El sábado asistí con el corazón encogido
a los gritos de dolor de una mujer tras recoger de la calzada el cuerpo, hecho
ya guiñapo, de su perrito tras ser atropellado por una furgoneta. Se me metió
en el cuerpo todo el dolor de tantas mujeres que padecen la irracional razón de
la fuerza bruta del machismo y del patriarcado troglodítico.
El domingo asistí a la manifestación del
8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora, Día Internacional de la Mujer.
Aquellas mujeres –y hombres- recogían el dolor, la indignación y la rabia por
tanta desigualdad, por tanta brecha humana, social, económica y cultural que
aún siguen existiendo en nuestro país y en el mundo entero.
Hoy he ido al portal de la vivienda de la
Consejera aragonesa de Educación con el dolor de tanto recorte y de tan tamaña
demolición del derecho universal a la educación pública, laica y de calidad.
También con la feliz sensación de que estoy haciendo lo que pienso, lo que
quiero y lo que debo.
Hoy no hay foto (se nos ha pasado).
Carlos y yo hemos cantado en un memorable dúo el Canto a la Libertad. Después,
ha estado también Sergio.
Un dragón dorado duerme en mi corazón
Hasta mañana
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