lunes, 21 de noviembre de 2011

La obsesión sexual del señor Ratzinger


A publicar próximamente en Izquierda Digital


El señor Ratzinger ha visitado África y en la segunda jornada del viaje nos ha dejado una de sus particulares perlas: según él, el sida es sobre todo un problema ético. Según la OMS, 22,5 millones de subsaharianos están infectados del VIH (el 68% del total de infectados en el mundo). Ante esta panorama, Ratzinger no solo declara la ineficacia de la información sexual y rechaza la distribución de preservativos, sino que afirma que con los preservativos “aumentan los problemas”. Ciertamente, reconoce que esta enfermedad tiene una dimensión médica y farmacéutica, pero insiste en que sobre todo exige “una respuesta ética”.
Como ya escribí hace algún tiempo en estas mismas páginas, al mundo católico y vaticano le interesa primordialmente la moral que concierne a las personas de cintura para abajo. Para no infectar y no ser infectado, el personal sanitario usa ropas, mascarillas y guantes, sin que nadie ponga el menor reparo. Pero caerán el azufre y el plomo del infierno sobre todo aquel que se coloque un condón o un dispositivo intrauterino, o tome píldoras o se ponga parches anticonceptivos, o realice un coito que no sea vaginal o el líquido seminal no se derrame dentro de la vagina, o la relación sea homosexual, o se realice el acto sexual con demasiado deseo, o se proporcione uno a sí mismo el placer sexual mediante caricias según el ritmo y el gusto del usuario, o…
La SICAR (Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana) ha condenado, entre otras muchas cosas, el comunismo, el socialismo, el pensamiento ilustrado, el modernismo, la masonería, etc. En su inmensa ignorancia y entre una mastodóntica lista de libros prohibidos, ha prohibido también algunos libros o la obra completa de  Copérnico, Galileo, Balzac, Víctor Hugo, Spinoza, Hume, Kant, Gide, Schopenhauer, Marx, Nietzsche, Freud o Bergson. Y en su delirio dogmático, ahora aparece un hombre, ya anciano, especialista en reprimir el librepensamiento entre los suyos y consolidar la intolerancia en el mundo, proclamando, en medio de la tragedia de 22,5 millones de seres humanos infectados de sida, que "la única vía eficaz para luchar contra la epidemia es la humanización de la sexualidad, (…) una renovación espiritual", destinada "a sufrir con los sufrientes". Es decir, abstinencia sexual y mucha oración, que al cabo de una media hora el deseo disminuirá…
Ratzinger y toda la SICAR que le sigue son cómplices a sabiendas de nuevos contagios. Los eunucos por el reino de los cielos, como dice la teóloga católica Uta Ranke-Heinemann en un libro de igual título, quieren llevar a millones de seres humanos a su mundo de infelicidad, de represión, de nihilismo. Como dice Nietzsche, tienen rencor a la vida, a la vez que la vida les espanta, dicen defender la vida, pero no saben de lo que hablan. Así, la historia de la moral católica está compuesta por y de varones célibes que no pueden ocultar su animadversión por el placer, la sexualidad y las mujeres.
Son víctimas de la pandemia de temor a la vida y a la sexualidad; por eso reprimen tanto: de tanta represión que llevan acumulada. Por eso mismo parece no importarles que aumente ahora en África la pandemia del sida. El sida ha dejado de ser ya un problema en el mundo occidental.
Malditos sean.

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