viernes, 16 de septiembre de 2011

¿Con Rubalcaba, sí, qué?


 Publicado hoy en ATTAC España

Me quedé perplejo ya la primera vez que lo vi. El PSOE proclamaba el eslogan para el relevo de capitán del buque y otorgaba un “sí” esplendoroso al nuevo: Alfredo Pérez Rubalcaba. Personalmente, no daba crédito, pues la socialdemocracia hispana volvía a incurrir en el mismo error de otras veces: por muy experto que sea el capitán, el pasaje y la tripulación han de conocer ante todo el barco al que subir, el rumbo y el destino del viaje y la carga que se encierra en sus bodegas. No voy a meterme ahora en si Rubalcaba, sí o Rubalcaba, no, pues lo que realmente le interesa a la ciudadanía es qué quieren hacer o deshacer el socialismo español y su capitán actual. Los programas electorales suelen estar llenos de retórica y de cantos de sirena, pero en nuestro país cada vez hay más gatos escaldados que quieren dejarse  ya de buenas razones y fiarse solo de las obras, que son los reales amores.
Entre los temores que causa la inmigración en un sector de la población y la zozobra de la crisis económica la ciudadanía es escora cada vez más hacia posiciones conservadoras (virgencita, que me quede como estoy…), teniendo en cuenta además que escasea la oferta de cambios netos y nítidos en la forma de vivir y de convivir.
En nuestra mente se va configurando una serie de axiomas que aceptamos como intocables y cuasi sagrados. Así como no parece existir más que el sistema métrico o de numeración decimal y consideraríamos una hecatombe otro distinto para el mundo (olvidando de paso que se trata de una convención, práctica y hoy bastante universal, pero convencional al fin y al cabo), de igual modo asumimos como axiomas que cualquier revisión o transformación  de la sociedad o del mundo conduciría a alguna suerte de Armagedón planetario o al fin de la civilización occidental (considerada como la única y verdadera civilización).
El sistema que perpetúa en la pobreza a dos tercios de la población mundial parece mostrarse como intocable y ningún (repito: ningún) partido político lo pone en cuestión. Solo en el primer semestre de este año hay, según el Banco Mundial, 47 millones más de pobres en el mundo debido al “encarecimiento de los alimentos”, pero el sistema no se pone en cuestión. Llevamos varios años oyendo hablar de crisis y posible recesión económica, estamos en manos del dictamen diario de unas agencias de calificación de riesgos que deberían estar con la boca bastante cerrada dados los éxitos predictivos en el pasado, las empresas financieras y multinacionales aumentan sus beneficios año tras año en un mundo donde el desempleado del mundo desarrollado puede comer lo que otros miles de millones de seres humanos ni sueñan tener. Pero ningún (repito: ningún) grupo político llama a la lucha activa y pasiva para cambiar la situación.
Toda la izquierda occidental procede de historias revolucionarias y del enfrentamiento directo con el sistema, por lo que debería saber que desde posiciones conservadoras solo se cede algo si se les arrebata por las buenas o por las malas. Una reforma agraria del y para el pueblo no será jamás producto de la iniciativa de la derecha terrateniente e improductiva. ¿Tanto cuesta revindicar real y verdaderamente una banca pública, un sistema impositivo y fiscal donde los que más tienen paguen lo que deben, una inspección fiscal que convierta en flagrante delito con penas graves de cárcel el fraude fiscal?
No debe haber red de enseñanza privada concertada mientras no estén completamente cubiertas las necesidades de la pública. No debe haber sanidad privada mientras no quede garantizada un sistema sanitario de calidad y global para toda la población. No debe haber un solo piso vacío mientras haya una sola persona sin vivienda.
Difícilmente se sostiene la legitimidad de un gobierno o de un sistema político europeo o mundial si no se regula exhaustivamente los flujos y transacciones financieras a través de los mercados de capitales, si no desaparecen los paraísos fiscales, si no se pone fin a la locura de la descomunal compraventa de armamento, si no se condona la deuda externa de los países del Tercer Mundo.
Si en los programas electorales no hay nada de eso, si además resultan poco creíbles dichos programas, la ciudadanía susceptible a mensajes de cambio, transformación o revolución se va a pensar acudir a las urnas. Así, mientras la derecha no tiene el menor empacho en coaligarse para obtener y consolidarse en el poder (la fidelidad de su electorado es parecido a la de los pertenecientes a una religión), la izquierda, quizá presa del virus electoralista, vacila en su mensaje y en su actuación.
Rubalcaba, ¿qué? Todos y cada uno de los grupos políticos de izquierda, ¿qué? ¿Prudentes y cautelosos para preservar al menos el estado del bienestar? ¿Acaso vacilará la derecha en reducirlo a su mínima expresión si cuenta, de hecho, con las manos libres para hacerlo?

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