miércoles, 14 de diciembre de 2011

¿Hacia dónde salta Europa?


Leíamos el otro día que las decisiones adoptadas en la Cumbre de jefes de Estado de la UE en Bruselas eran “un salto para la Europa del euro”, pero la noticia no aclaraba hacia dónde se daba ese salto y si también es posible que estuviese saltando incluso hacia alguna suerte de abismo. Se nos ha presentado el evento como una derrota de la “pérfida Albión” y un triunfo de los demás países europeos, pero cuando uno se pone a escarbar encuentra pocas razones reales para estar demasiado contento.

Aunque a nuestros gobernantes se les llena la boca de buenas intenciones de crear empleo, finalmente los montes han parido un ratón que poco o nada tiene que ver con la propaganda oficial. Repiten que solo se puede crear puestos de trabajo si se cuenta con la confianza de los únicos y verdaderos dioses del universo, los “mercados”, para lo que previamente hay que reducir el déficit y la deuda pública. Callan, sin embargo, que la deuda pública española es menor que la de otros países supuestamente boyantes (de hecho, está por debajo de la media europea).
Silencian asimismo que la deuda que grava la economía española es la privada, principalmente la de los bancos, que los Gobiernos convierten en publica por medio de organismos, creados por decreto-ley, como el Fondo para la Adquisición de Activos Financieros (FAAF) o el Fondo de Reestructuración Ordenada bancaria (FROB), instrumentos de rescate del sector financiero. Como botón de muestra, el 45% de la deuda soberana española pertenece a los propios bancos españoles, y los acreedores de los dos tercios del 55% restante son establecimientos financieros europeos, no españoles. Es decir, el 77% de tal deuda española ha sido adquirida por entidades financieras europeas, y sólo el 23% restante se halla en manos de establecimientos no europeos. En otras palabras, la deuda verdaderamente preocupante en España es la bancaria, que, por ejemplo, en 2012 deberá pagar 200.000 millones de euros a otros bancos europeos. ¿De qué Europa y de qué deuda nos han estado hablando entonces en Bruselas la semana pasada?
Lo cierto es que el nuevo y pingüe negocio de “los mercados” es la deuda, a través de cuya emisión se financia y recapitaliza a los propios mercados, mientras ellos mismos especulan con el aval del Estado. Cuando leemos en grandes titulares “Europa, ahora o nunca”, resulta difícil saber a qué Europa se están refiriendo y qué significado real tiene ese ultimátum. ¿Volvería hoy el Consejo de Europa a decidir como himno de Europa el An die Freude de Schiller y la Novena Sinfonía de Beethoven? ¿Su bandera tendría aún doce estrellas como símbolo de perfección, unidad y completitud? ¿Su lema seguiría siendo “unida en la diversidad”, sin que sonara a demasiado sarcástico?
En realidad, somos víctimas de un verdadero terrorismo financiero, manejado por “los mercados”, es decir, por los grandes bancos y compañías de seguros, etc. que juegan al Monopoly con fondos especulativos de inversión, de pensiones, fondos soberanos, fondos de alto riesgo, etc., que han conducido finalmente a esta quiebra económica y moral, llamada ahora “crisis”.
Si se sigue escarbando, puede verse que las “medidas de ajuste” se reducen, de hecho, a 1) la “flexibilización (llamada también ¡”modernización”!) del mercado laboral (sin rubor alguno, la ciudadanía trabajadora ha mutado en pura mercancía); es decir, contratos basura y despido barato y libre; 2) la bajada de salarios (no de beneficios) y 3) la merma constante y progresiva de los derechos laborales, sociales y cívicos.
Ni una palabra, en cambio, de aumentar los impuestos de las rentas con mayores ingresos, de eliminar las ventajas fiscales de las rentas de capital que han obtenido beneficios sustanciosos, de nacionalizar las grandes empresas privatizadas en el pasado, de establecer un impuesto a las transacciones financieras (la economía real anual en el mundo crea una riqueza (PIB) de unos 45 billones de euros, mientras los “mercados” mueven capitales por un valor de 3.450 billones de euros: 75 veces lo que produce la economía real).
¿Por qué no empiezan por recortar, por ejemplo, los 10.000 millones de euros que percibe anualmente la iglesia católica del erario público, o los 30.000 millones de euros (3% del PIB español) que nos cuestan los “programas  especiales de armamento”, con la consiguiente deuda del Gobierno español por 26.000 millones que no puede pagar o los 400 millones anuales que cuesta mantener operativas esas armas? ¿Por qué las televisiones públicas, cargadas de deudas año tras año y costeadas con el dinero público de toda la ciudadanía,  pagan millones y millones de euros por participar en los derechos televisivos de la Liga española de fútbol y de la Champions League?
¿Quién puede creerse ya que salimos ganando si cada vez estamos más empantanados en una Europa dirigida por los mercados y los mercaderes, en detrimento de la ciudadanía?






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