miércoles, 3 de marzo de 2010

¿Alternativa?

Recibo el enésimo email de padres y madres desconocedores de a qué se dedican y dónde sus hijos e hijas durante las dos horas semanales que pasan en la escuela haciendo (apenas hacen nada), cursando (no es asignatura evaluable ni cuenta para la nota media) esa etérea materia que ha ido llamándose sucesivamente Alternativa a la religión, Atención educativa, Estudio asistido o, desde la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2006, Atención Educativa. Tienen la sensación de que sus hijos están medio castigados por no estar inscritos en Religión y Moral Católicas: según dispone el Real Decreto 1513/2006, lo que puedan hacer en esas dos horas “en ningún caso comportará el aprendizaje de contenidos curriculares asociados al conocimiento del hecho religioso ni a cualquier área de la etapa”. O sea, para no tener líos y que no se enfaden los jerarcas católicos, no pueden aprender nada que suponga una desventaja para el alumnado de religión. Y casi siempre son ellos los que tienen que salir de clase (en la suya habitual se adoctrina Religión) y trasladarse a donde les manden, donde allí un profesor legalmente no les podrá explicar o reforzar alguna de las materias del curso.

El profesorado, entretanto, puede leer el periódico, completar el sudoku o el crucigrama empezados, siempre que esté atento a que en ese aula haya un cierto orden y compostura. Allí el alumnado puede hacer, leer o escuchar lo que guste: jugar al ahorcado, oír música con sus cascos, parchís, también hacer deberes o estudiar algo (pocos, pero haberlos, haylos). Algún profe socialmente sensibilizado calcula cuánto le cuesta al Estado, al bolsillo del ciudadano, esa hora, vacía, baldía. Y es para echarse a llorar.

Los padres ignoran qué hacen sus hijos durante esas horas lectivas de “Estudio Asistido”. Pero ya se sabe: si se hace algo, los obispos recurrirán; si esas horas se dejan al principio o al final del horario (el alumnado de No-Religión podría así al menos madrugar un poco menos o ir a casa un poco antes), los obispos seguirán recurriendo. Son como voces tonantes desde el Sinaí, y hasta el momento no ha habido un solo Gobierno que haya resistido su mirada. González optó por poner una asignatura alternativa (¡Ética!) en todos los niveles (EGB, BUP, COU), lo que ha devenido en el actual páramo educativo, denominado “Estudio asistido”.

La LOE estipula que hay dos horas de religión (católica, evangélica, musulmana o judía) en las que no entra: los jefes religiosos respectivos son los encargados de decir quiénes son las personas idóneas para enseñar, qué han de decir, cuáles son los libros de texto autorizados y quiénes percibirán el sueldo como docentes (en el curso pasado, los profesores de religión recibieron de los impuestos de todos más de 600 millones de euros para los sueldos de los aproximadamente 30.000 personas que imparten religión en los centros de enseñanza pública y privada). Sin embargo, nada dice sobre la Atención Educativa, salvo que los alumnos no deben estar solos en el aula y no pueden hacer nada que suponga un avance o un refuerzo en alguna materia. Entretanto, el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, proponía la semana pasada que, de llegar a un consenso sobre el Pacto sobre Educación con los partidos políticos, estaría dispuesto a reformular hasta 21 artículos de la LOE, actualmente vigente. Muy probablemente, en esos 21 artículos ni se rozaría la situación del alumnado de Alternativa a la Religión.

Sin embargo, el alumnado que no cursa Religión va en aumento: según datos de la propia Conferencia Episcopal, el porcentaje del alumnado que opta por Religión es del 99% en la escuela privada católica, mientras que en la pública es del 79% en Primaria (hasta la edad de la “primera comunión”) y del 31,4% en Secundaria (en bachillerato está casi en trance de extinción). Como estos datos ponen de manifiesto que desde hace casi un decenio el alumnado de Religión en la red pública ha ido disminuyendo año tras año, la jerarquía católica se aferra cada vez más al cumplimiento del Concordato de 1953 para exigir que la Religión tenga la misma consideración que “una asignatura fundamental, al mismo nivel que las matemáticas”, y no cesa de mirar de reojo constantemente al alumnado de Alternativa para que no aprenda, no se divierta, no salga antes, no entre más tarde,,,,

Si los propios creyentes tomasen verdaderamente en serio la religión defenderían que debe ser enseñada en sus casas y en los miles de templos y centros de servicios financiados y sostenidos directa e indirectamente por todos. La asignatura de Religión debería quedar fuera de las aulas y de los centros públicos de enseñanza, pues en la escuela ha de impartirse solo saberes y no creencias. El mundo católico oficial e institucional ha hecho de la asignatura de Religión un instrumento contundente de defensa y conservación del poder que hasta ahora ha tenido sin cortapisas. Y quienes no cursan Religión (padres y madres incluidos), ajo y agua.

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