantes sobre el 11-S, que siguen sin ser aclaradas o rebatidas. Algunos señalan
como autores a diecinueve yihadistas de Al Qaeda divididos en cuatro grupos que
habrían invadido cuatro aviones, pero del avión de Pensilvania apenas se habla
si descontamos algunas anécdotas de difícil verificación. Del avión que
presuntamente chocó contra uno de los muros del Pentágono sigue sin haber una
fotografía donde aparezca algún rastro de restos de avión. Posteriormente, se
habló de un misil, por lo que la pregunta inmediata es de dónde salió y quien
disparó ese misil. De la destrucción de las torres del World Trade Center
arquitectos, ingenieros y especialistas en demolición de edificios ponen serios
reparos a que solo dos aviones de pasajeros tuvieran semejante puntería y
potencia para lograr llevar a cabo un atentado que al parecer algunos ya
conocían de antemano y tomaron las medidas preventivas pertinentes. Aún no he
visto rebatido el libro de Thierry Meyssan La gran impostura o el de Ray Griffin Desenmascarando el 11-S.
Muchos reportajes en los medios de comunicación, numerosas columnas de opinión sobre el décimo aniversario del 11-S, pero el 11-S sigue tan rodeado de brumas y preguntas como antes. ¿Alguien sabe realmente quiénes organizaron y perpetraron el atentado, salvo ese genérico indicativo de Osama Ben Laden y la organización Al Qaeda (¿tontos útiles en la trama?)?
La cosa es que se declaró ipso facto la
guerra mundial de Occidente contra el terrorismo mundial, es decir, contra Al
Qaeda, es decir, contra casi todo lo que pudiere oler a musulmán. En menos de
un mes, el Presidente estadounidense George W. Bush mandó bombardear e invadir
Afganistán con el pretexto de que los talibanes no querían entregar a Ben
Laden, supuestamente oculto en las montañas de Afganistán. Al poco tiempo, el 9
de febrero de 2002 Hamid Karzaï,
el nuevo primer ministro de Afganistán,
y su homólogo paquistaní, el dictador y golpista Musharraf, fuerte aliado de los Estados Unidos en la zona,
cerraban un acuerdo para permitir la construcción de un oleoducto que enlazase
el mar Caspio con el océano Índico, atravesando el Afganistán recién invadido.
Al año siguiente “los aliados” bombardearon
e invadieron Irak, ahorcaron a Saddam Hussein, provocaron la muerte de
centenares de miles de iraquíes y millones de desplazados y huidos, contemplan
ahora la cadena interminable de atentados en el país, y las grandes compañías
petrolíferas controlan el petróleo iraquí. No se habla de Abu Graib, Guantánamo
y la conculcación de los derechos humanos (¡para defender la democracia y los
derechos humanos!).
Finalmente, encontraron en Pakistán a Ben
Laden, al que cosieron a tiros e impidieron así hablar y contar cualquier cosa.
Ahora buscan en Libia a otro buen amigo de antaño, hoy enemigo y declarado
tirano, Muamar el Gadafi. Las grandes potencias habían hecho la vista gorda con
atentados a aviones comerciales de pasajeros financiados y organizados por Gadafi
y lo recibieron en años posteriores con honores al olor del dinero que
derrochaba a su antojo. Desde hace unos meses, lo buscan por delitos de lesa
humanidad contra el pueblo libio, es decir, ni más ni menos que por lo que
ocurre en muchos otros países de corte similar y considerados por los aliados
como amigos. Ni que decir tiene que las grandes compañías petrolíferas
controlarán totalmente los enormes recursos energéticos libios.
La industria militar necesita enemigos.
La industria del crudo y derivados necesita enemigos. Las grandes potencias
también necesitan enemigos para organizar cuantas guerras preventivas requieran
para dominar el planeta. Hace escasos días, ya inminente el décimo aniversario
del 11-S, la secretaria de Seguridad Nacional estadounidense, Janet
Napolitano, declaraba que no existía ninguna amenaza verosímil de atentado en
torno al aniversario del 11-S. Sin embargo, pocos días después el Gobierno
norteamericano informaba de que tres individuos de Al Qaeda –uno de ellos
estadounidense- tenían el propósito de atentar mediante un vehículo alquilado
con sendas bombas en Nueva York y Washington, por lo que emitieron una
"alerta mundial de viaje", a la vez que recordaban la "continua
amenaza que aún representan Al Qaeda y sus aliados".
El 11 de septiembre
de 2001 arrojó sobre nuestras cabezas una catarata de proclamas en defensa de
la democracia occidental y en contra del terrorismo internacional. Diez años
después hay más hambre, miseria e injusticia en el mundo, los pobres son más pobres
y los ricos, mucho más ricos. Los atentados terroristas menudean mucho más que
antes, especialmente en Irak, Afganistán y Pakistán. Los soldados “aliados” no
ven la hora de salir de los avisperos donde los han metido, principalmente en
Irak y Afganistán. Entretanto, el Ministerio de Defensa español compra 96
nuevos blindados antiminas por más de 42 millones de euros y Benjamin
Netanyahu, primer ministro de Israel, el país más incumplidor de resoluciones
de la ONU, pide a Rodríguez Zapatero que
España no apoye el reconocimiento del Estado palestino en Naciones Unidas.
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