miércoles, 10 de julio de 2013

Una filibustera en medio de nada


 Publicado hoy en El Periódico de Aragón
En unas pocas horas una mujer se ha hecho famosa en Estados Unidos. Y no por un escándalo sexual o un descomunal pelotazo, sino por su imbatible coherencia con unas ideas, con unos valores.  Su nombre es Wendy Davis, es senadora demócrata en el Estado de Texas, y durante unos cuantos años había vivido con su hija en una caravana, siempre con el sobresalto de si aquel día le cortarían la luz o el teléfono por falta de pago.
En Texas, además de haber mucho dinero y petróleo, manda el ala más conservadora del partido republicano. Hace poco más de una semana, el partido republicano había propuesto una ley en la que se imponían unas condiciones draconianas a la interrupción del embarazo y el cierre efectivo de la mayoría de las clínicas abortivas en el Estado texano. Ahora bien, la ley no podía salir adelante si la votación no acontecía antes de la medianoche de aquel mismo día. Y entonces Wendy Davis, contraria a la ley y a la merma de derechos y libertades que esa ley representaba para la mujer, recreó un filibustero plan para que no llegara a producirse  dicha votación, que ya había hecho efectivo James Stewart en el film Mr. Smith goes to Washington (1940; en España, Caballero sin espada), donde un joven senador pronuncia un maratoniano y filibustero discurso en el Senado a favor de la democracia y en contra de la corrupción.
Wendy Smith vino a hacer algo muy parecido hace unos días. Cuando tomó la palabra, tenía once horas por delante hasta que el reloj marcase un segundo más de la medianoche. Durante esas once horas, Wendy no pudo comer, ni ir al baño, ni descansar un solo minuto, teniendo que hablar sin parar, a pesar de la ronquera que iba apoderándose de su garganta. Y consiguió su objetivo, quedando así en agua de borrajas una de las leyes más restrictivas del aborto del país. Wendy se hizo famosa en pocas horas, apareció como primera noticia en todos los telediarios y en la prensa, e incluso el presidente Obama la felicitó en un tuit que fue rebotando después por los cuatro costados de la nación.
Sin embargo, el caso de Wendy Davis es solo una excepción (magnífica, pero excepcional) que confirma una lamentable regla, pues conozco a muy pocas personas dedicada a los asuntos públicos que se haya salido alguna vez de los cauces reglamentarios y de las normas establecidas en y por el propio sistema, ya que resulta muy difícil efectuar, por ejemplo, una acción de enfrentamiento activo en contra del sistema (local, autonómico, nacional o europeo) si las expectativas fundamentales a medio y largo plazo son “por sistema” sacar mejores resultados en las próximas elecciones.
No era la primera vez que Wendy Davis empleaba ese método para obstruir leyes que, en su conciencia, eran injustas. De hecho, dos años antes, impidió de la misma forma filibustera un recorte grave en el presupuesto educativo destinado a las escuelas públicas en Texas. Lo mismo que aquí, vamos. Sin salir de Aragón, los políticos más progres del lugar tragan lo que haga falta (por ejemplo, cruces y libros sagrados mientras toman posesión de sus cargos, o el crucifijo de Belloch presidiendo cada pleno municipal zaragozano), a pesar de sus públicas y filibusteras (también eso es filibusterismo) proclamas en pro del laicismo.
Mientras escribo este artículo, Nelson Mandela sigue luchando entre la vida y la muerte. Lucha por prolongar una vida en la que  27 años estuvo en la cárcel, condenado a cadena perpetua. Una persona para la que dedicarse a la vida publica conlleva necesariamente  arriesgar incondicionalmente su tranquilidad y  su bienestar más elementales, pues el poder no pacta ni perdona. No otra cosa hicieron Mahatma Gandhi, Henri David Thoreau o Martin Luther King  (repásese sus biografías). Fueron líderes verdaderos y arrastraron a todo un pueblo a causas que hablaban de libertad y de derechos, en franca oposición al poder opresor. Ojalá hubiese también en España y Europa dirigentes rebeldes, enfrentados al poder que priva de trabajo, vivienda, escuela digna y sanidad de calidad, codo con codo con el pueblo, más allá de los discursos y las palabras. Lamentablemente, carecemos de ellos.
Esta sociedad está enferma. Enferma de nada. Con muy escasas excepciones, la gente, incluida la clase política, no se da cuenta o no quiere enterarse de lo que está pasando, de lo que les está pasando. Llegan las vacaciones veraniegas. Se cierran parlamentos y gobiernos. No ocurre nada. No pasa nada. Nada de nada. La enfermedad de la nada –otra Historia Interminable, de M. Ende- se convierte en algo normal en nuestra sociedad. Pozo ciego de nada. “La nada nadea” (Das Nichts nichtet), escribió Heidegger. En España nadeamos, nos hundimos en la nada, cada vez más, pero como no pasa nada, entonces no hay nada que temer.





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