Artículo a publicar el miércoles, 31 de diciembre, en El Periódico de Aragón
Algunos, desde su miopía, creen estar viviendo el momento más decisivo y permanente de la historia de la humanidad, de tal forma que las decenas de miles de años anteriores son un preámbulo y el futuro será solo consecuencia perpetua de su aparición sobre el planeta. Imaginan que el tiempo es una perenne sucesión de momentos, que van formando los días, los años y los siglos, donde ellos están situados en su cumbre.
Para esa gente, sumerios y egipcios, romanos y helenos, chinos y mayas, hutus y tasmanos, no son otra cosa que rudimentarios atisbos o anuncios de la aparición del hombre caucásico europeo y norteamericano, cuya cultura es incomparablemente superior. Sus dioses son los únicos verdaderos frente a todos los demás, pasados o presentes, pertenecientes al mundo de las divinidades primitivas y los ídolos paganos. Desde esta atalaya, intentan por cualquier medio imponer sus creencias, su ideología y sus costumbres al resto del mundo. Sus principios morales, sociales, económicos y políticos pretenden ser los únicos auténticos y definitivos, mientras que los de sus vecinos quedan relegados al ámbito de la superstición y del primitivismo. Sus conquistas son presentadas como progreso. Sus guerras, como defensa de la civilización. Sus instituciones, como elementos constitutivos del Eje del Bien, único garantizador de la lucha contra el Eje del Mal.
De vez en cuando, deben enfrentarse a reveses, complicaciones y problemas, que inmediatamente interpretan como anecdóticos. Por ejemplo, su sistema económico condena a millones de seres humanos al hambre y la miseria, pero culparán a las propias víctimas de su desgracia por no atenerse estrictamente a las leyes del mercado y a los dictados de las grandes organizaciones económicas internacionales que los amos del mundo han instituido en su propio beneficio (FMI, Banco Mundial…). Así, han generado una crisis financiera y económica mundial tras unas décadas de enormes beneficios y chanchullos sin cuento para una selecta minoría, y ahora los gobiernos de los países ricos destinan el dinero de todos a ir restañando las heridas económicas de los magnates financieros, aunque de hecho esa vía de solución vaya dejando en la cuneta a millones de cadáveres y tullidos.
En realidad, parecemos movernos en un retorno eterno de lo mismo, donde se cumplen siempre los mismos principios. Por ejemplo, que los platos rotos siempre son pagados por aquellas personas que están incluidas en las capas sociales y económicas inferiores, y en la medida de dicha pertenencia. O que quienes están situados en los estratos superiores no sufrirán jamás merma o menoscabo de sus posiciones de privilegio.
Así, en la crisis económica actual nunca se verá a un solo potentado financiero y económico visitar las oficinas de desempleo, pues irá canjeando y sorteando sus problemas para mantener sus beneficios, y quedar finalmente tan rico como antes. Entretanto, aumentará el número de los ciudadanos parados y en apuros dentro del mundo supuestamente desarrollado y también el número de los irremediablemente perjudicados en el mundo subdesarrollado, que seguirán pagando con su vida y su miseria la zozobra financiera de los ricos. Eso no es nuevo ni viejo, sino solo el eterno retorno de lo mismo: a pesar de las solemnes declaraciones de derechos, a pesar de la triunfal exaltación de la civilización occidental, sigue primando la ley del más fuerte, de la fuerza bruta, de la razón de la fuerza, de los intereses etnocéntricos y egocéntricos de las clases poderosas.
Ante el ocaso de un año y la llegada del nuevo, el tiempo queda engullido por la maciza presencia de lo mismo, que parece retornar sin descanso. El Poder Judicial hace gala de sus más corporativistas intereses para eximir de responsabilidad las omisiones de un juez que han acarreado la violación y el asesinato de una niña, de nombre Mari Luz y de condición social muy humilde. Acaba un Presidente del Imperio, George W. Bush, y se va de rositas tras perpetrar un delito tras otro contra la humanidad. Nada se innova, nada se destruye, solo queda el eterno retorno de lo mismo.
Los jerarcas católicos hispanos convocan un año más a sus huestes en la misma plaza de la misma ciudad para los mismos fines, a la vez que el ejército de Israel deja cerca de 300 muertos en Gaza a base de unos bombardeos impunes más: paradójicamente, quienes padecieron un horrendo holocausto causan ahora otro holocausto entre el pueblo palestino. Mientras todo parece devenir y retornar eternamente, la gente ríe y llora, nace y muere, se enamora, disfruta y sufre, duda, busca, dormita, e incluso celebra por enésima vez un Nuevo Año, sobre el que retorna a volcar su esperanza de que las cosas vayan mejor.
A lo lejos, John Lennon canta una y otra vez su canción Merry Christmas: War is over if you want it, War is over now…
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