jueves, 25 de octubre de 2007

Sobre el placer de saber


En la cultura judeo-cristiana-occidental han tratado de inculcarnos el valor del sacrificio (asociado con el displacer) hasta los mismos tuétanos. Y, en cambio, no han sido vistos con buenos ojos los planteamientos que sitúan el principio del placer (vg. Epicuro o Freud) en el ámbito de las motivaciones humanas básicas.

El placer de saber puede llegar a ser a veces íntimo amigo del esfuerzo.

El placer de saber puede anhelar a veces lo difícil y lo costoso, en lugar de los caminos trillados y los horizontes planos.

El placer de saber también se enseña.

Si no se enseña el placer de saber y si no se enseña con placer, la actividad de la enseñanza es un acto baldío, un acto “in vacuo”.

Si no se aprende el placer de saber y si no se aprende con placer, la actividad del aprendizaje es igualmente un acto baldío, un acto “in vacuo”.

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