Se titula "¿dios?". Así, entre interrogantes y con minúscula.
Transcribo el inicio del Prólogo:
"El título de este libro es "¿dios?". Los signos de interrogación se limitan a cumplir su función: preguntar, preguntarse.
Escribir “dios” y no “Dios” a lo largo de la obra quiere expresar que “dios” es un nombre común, no propio. En castellano los nombres personales se escriben con una mayúscula inicial (Napoleón, Einstein, Goya…); los nombres comunes, en cambio, con minúscula (agua, reloj, electricidad…). Por eso, “dios” se escribe con una minúscula inicial: es un término común a todos los cientos o miles de dioses que han ido sucediéndose a lo largo de lo historia de la humanidad. La característica común a todos ellos es que cada uno de ellos ha sido considerado único y verdadero en relación con el resto de divinidades. Pero eso no equivale a que dios sea alguna suerte de entidad personal.
El preguntar aspira a estar equidistante entre la afirmación y la negación. El libro no afirma o niega nada acerca de lo que a lo largo de los siglos ha recibido el nombre de "dios". El libro plantea preguntas. El libro entero aspira a ser simplemente una incesante pregunta.
El autor se declara agnóstico respecto de dios y de cualquiera de sus ramificaciones religiosas, pasadas o presentes (de las futuras no está en condiciones de responder: bastante tiene ya con llegar a fin de mes). No es, pues, creyente o practicante de ninguna.
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