Ya se habla mucho menos de la gripe A y del virus N1H1 en los medios de comunicación. Menos mal. Ya ha cumplido su misión, ya ha dirigido durante una temporada la mirada de la ciudadanía bienviviente hacia panoramas menos inquietantes, más aquietantes. La montaña ha dejado de tronar y temblar. La montaña ha parido: es un ratoncito precioso, con un lacito azul celeste en su cuello y de nombre Protocolo Preventivo. Ya podemos volver a hablar de Obama, de ZP, de Florentino Pérez y de la final de la Champions. Ya podemos quitarnos la mascarilla de la cara. Las vacaciones de verano están más cerca. Ya suenan sus claros clarines. Venga, olvidemos los problemas. Pelillos a la mar.
Alguno aún nos vendrá ahora hablando de cosas nimias, sin importancia, pero no debemos hacerle caso. Irá contando, por ejemplo, que África Occidental lleva meses soportando una epidemia de meningitis que afecta ya a más de 60.000 personas y que ha llevado a la tumba a cerca de 2.000 infectados. Ciertamente, son muchos más que los 1.000 afectados y los 44 muertos por el virus N1H1 en el mundo, pero los subsaharianos no tienen por qué asomarse a la ventana de nuestros televisores a la hora de comer o de cenar, ni estropearnos la tostada del desayuno mientras hojeamos plácidamente el periódico. Un niño muerto en Texas por gripe A conmovió al mundo, pero los miles de niños de Níger, Chad, Nigeria y Burkina Faso enfermos por los virus y las bacterias de la meningitis no nos afectan por la sencilla razón de que nada sabemos de ellos: no aparecen en nuestros medios de comunicación y, ya se sabe, lo que no existe en y para los medios no existe para nadie. Punto.
Nos han repetido hasta la saciedad que en los atentados del 11-S murieron 2.973 personas, incluyendo las 2.602 víctimas de las Torres Gemelas de Nueva York. Sabemos igualmente que los culpables de esos atentados fueron unos esbirros del terrorismo islámico e internacional. Sin embargo, en unos pocos meses han muerto 2.000 solo de meningitis en África Occidental, y nadie es culpable y tampoco nadie pestañea, si bien los 44 muertos por la gripe A han estado perturbando gravemente el sueño de media humanidad (la bienviviente). La encuesta Lancet 2006 de víctimas de la guerra de Irak calcula en 654.965 los iraquíes muertos desde marzo de 2003 hasta finales de junio de 2006. Pero nadie es culpable. Una Investigación de la Opinión de encuesta empresarial (ORB) realizada en agosto de 2007 estimó en 1.220.580 las muertes violentas debidas a la guerra de Irak. Pero nadie es culpable. Esos muertos no existen, pues apenas sabemos de ellos, ya que las agencias de comunicación velan por nosotros, por nuestro bienestar, y se encargan de cortocircuitar las noticias molestas. Como las de la epidemia de meningitis en el oeste africano.
De hecho, es mucho más grave que el sistema de bienestar occidental se vea amenazado por un virus que previamente el humano ha transmitido al cerdo y que se ha llevado por delante a 44 personas en el mundo que 60.000 seres humanos estén ya infectados por otro virus que inflama las membranas que rodean el cerebro y la médula espinal y que 2.000 de ellos hayan ya fallecido por esta causa. Eso sí, con tal de que todos ellos sean subsaharianos y no puedan volar ni hacia Europa ni hacia Norteamérica. Por otro lado, llueve en esas tierras africanas sobre mojado: en 1996 ya hubo en el oeste africano otra epidemia de meningitis que afectó a 213.658 personas y llevó a la tumba a 25.000. O sea, diez veces más que los muertos en el atentado del 21-S en Nueva York.
Y la cosa no acaba ahí. Vacunar a una persona contra la meningitis cuesta la escalofriante cifra de un euro. Médicos Sin Fronteras se ha ofrecido para vacunar gratuitamente a toda la población a su alcance, pero apenas da abasto y, para colmo, Nigeria obliga a la población a costearse el medicamento, cosa que resulta prohibitiva para la mayoría de los afectados. Y es que los virus y las bacterias causantes de la meningitis son de lo más puñetero y normalmente se empeñan en cebarse con la población de las zonas más pobres del planeta. Se contagian además por la nariz y la boca y en África Occidental, además de vivir hacinados y en muy deficientes condiciones sanitarias y de vida, no tienen mascarillas que ponerse, entre otras cosas porque en España las hemos agotado en todas las farmacias.
Sin embargo, no todo es malo y negativo, pues nuestro Gran Hermano vela para que no conozcamos y veamos cosas tan lamentables y desagradables.
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