martes, 9 de noviembre de 2010

La importancia de las preposiciones

Artículo a publicar mañana en El Periódico de Aragón

Por qué no, demos rienda suelta hoy a la imaginación: los llamados “bienes de la Franja” ya no están en Lérida, sino en Barbastro, en Aragón. Tras años de litigios, polémicas, manifestaciones y contramanifestaciones, todo reposa y está expuesto ya en el Museo Diocesano de Barbastro y muchos aragoneses festejan el evento porque finalmente se ha hecho justicia. Sin embargo, en medio de la celebración, llegan al mismo tiempo unas molestas preposiciones (“de” y “en”), dispuestas a aguar la fiesta.
Los bienes de la Franja de momento están en Cataluña y es de esperar que pronto estén en Aragón, pero nunca jamás han sido de Cataluña ni nunca jamás lo han sido y lo serán de Aragón. Son propiedad exclusiva de la Santa Iglesia Católica y Romana, titular única de los bienes reclamados. Por eso, están mal empleadas las expresiones “bienes aragoneses” y “bienes de Aragón”, pues lamentablemente la preposición “de” no es compatible en este caso con “Aragón” y “aragonés”. Lo correcto es emplear “en”: tales bienes están de momento en Lérida y quizá un día estarán en Barbastro. Los bienes de la Franja son, pues, exclusivamente de propiedad eclesiástica. De hecho, el tribunal jurídico que dictó sentencia sobre esos bienes es el Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica, que tiene su sede en la Cancillería Apostólica del Vaticano y está compuesto por cardenales nombrados por el Papa.
Por ello, los bienes de la Franja podrían ir adonde el Vaticano juzgase oportuno, si bien es lógico pensar que el poder eclesiástico no está dispuesto a meterse en semejante jardín por estas cosas. De momento, ha dictaminado que de una diócesis católica los bienes vayan a otra diócesis católica. El litigio es, pues, entre diócesis. Hay quien quiere convencernos de que está en juego la dignidad de Aragón, pero Aragón no es propietario de los bienes. Incluso desde estas mismas páginas hubo quien conminó a las autoridades catalanas a acatar ¡la ley vaticana! En tal caso, las autoridades aragonesas están sujetas a esa misma ley, lo cual dice bien poco de la autonomía de nuestro pueblo y de la aconfesionalidad real de Aragón.
A lo largo de los años, el pueblo de Aragón costeó todos estos bienes mediante  limosnas, las rentas que les cobraban sus amos eclesiásticos, las dádivas de los señores, las dotes que ingresaban los monasterios, los grandes bienes patrimoniales de que gozaba la iglesia católica aragonesa, etc. Pero en ningún momento tales bienes pertenecieron al pueblo aragonés: todo lo más que el pueblo podía hacer era contemplar desde la distancia en la iglesia y en las procesiones las ricas y lujosas obras de arte que ostentaban los eclesiásticos. Los bienes de la Franja son producto de la enajenación del trabajo y de los bienes de los aragoneses. En realidad, les pertenece a ellos, pero ya se cuidan mucho las leyes y los jueces de excluir la posibilidad de plantear tal derecho. Incluso en la manifestación del pasado domingo se pudo oír en muchas ocasiones que, mientras los bienes de la Franja estuviesen en Lérida, podrá hablarse de un robo de los catalanes a los aragoneses. Sí, en todo este asunto hay un robo y un expolio, pero el ladrón y el robado no son precisamente los habitualmente indicados.
Volviendo a dar rienda suelta a la imaginación, cuando los aragoneses quieran ver los bienes de la Franja, tendrán que ir a Barbastro. Allí preguntarán por el Museo donde estén ubicados, y se encontrarán con que un magnífico museo, construido y acondicionado con el dinero de todos los contribuyentes de Aragón (es decir, pagado por ellos) es un museo diocesano (o sea, propiedad de la diócesis católica de Barbastro o, lo que es lo mismo, de la santa Iglesia Católica Romana). En otras palabras, también el museo mismo está en Aragón, pero no es de Aragón.
Para colmo, en dicho museo se les cobrará una entrada, aunque al aragonés eso no le resultará ya demasiado extraño, pues pagar entrada para entrar en un templo católico se está convirtiendo ya en una costumbre social más (muy pronto lo llamarán “tradición de toda la vida”). Baste pensar como ejemplo en la Catedral Basílica del Salvador (La Seo): con el dinero de todos los aragoneses quedó magníficamente restaurada y devuelta al mundo de las auténticas obras de arte, pero quien quiso verla después tuvo que pagar entrada. O sea, la Catedral de La Seo también está en Zaragoza, pero no es de Zaragoza.
Asimismo, hay que recordar que, según los Acuerdos entre el Vaticano y el Estado español,  la Santa Iglesia Católica y Romana disfruta de una exención total y permanente, entre otras, de la Contribución Territorial Urbana de casi todos sus bienes inmuebles, de los impuestos reales o de producto, sobre la renta y sobre el patrimonio, así como de de los Impuestos sobre Sucesiones y Donaciones y Transmisiones Patrimoniales.
Es decir, la iglesia católica es una víctima del laicismo y de la persecución religiosa. ¡Pobre…!

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