Hay animales territoriales, que se pasan la jornada marcando su territorio y defendiéndolo de quienes ellos creen que quieren arrebatarlo. Hay animales no territoriales, conviven en grandes manadas o grupos y buscan en común alimento y cobijo. Los seres humanos tenemos de ambos: vivimos en grandes urbes, atiborramos calles, autobuses, edificios inmensos, y a la vez conservamos un sentimiento de propiedad privada, de territorialidad con lo que creemos ser y tener. Los seres humanos olvidamos a menudo un espacio ilimitado, hermoso, que se puede amoldar a las propias necesidades y a las necesidades de los demás: el espacio interior. En ese espacio acontecen historias apasionantes y nacen las miradas más hondas y sinceras hacia los demás. Quizá el olvido de ese espacio interior haga que vayan en aumento el ansia de territorialidad de algunos y la resignación ante la masificación de otros.
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