jueves, 3 de octubre de 2013

Diario de un perroflauta motorizado, 90


Toda la noche lloviendo, amanece lloviendo. Pablo Guerrero aprovecha la ocasión para cantar desde el patio de mi casa que tiene que llover a cántaros. “¿Pero llover qué?”, pregunta una chica de la perfumería de al lado. “Lo que quieras, lo que desees”, contesta Pablo. Y a todo esto, el perroflauta decide ir al portal de la Consejera, bien pertrechado de chubasquero y paraguas. Al poco rato, ya en la  calle Alfonso cesa la lluvia. Y sale el sol. “Dame la mano y vamos a sentarnos bajo cualquier estatua que tiene que llover a cántaros..”, vuelve a cantar Pablo, pero la gente no mira, pues nada llueve sobre ellos y ellas.
La policía, al parecer, se guarece de la lluvia y no asoma por el portal.  Luis viene a saludar a Marga y al perroflauta motorizado. Es profesor, es joven, y tiene muchas ideas e ideales. En el centro escolar donde enseña, seguro que llueve. 

Casi al final, nos hacemos esta foto con Pepe, Óscar y Víctor. 

El perroflauta motorizado se aferra a la luna para proseguir el camino. “Si duermo, ¿quién me dará la luna?”, pregunta el Calígula de Camus. Y el perroflauta motorizado se pregunta en su interior si a quienes recortan a los menesterosos hasta sus propios derechos les  queda algo de luna y de alma. “Son desalmados, Antonio, son unos desalmados”, le dice con todo el cariño que le resta Juan de Mairena.
Una mujer que trabaja en una cafetería cercana a la casa del perroflauta motorizado le pregunta de sopetón, en plena calle, al término de la mañana: “¿Pero esto que haces sirve para algo?”. El perroflauta motorizado le contesta en voz muy baja: “Sirve al menos para hacer y ser lo que debo”. Y canta para que solo un grillo loco escuche la canción: “No puedo prescindir de ti, no puedes prescindir de mí y de todos, para llegar a ser lo que quieres, para llegar a ser lo que debo”.

Hasta mañana



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