miércoles, 16 de noviembre de 2011

Por qué y para qué voy a votar


 
A cuatro días de las elecciones generales, quiero pensar que mi país tiene futuro. Por eso iré el domingo a votar, incluido mi voto en blanco para un Senado inútil, que debería quedar suprimido de  nuestra Constitución.
Dicen las encuestas que ganará la derecha más conservadora frente a la derecha fáctica hasta ahora gobernante. En realidad, a unos y otros les  dictan las órdenes quienes cada vez tienen menos vergüenza de mostrarse como los verdaderos amos del cotarro.
Votaré para que haya políticos que no confundan evitar el despilfarro con recortar gastos sociales. Si se pide austeridad, tengo derecho a exigir que se corten de raíz el derroche y la ostentación de jets privados y mansiones de lujo por parte de los ricos. Y cuando se hable del sacrosanto derecho a la propiedad privada le responderé que no es lo mismo una propiedad obtenida mediante un trabajo honrado y digno que la propiedad producto de los privilegios y las prebendas, de la rapiña y la explotación, así como también de la secular holgazanería de nobles y clérigos. Por eso votaré el próximo domingo.
No vi los debates preelectorales televisados: me niego a repetir el dejà vu de las preguntas y respuestas archisabidas dentro de un marco esclerotizado y encorsetado. Sin embargo, supe por la prensa que ni siquiera rozaron cómo salir de una crisis diseñada por los señores del dinero, por los banqueros, por los controladores del chanchullo financiero. Tampoco manifestaron voluntad alguna de someter a regulación el mundo de las transacciones financieras mediante impuestos y tasas que redunden en beneficio del pueblo o de erradicar y perseguir penalmente los paraísos fiscales. Con su silencio evidenciaron que son marionetas en manos de las grandes empresas y las finanzas, que seguirán cumpliendo las directrices del BCE y del FMI, es decir, del doctrinario neoliberal asumido sin paliativos y sin anestesia.
Mi voto quiere ser un voto defensivo frente a la avalancha de agresiones que padece desde hace años la ciudadanía. Algunos biempensantes declararon en su día obsoleta y rancia la lucha de clases, pero en realidad son los señores del dinero y de las finanzas quienes la sostienen y ejecutan: con su política económica agresiva, devastan los derechos laborales, sociales y culturales del pueblo, no dan tregua al retroceso del estado de bienestar, todo les parece poco a la hora de esquilmar en gastos sociales, salarios y desempleo. Con mi voto deseo así también que los sindicatos despierten de su modorra y la ciudadanía tome conciencia activa de la necesidad de oponerse a tanto expolio.
Votaré por una banca publica, una sanidad pública, una escuela pública, por la gestión pública y honrada de los recursos de todos. Llamaré fulero y embaucador a quien pretenda hacernos creer que lo privado funciona mejor que lo público. Apoyaré a quien lleve a tribunales a todos esos políticos irresponsables que en el pasado han privatizado empresas y blancos públicos en beneficio de unos pocos.
Seguirá entristeciéndome ver que una parte de un pueblo mordido por la crisis y la incertidumbre baila y ríe al festejar la enésima boda de una duquesa dueña de comarcas, provincias, tesoros artísticos y montañas de dinero e inmuebles. Me preguntaré hasta cuándo el cínico maquiavelismo de algunos políticos y grupos políticos que pasean sus bandas y sus galas en procesiones y misas confesionales, que tan poco respeto tienen en los espacios públicos al principio constitucional de la aconfesionalidad del Estado y sus instituciones.
Votaré para que una considerable parte de las prestaciones sociales a los estratos sociales más desfavorecidos dejen de plantearse en términos de beneficencia y caridad, pues todo ello es competencia y obligación del Estado y sus gestores democráticamente elegidos. Votaré por que la última etapa de cada vida sea confortable, discurra sin sobresaltos y sea objeto de los cuidados y atenciones a los que tienen derecho.
Quiero decirles con mi voto a los vencedores que respetaré el resultado, pero también que No Pasarán. Que somos muchos los que jamás renunciaremos a que nuestro país sea un república social, laica y democrática. Los que sacrificaron su bienestar e incluso sus vidas por la legalidad, la democracia y los derechos humanos frente al golpismo y la dictadura jamás serán olvidados. Por eso votaré también con ellos y por ellos.
Quienes salgan elegidos en las urnas representan al pueblo, del que exclusivamente procede todo poder, pero lamentablemente hasta ahora me han representado bastante mal. Espero que rectifiquen pronto, pues, aunque no lo crean, también la paciencia del pueblo tiene un límite.
Votando eso y así, al menos tendré derecho a ahuyentar de mí tanta basura y sabré también que otros muchos seres humanos comparten las mismas sendas y se dirigen hacia los mismos horizontes.  

2 comentarios:

  1. Votare por la UTOPÍA y contra el miedo. La Vida es Bella, no dejemos que nos la estropeen, seres que ni saben ni dejan vivir.

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  2. Mientras haya partidarios de la utopía en la vida, otro mundo es posible. Gracias y un abrazo

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