martes, 18 de agosto de 2015

Lo que algunos quisiéramos saber…




 PUBLICADO HOY EN HERALDO SANITARIO DE OREGÓN
Seguramente recordarán algunos que a principios de 2011 fueron encontradas por la policía en un monasterio cisterciense sito en la periferia de la ciudad de Zaragoza tres bolsas de plástico negras que contenían 1,5 millones de euros, que a las pocas horas se convirtieron en la declaración ante la policía en 1,2 millones de euros y a los pocos días quedaron transformados por arte de magia en solo 450.000 euros.

En efecto, en tres bolsas de plástico negras guardaban en un armario las monjitas, una de ellas pintora de cierto renombre, el millón y medio de euros. Entretanto, sonaba en la corte celestial  lo de los lirios del campo y las aves del cielo que viven sin preocuparse del mañana, pues a cada día le basta su propio afán. Y mi diablo de la guarda me preguntó desde el primer día si tendríamos información acerca de las investigaciones de la policía o de las pesquisas de la fiscalía y los jueces sobre todo ese ir y venir de los billetes de 500 guardados en esas tres bolsas. Quizá sea muy descuidado a la hora de obtener información en los medios habituales y públicos, pero hasta la fecha no ha llegado gasta mí ninguna información y solo ha habido silencio y más silencio.

Para colmo de nuestra probable condenación eterna, sus respectivos diablos de la guarda inoculan a los descreídos aún peores pensamientos protervos y nos susurran al oído que la iglesia católica se lleva al año, entre exenciones e ingresos varios, la friolera de 11.000 millones de euros, el 1% del PIB, destinados, entre otras lindezas, a subvencionar colegios religiosos concertados (incluidos los segregadores por sexo); sueldos de profesores de religión; sueldos y seguros sociales de obispos y curas; mantenimiento del culto, del patrimonio inmobiliario y artístico, museos y catedrales; capellanías castrenses en cárceles y cuarteles, etc. etc.

Eso, por no hablar del valor incalculable de las numerosas inmatriculaciones que han perpetrado desde hace años (es la segunda mayor propietaria de inmuebles en España), de las innumerables cesiones de parcelas de terreno público que reciben, o de las innumerables ayudas y subvenciones que reciben de los municipios, diputaciones y Comunidades Autónomas. Por si fuera poco, hay que añadir a esta bochornosa subordinación del Estado a los intereses confesionales, el estatus fáctico de la iglesia católica de un paraíso fiscal, al estar exenta del pago por IBI, ICIO, Sucesiones, Transmisiones, IAE, etc.). Mi diablo de la guarda, en fin, me insiste machaconamente  en que estos fondos públicos son utilizados por la iglesia católica para socavar ciertos derechos y libertades civiles, pasando por encima de la libertad de conciencia de la ciudadanía que no piensa como la dogmática  jerarquía católica (eutanasia, matrimonios homosexuales, aborto, sexualidad, anticonceptivos, investigación biológica con fines terapéuticos, etc.).

Y nosotros, los descreídos, en vez de ahuyentar tales insidias satánicas, anhelamos la derogación del Concordato de 1953 y los Acuerdos de 1979 entre el Estado español y el Estado del Vaticano. Ahora bien, como eso nos parece mucho esperar de don Pedro Sánchez y Cía. (no han osado llevarlo a cabo en los veinte años que el socialismo español ha estado ya en el gobierno del país supuestamente aconfesional), y la izquierda fragmentada seguramente tampoco estará en condiciones de hacerlo realidad, nos gustaría saber al menos, sin salirnos de las lindes locales, qué ha pasado con esas bolsas de plástico negras llenas de billetes de 500 euros, o con el ex arzobispo zaragozano Ureña, tras descubrirse un sospechoso manejo de dinero para indemnizar a un diácono despedido por motivos que siguen siendo secretos, o de un párroco de Borja, acusado de blanquero de dinero y abusos sexuales, o de…  Amén.




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