jueves, 19 de febrero de 2015

Diario de un perroflauta motorizado, 447


He dejado escrita en repetidas ocasiones una anécdota que Masson cuenta en su recomendable libro "Cuando lloran los elefantes": el etólogo D. Chadwick tuvo la ocasión de observar diariamente cómo un elefante cautivo, cada vez que le echaban de comer, apartaba un montoncito de grano en un rincón, siempre el mismo, que custodiaba celosamente hasta que llegaba su destinatario: un minúsculo ratón, que, gracias a la generosidad del elefante, contaba cada día con el alimento necesario para su subsistencia.
También yo me siento elefante, me siento ratón cada mañana ante el portal de la Consejera aragonesa de Educación. Asimismo quiero creer que la inmensa mayoría de los seres humanos se siente cada día elefantes y ratones, al igual que temen a los depredadores humanos que abundan en el secarral del circo mundial, sus guerras, desahucios, bloqueos, economías globalizadoras, deudas externas, falta de medicamentos y vacunas, mortandad infantil, hambre o tinieblas en el corazón.
Quizá la más importante revolución pendiente sea la rebelión de los elefantes y los ratones: si todos los elefantes dejasen un poco de grano a cada ratón, sin duda la cosa iría mejor. Sin los ojos o las manos de todos los elefantes y ratones del mundo, los blindados y los misiles sólo servirían para chatarra. Si todos los elefantes y ratones decidiesen no pagar una sola multa o un solo impuesto mientras los poderosos sigan haciendo del mundo un circo donde ejercen de payasos prepotentes, quizá éstos conocerían realmente el  respeto y el miedo.
Hoy hemos cantado los cuatro con todo nuestro corazón



¿Quieres venir ahora conmigo al país de las maravillas?



Hasta mañana

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