miércoles, 18 de enero de 2012

El misterio de la trinidad calificadora


 Publicado hoy en El Periódico de Aragón

Hace años un alumno de un instituto de cuyo nombre no quiero acordarme me contó que uno de sus profesores, concienzudamente meticuloso, solo admitía en algunos trabajos y exámenes las respuestas que tenían determinado número de líneas, ni una más ni una menos, con un número estipulado de puntos y puntos y coma. Ni que decir tiene que finalmente sus alumnos acababan fijándose más en cumplir con todo ese canon de normas y reglas que en el contenido mismo de lo que querían decir, pero como el objetivo último y primordial era aprobar la asignatura, nadie cuestionaba los criterios de evaluación y corrección del profesor, y solo suspiraban por que el curso académico acabase cuanto antes y perderlo de vista.
Me vino el otro día a la mente esta anécdota tras leer la noticia de que la agencia de calificación Standard & Poor’s rebajaba la nota de solvencia a varios países de la eurozona, incluida España, y osaba hacer lo mismo con países siempre tan dispuestos a secundar las recomendaciones del FMI, BM o OMC como Francia y Austria. Antes, los niños tenían que memorizar que el misterio de la santísima Trinidad consistía en ser  tres personas distintas y  un solo dios verdadero (¡que ya es…!). Hoy ha mutado el misterio y la entidad trinitaria consiste en tres agencias calificadoras distintas (S & P, Moody’s y Fitch Group) y una sola mano invisible verdadera (los “mercados”). El hecho es que ni gobiernos ni buena parte de los economistas y analistas financieros ponen en tela de juicio la existencia de esa trinidad calificadora, cada vez más parecida al famoso primo de zumosol, capaz de solventar con unos cuantos sopapos cualquier desorden.
Según mi criterio, al profesor aludido al principio se le debería haber suspendido como profesor y mandado a hacer otros trabajos que no hicieran sufrir tan inútilmente al prójimo. Y lo mismo puede y debe aplicarse a las agencias de calificación. Por ejemplo, Standard & Poor’s otorgó en los inicios de la crisis económica la calificación máxima (AAA) a buena parte de los paquetes de hipotecas basura o subprime, por lo que no solo los fervorosos creyentes en la sabiduría de S&P tuvieron enormes pérdidas, sino que así se impulsó con fuerza el desplome financiero. Un poco más tarde, S&P perpetró otra torpeza de nefastas consecuencias para Islandia, al calificar con la máxima nota la situación bancaria y financiera del país, pues en 2001 habían desregulado allí los mercados financieros y privatizado los bancos. En unos años, sin embargo, se produjo en Islandia el mayor colapso bancario en la historia económica mundial.
Envalentonada la trinidad calificadora por la ausencia de cualquier crítica o resistencia, S&P advierte a España, por ejemplo, de que aún rebajará más la nota si no lleva a cabo rauda y obedientemente la “reforma del mercado laboral y no se sigue con su plan de recortes y ajustes. Es decir, el abc del neoliberalismo puro y duro. Las agencias de calificación no ofrecen una valoración objetiva de la situación económica de un país, sino de su mayor o menor proximidad a las medidas propugnadas por la ideología neoliberal (que presentan como únicas): privatización de lo público, reducción sistemática del estado de bienestar y de los derechos adquiridos por la ciudadanía y la clase trabajadora, desregulación del mercado financiero y laboral, conversión del ciudadano en consumidor, etc.
La trinidad calificadora debería transmitir su valoración sobre que los bancos y entidades financieras posean más de 70 veces el importe de la riqueza real mundial; o que el BCE preste ilimitadamente a los grandes bancos al 1 o 1,5%, para que estos lo presten después a los países periféricos a intereses mucho más altos; o que el BCE no pueda comprar deuda pública; o que el Estado español se haga cargo de la deuda privada de los bancos españoles; o que los mismos bancos hayan exigido al Gobierno que se endeude para convertir su deuda privada en deuda pública de todos. Y si el rescate público de la banca tiene algo que ver con el sacrosanto mandamiento del laissez faire, laissez passer.
La trinidad calificadora debería calificar también las dudosas bondades de un sistema que conduce, de hecho, a que en el mundo el 50% de los trabajadores gane menos de 2 dólares y no tenga ningún tipo de contrato ni de protección social, o haya 1.100 millones de hambrientos y casi 2.000 millones en situación de extrema pobreza. Visto lo visto, a la santa trinidad calificadora le debe de parecer de perlas que haya subido un 8,3% en 2010 el número de personas que tienen al menos un millón de dólares, o que el 0,16% de la población mundial posesa el 66% de los ingresos mundiales anuales.
La trinidad calificadora debería autocalificarse, y previamente tomarse algún calmante, pues ante los resultados caería en una profunda depresión.

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