Me
he despertado esta noche con una sensación extraña. Pronto he percibido el ir y
venir de unos pies que se arrastraban por el pasillo de casa. Eran pasos
cansinos, que parecían luchar cada segundo por poder dar el siguiente paso. Asomé
mi cabeza desde el dormitorio y él detuvo su transitar por el pasillo. Nos
miramos en la penumbra y lo reconocí en el acto: George Steiner, profesor y
escritor nacido en Francia, pero afincado en Inglaterra, a quien tanto debo
agradecer los momentos sublimes que me ha proporcionado la lectura de sus
libros, especialmente uno, cuyo título suena a paradójico: “Los libros que nunca he escrito”.
Sobre
mi mesilla descansa ese libro, ayer me dormí leyendo la breve sinopsis que
ofrece Siruela de la obra: “En esta
obra, extremadamente audaz y original, George Steiner habla de siete libros que
no escribió. Porque las intimidades y las indiscreciones eran demasiadas.
Porque el tema acarreaba excesivo sufrimiento. Porque el desafío intelectual o
emocional que suponía parecía estar más allá de sus capacidades. Los temas
concretos versan sobre cuestiones muy variadas y desafían tabúes
convencionales: el tormento que padecen las personas de talento que viven entre
los grandes cuando se comparan con ellos; la experiencia del sexo en diferentes
idiomas; el amor por los animales que supera al amor por los seres humanos; el
costoso privilegio del exilio; una teología del vacío… Sin embargo, en esta diversidad
subyace una percepción unificadora. Lo mejor que tenemos o que podemos producir
no es más que la punta del iceberg. Detrás de todo gran libro, como una sombra,
está el libro que se ha quedado sin escribir”.
Lo saludé y nos quedamos plantados en pleno pasillo, pues George Steiner
rehusó el café y el sillón del comedor que le ofrecí, seguramente al darse
cuenta del sueño que apenas podían disimular mis ojos. “¿No puedes dormir, George?”, le
pregunté. “Vengo
a hacerte compañía unos minutos”, respondió Steiner, “ahora me voy, no te preocupes”. “¿Te inquieta algo, George?, volví a inquirir. “Siempre me están mordiendo mil inquietudes y preguntas,
Antonio, pero hoy solo vengo a aliviar y espantar por unos momentos las tuyas”.
“Dime, George”. Y George Steiner habló así:
“Lo que yo te propongo fervientemente es esto:
la fe o la falta de fe es o debiera ser el elemento más privado, más
discretamente protegido de la persona. El alma también debe tener sus partes
íntimas. La publicación abarata y falsifica la fe de manera irremediable. El
creyente adulto trata de estar solo con su Dios. Como yo trato de estar con su
soberana ausencia. Ya he dicho - he dejado de decir - demasiado".
Me quedé en silencio, escuchando a un niño que lloraba
quedamente en mi interior. Volví a la cama. Steiner se quedó mirándome amigablemente
desde la puerta de mi cuarto, después se dio media vuelta, escuché sus pasos
arrastrándose por el pasillo y al poco tiempo me quedé dormido de nuevo.
Hoy ha sido publicado en el Huffington Post mi artículo Andalucía
canta por peteneras. Lo he dado a conocer en Internet antes de ir al portal
de la Consejera aragonesa de Educación, donde Marisol, Carlos y Sergio han
estado con el perroflauta motorizado, a pesar del frío y del cierzo. ¡Cuánto
quiero a la gente que quiere una escuela pública y laica, y lo demuestra cada
día que puede con su voz y sobre todo con su propia vida!
Civil Twilight canta ahora una bella canción
Hasta mañana
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