A pocos años de nacer, descubrimos que llevamos encima una caja, que nunca ya nos abandona. Lo normal sería abrirla cuando ella se remueve, pero a veces optamos por oprimirla con fuerza o hacer como que no nos percatamos de su llamada a fin de tenerla cerrada y quieta. Esa caja se llama Responsabilidad y en ocasiones inquieta o se torna pesada, de tal forma que en circunstancias difíciles o enojosas se puede llegar a decir que no se la conoce o que no es nuestra. Sin embargo, esa caja es uno de los elementos primordiales que nos definen como humanos: somos el producto final de nuestras decisiones, indecisiones y omisiones, y somos responsables de lo que hemos hecho o dejado de hacer con nosotros mismos y nuestro entorno personal, social y medioambiental. Especialmente cuando los ojos de los demás nos miran, atentos a si y cómo abrimos la caja en un trance que puede llegar a sernos comprometido, la responsabilidad nos está configurando de modo especial como seres humanos.
Declaraba el otro día el ex primer ministro británico Tony Blair ante la Comisión de la verdad que investiga la intervención militar británica en Irak que “volvería a tomar la misma decisión”. Según él, fue una cuestión de “cálculo de riesgo”: la inquietud que producía el ex presidente iraquí Sadam Husein aumentó mucho tras el atentado del 11-S y Blair aún está convencido de que el dirigente iraquí tenía intención de fabricar armas de destrucción masiva, aunque jamás encontraron alguna los inspectores de la ONU antes de la invasión y los expertos norteamericanos y británicos después de la invasión. En el baúl del olvido va dejando Blair también que el fiscal general británico advirtió de la ilegalidad de invadir Irak sin una resolución de Naciones Unidas que avalase tal invasión. Dice también Blair que no se arrepiente de “haber derrocado a Sadam”, pero a la vez parece no acordarse de que la encuesta Lancet 2006 calcula unos 654.965 iraquíes muertos desde marzo de 2003 hasta junio de 2006, y que la Investigación ORB realizada en 2007 estima en 1.220.580 muertes violentas a raíz de la invasión de Irak.
Blair es experto en desconocer la caja que porta dentro de sí y señalar como responsables a las cajas ajenas que le convenga. “Derrocar a Sadam” significó millones de muertos, heridos, mutilados y malvivientes. La paz, la libertad y la democracia que decía querer llevar a Irak se han convertido en una escombrera, en un país roto y plagado de sangrientos atentados diarios, en unos inmensos recursos petrolíferos en manos de las compañías internacionales de siempre. Mas esa caja llamada Responsabilidad nunca abandona, permanece dentro: si no se la abre, la propia persona va autodestruyéndose, aunque no se percate de ello. Quien, en cambio, asume su propia responsabilidad, por muy costoso que pudiere llegar a ser, refuerza su dignidad y su mismidad.
Una de las cosas que más valoro en las personas que me rodean (también en las personas que por razón de su cargo desempeñan tareas y funciones públicas) es que reconozcan su responsabilidad, aun en casos complejos y difíciles. De lo más grandioso (también, de hecho, más raro) que puede decir públicamente, por ejemplo, un político es “me he equivocado”. Si alguno lo hace alguna vez, nos estará mirando directamente a los ojos y ofreciendo el magnífico regalo de su honradez y su responsabilidad. Estará comunicándonos también un tesoro magnífico, aunque parezca nimio: una caja llamada Responsabilidad. El político que reconoce un error estará mirando a los ciudadanos y no a la última encuesta de intención de voto.
El anterior emperador y gran perpetrador del mundo, George W. Bush, en su inconsciencia estructural, no sabe qué hacer con su caja. Pasea cada día a su perrito por algunas calles selectas de Dallas, recoge en una bolsa de plástico la caquita que su mascota va dejando atrás y hace unos meses declaró en un discurso que no entiende “cómo se puede ser presidente sin confiar en el Todopoderoso”, lo cual es poco entender, además de dejar en bastante mal lugar a ese supuesto todopoderoso. A J.M. Aznar le da esa risita salida del bajo esternón cuando mira su caja. Entre los algodonosos nimbos de su FAES, inasequible al desaliento en su función de think-tank de su PP, adoctrinando en su aula de Georgetown, con su riñón cada vez más hiperforrado, el 22 de octubre de 2008 afirma que el ecologismo es el nuevo comunismo, y en 2003 afirma que "no hemos venido a las Azores a hacer una declaración de guerra” (a los tres días se producía la invasión de Irak). ¿Qué habrá hecho Aznar con esa caja llamada Responsabilidad? ¿Pretenderá dejarla enterrada entre las tumbas de dos niños iraquíes?
Uno menos que no dará ayuda humanitaria.
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