miércoles, 23 de noviembre de 2011

Tras el 20-N

Artículo publicado hoy en El Perióico de Aragón
La primera conclusión tras las elecciones del pasado domingo ha de ser optimista: tocado fondo, cualquier variación a partir de ahora será una mejora. Desde el respeto a los resultados electorales, el cambio propugnado por el PP durante su campaña no deja de ser un brindis al sol, pues seguirán mandando los mismos especuladores financieros que nos están conduciendo, de victoria electoral en victoria electoral, hasta la ruina total. Los griegos y los italianos han cambiado de gobierno al dictado del FMI, los mercados y los sátrapas de Bruselas, pero a los españoles nos han edulcorado la cucharada de aceite de ricino que tomamos obligatoriamente desde hace unos años: habemus Praesidentem, viva la democracia, viva la dictadura de los mercados financieros.
Sabemos que en pocas semanas van a menudear las discusiones y los reproches sobre los recortes en gastos sociales (educación, sanidad, dependencia…), lo que conllevará que siga sin hablarse de la verdadera naturaleza del problema: van en aumento las operaciones financieras ficticias en beneficio de los capos de las finanzas (4 billones de dólares diarios solo en los mercados de divisas y 700 billones de dólares en los mercados de derivados); crece el subdesarrollo social español en comparación con la media de los países de la UE-15 (1.400 personas, es decir, el 0,0034% de la población española, controlan recursos equivalentes al 80,5% del PIB); desciende el poder adquisitivo de la clase trabajadora; se amplían las cuentas en paraísos fiscales y el número de personas ricas, etc. Todo ello es síntoma del expolio económico, político, social y cultural que “los mercados” están perpetrando en nuestro país  y en el mundo. Pero de eso no se habla, contra eso no se actúa, y el estado de bienestar va escapándose de nuestra sociedad como arena entre los dedos.
Repetirán los ganadores hasta la saciedad que ellos no tienen la culpa de nada y hacen lo que pueden. Antonio Fraguas, “Forges”, nos regalaba el jueves pasado una lúcida viñeta, premonitoria del futuro cercano, en la que se leía “Porra excelsa. El bonito juego de la esperada frase”. A continuación se daba a elegir entre uno, veinte y sesenta segundos, tras leer la frase: “Monte una animada porra con sus familiares/amigos para acertar cuánto tardará el vencedor teórico del día 20, una vez conocida su victoria, en decir la frase: Hemos sido engañados. La herencia es mucho peor de lo que nos informaron”. Así es, así será, hasta que se logre algo positivo, en cuyo caso se deberá solo a méritos propios.
El 20-N ha remachado también lo enormemente injusta que es la actual ley electoral. Principalmente IU y UPyD (147.162 y 221.068 votos, respectivamente, les cuesta cada diputado) contrasta con Amaiur y PP (47.700 y 55.776 votos, respectivamente, por cada diputado. Lo más grave, sin embargo, no es la merma de representatividad de la ciudadanía mediante el sistema d´Hondt, sino la falta de voluntad de cambiar esta antidemocrática irregularidad por parte de los dos partidos mayoritarios y los partidos nacionalistas que se benefician del mismo.
 Mientras, la izquierda ha tenido ocasión de atisbar cuál es el camino a seguir: recuperar sus signos de identidad y ponerse coherentemente en acción. Deben  recordar que sus antecesores, teóricos y fundadores tuvieron la valentía de presentar ante la nación y el pueblo las utopías que dan fuerza y esperanza para luchar, para oponerse a los explotadores del pueblo y para conquistar el bienestar y los derechos cívicos, sociales y culturales: igualdad, libertad, pacifismo, plenos derechos políticos, sociales y laborales, socialismo, socialización de los recursos económicos y productivos, y un largo etcétera más.
Proponer utopías no es proponer lo imposible, sino lo óptimo, y sin utopías la izquierda renuncia a su propia identidad. La utopía no está vinculada con lo imposible o lo irrealizable, sino con el desarrollo último, perfecto, óptimo y cabal de un ser o de una realidad. La utopía no consiste en un mundo de sueños imposibles y al margen de la realidad, sino en la aspiración que todos tenemos a la realización plena de nuestras ideas y valores (amor, política, sociedad, trabajo, vivienda, educación, ocio, etc.).
Hay que revisar el concepto mismo de propiedad privada, el desvarío social de que existan determinadas fortunas y determinados privilegios, la confesionalidad del Estado, así como reivindicar la plena igualdad entre hombres y mujeres, la regulación y control de las transacciones financieras, la supresión de los paraísos fiscales, hacer que los que más tienen contribuyan con sus impuestos de igual modo y en la misma cuantía que otros países europeos socialmente avanzados (el gasto público social en España es solo el 72% del promedio de la UE-15, mientras que los ricos y la banca y gran patronal en España pagan en impuestos solo el 20% de lo que pagan sus homólogos en Suecia).
 (Permítaseme decir, por último, que No Pasarán).

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