Artículo a publicar mañana, miércoles, 9 de septiembre, en El Periódico de Aragón
Cuatro días ha estado por Europa el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con el propósito de continuar el programa de asentamientos en Cisjordania y Gaza, pero se ha encontrado con que la mayor parte de la comunidad internacional condiciona la reanudación de las negociaciones entre palestinos e israelíes a que no se construyan nuevos asentamientos. Seguramente, Netanyahu aplicará una vez más la política de los hechos consumados: contraviniendo las resoluciones de Naciones Unidas y con la garantía del veto sistemático norteamericano en el Consejo de Seguridad a cualquier crítica o medida que no le convenga, el Estado de Israel ya ha instalado 300.000 colonos judíos en Cisjordania y otros 200.000 viven en barrios construidos en la parte oriental de Jerusalén.
Hasta ahora siguen okupando impunemente, aduciendo para ello razones religiosas y de seguridad. Siguen leyendo en su Torá (el Pentateuco cristiano), que su dios, Yahveh, les tiene reservada y adjudicada desde toda la eternidad la tierra de sus ancestros, la Tierra Prometida. Alimentan generación tras generación el delirio de que el creador del universo los ha escogido como pueblo elegido y les ha adjudicado su tierra predilecta (Palestina, en su significado histórico) y su ciudad predilecta (Jerusalén). En un libro de la Torá (Deuteronomio, 20) Yahveh les instruye sobre las guerras de okupación: 1) cuando se acerquen a una ciudad que no forma parte de la Tierra Prometida, si aceptan su propuesta de paz, sus habitantes servirán a Israel en trabajos forzados; si no la aceptan, tomarán la ciudad, pasarán a cuchillo a los varones y tomarán como botín a las mujeres, los niños y el ganado; 2) en las ciudades que Yahvéh “les ha dado como heredad”, “no dejarás un alma viviente (…) dedicarás al exterminio a todos sus pueblos y habitantes, como te mandó el Señor”. Eso sí, no deben talar los árboles frutales, pues pueden comer de ellos “porque los árboles no son hombres para que los trates como a sitiados”. (Unas fechas antes, ese mismo Yahvéh dictó en el Sinaí sus mandamientos; entre ellos, el quinto: No matarás…).
El pueblo judío ha sufrido lo indecible a lo largo de la historia: persecuciones, expulsiones, matanzas, calumnias, segregaciones, holocaustos... Sin embargo, asombrosamente, parece que no han aprendido en propia carne lo que no deben hacer a los demás (principalmente, hoy, al pueblo palestino). Les sobran razones religiosas para creerse legitimados para emplear cualquier medio a fin de hacer realidad los planes y deseos de su dios. De esta forma, pueden oponerse al criterio de la comunidad internacional y contravenir las propias resoluciones y reconvenciones de la ONU. Les da igual: el único dios verdadero (el suyo) les ha otorgado las escrituras invisibles y sagradas de esa tierra, y sin pagar hipoteca, tienen derecho a expulsar, okupar, bombardear, guerrear, cercar y matar a cuantos crean que se oponen a tales planes divinos.
Aducen también legítima defensa. Enseñan imágenes de casas de colonos destruidas por cohetes caseros fabricados desde territorio (¿aún?) palestino. Lo que no dicen es que esas casas y esas colonias existen por el único hecho de la imposición de su fuerza, o que esos cohetes no caerían sobre sus cabezas si abandonasen los territorios ocupados, siguiendo las resoluciones de Naciones Unidas. En 1981 aviones israelíes destrozaron una central nuclear en Irak ante el temor de que pudiera llegar a fabricar armas nucleares, como si los demás no debiéramos tener miedo del profuso armamento nuclear que ya poseen Israel u otros países del mundo. Israel forma parte de toda esa facción ultraconservadora existente en el planeta que pretende dividir el mundo en ejes (del Bien y del Mal), en luz y tinieblas, en fieles y goyim, en democracia y terrorismo.
Los resultados son devastadores: por ejemplo, en la franja de Gaza, uno de los lugares más densamente poblados del mundo, un millón doscientos mil palestinos viven en guetos y campos de refugiados de la ONU, con una multitud de túneles para tener acceso a unos pocos víveres y artículos de primera necesidad, pues un vergonzante y ciclópeo muro, más el ejército israelí impiden otra cosa. Allí okupan la zona 6.900 colonos judíos. ¿Asocian los judíos de buena voluntad esta situación con otros guetos y otros muros del pasado? ¿Qué aducen los israelíes ante el hecho de que el 80% del muro de Cisjordania (721 kilómetros) se extiende por territorio cisjordano, adentrándose hasta 11 kilómetros en algunos lugares, a fin de proteger asentamientos judíos?
El obispo sudafricano y Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, en una reciente visita a la "Sala del Recuerdo" en el Museo del Holocausto de Jerusalén afirmaba que "los palestinos están pagando" el Holocausto nazi contra los judíos en la Segunda Guerra Mundial. Ante el siniestro panorama existente en Cisjordania y Gaza añadió que "la lección que Israel debe aprender del Holocausto es que la seguridad nunca se garantiza con muros y con armas".
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