sábado, 19 de octubre de 2013

Un juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos que afirma que el diablo es una persona real

Antonin Gregory Scalia tiene 77 años y es Juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos desde que el Presidente Reagan lo nombró para el cargo. Es considerado como uno de los pilares del ala conservadora de la Corte Suprema. Según Scalia, la Constitución debe ser interpretada según la intención original de los que escribieron el documento. Toma, pues, literalmente en consideración el texto de la Constitución cuando analiza casos, por lo que ha votado en contra del aborto y de los homosexuales, e interpreta que la decisión de la Corte de legalizar el aborto es errónea y debe ser anulada (cfr. Wikipedia).
La semana pasada, según cuenta el presentador de Televisión Bill Maher en su programa Real Time with Bill Maher, el juez Scalia concedió una extensa entrevista donde defendió abiertamente la existencia del demonio, que, según él, es una “persona real” que va por ahí intentando que la gente “no crea en Dios”. Scalia confiesa además su perplejidad porque, así como el diablo antaño estaba en todas partes y es mencionado profusamente en el Nuevo Testamento, ahora ya no se lo ve. Ahonda en el tema diciendo que según nos revela la Palabra de Dios hacía todo tipo de cosas, como que los cerdos saltasen desde los precipicios o la posesión espectacular de gente, pero ahora eso ya no suele pasar.
A un juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos no se le ocurre que quizá el demonio sea un personaje de ficción, producto de una época –la época de la redacción de los textos bíblicos- en que los humanos creían que la tierra era plana, y desconocían adónde iba el sol por la noche, pues el pensamiento humano no había alcanzado aún una explicación científica de algunos fenómenos y permanecía en una especie de infancia intelectual.
Muy al contrario, Scalia explica que ahora el diablo ya no aparece porque se ha hecho “más astuto”. Sigue haciendo el mal, pero por astucia nos tienta con la duda de su existencia. Reconoce que su respuesta puede parecer ingenua, pero para él los creyentes religiosos suelen pasar por paletos e ingenuos, cuando en realidad solo son y están “locos por Cristo”.
Personalmente, me da igual que alguien confiese estar loco por Cristo o por las piruletas de fresa. Me importa mucho, eso sí, que en ese caso un juez, como el juez Scalia, no tome decisiones ni interprete las leyes que afectan a los demás y a la ciudadanía en general. De lo contrario, corremos el peligro de que si Scalia huele una fuga de gas no se le ocurra otra cosa que llamar a un exorcista. O poniendo otro ejemplo, que jamás se deje la cuestión del amor y de las preferencias sexuales de una persona o de cuándo empieza una vida humana en manos de un juez, loco por Cristo o por quien sea, que cree que el diablo es una persona.

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