Vaya por delante que el burka y el niqab me parecen
una aberración. He visto un burka una sola vez, y asusta, a la vez que duele
por la mujer que está debajo. Sin embargo, hay muchas otras prendas y
situaciones aberrantes de mujer que también producen sobresalto. Por ejemplo,
las 80.000 prostitutas que trabajan en unos 4.000 burdeles controlados por la
mafia, que mueven más de 18.000 millones de euros al año en España. Alicia Sánchez-Camacho, senadora del
PP, presidenta del partido en Cataluña y candidata en las próximas elecciones catalanas,
encabezó hace poco más de una semana una moción presentada en el Senado por el
PP (aprobada después con los votos de CiU y UPN) que insta al Gobierno a que prohíba el uso del velo integral (niqab y burka) en
cualquier lugar público. El PSOE y los
demás grupos presentaron un texto alternativo que no propone prohibir, sino
“erradicar” el velo integral. En esa disputa entre primos hermanos, ganó la
prohibición.
Seguramente, se ha armado tan tamaña polémica solo sobre
el burka y el niqab por proceder de donde proceden, y en el caso de la
prostitución se mira hacia otro lado porque se trata de rumanas, rusas,
paraguayas, brasileñas, nigerianas…, y el machismo nacional las encuentra más “tolerables”.
Seguramente, los grupos políticos se están apresurando a subir al tren del
populismo electoral ayudados por el tema de “lo musulmán”, al igual que en
Suiza fue todo un chollo político en su día la prohibición de los minaretes en
sus ciudades. Dicho esto, repito, el burka es una pavorosa aberración.
Simultáneamente a
la presentación de la moción en el Senado, la Asamblea del Consejo de
Europa desaconsejaba prohibir los velos integrales, salvo por razones de
seguridad, pero algunas fuerzas hispanas siempre han sido más papistas que el
Papa: alegan que el velo integral genera problemas de seguridad y atenta
contra la dignidad de las mujeres. Llama la atención la veleidosa sensibilidad
que la derecha muestra hacia la dignidad de la mujer, según los casos y sus
conveniencias. En realidad, la dignidad de la mujer ha estado machacada
secularmente por el machismo incrustado en la conciencia y en el inconsciente
de muchas mentes (masculinas y femeninas), en el pavoroso burka, en la
declaración abierta de la inferioridad de la mujer en los libros sagrados de
algunas religiones (Biblia y Corán, por ejemplo), por la aceptación como modelo
universal de un mujer madre Virgen, sin deseo sexual, inmaculada e
inmarcesible, esposa sin sexo, sumisa, obediente y devota.
En nada se diferencia por razones de seguridad
una mujer sepultada bajo un burka de una persona que sale en procesión bajo la
túnica y el capirote, salvo que socialmente la segunda recibe todas las
bendiciones y comprensiones. En la España actual sigue habiendo mujeres que
viven en conventos tras unas gruesas rejas y que no pueden salir de las cuatro
paredes de su monasterio, y miles de monjas no pueden mostrar su pelo ni vestir
de otra manera que portando un hábito amorfo y asexuado. Sobre el grado de
voluntariedad de una musulmana que lleva obligatoriamente el velo y de una
monja que lleva la toca sería recomendable que se pronunciase el psicólogo o el
psicoanalista. ¿Qué tiene que ver con la dignidad de la mujer el anuncio que
estoy leyendo en estos momentos en un diario: “muñequita encantadora, cariñosa,
besucona, sumisa, insaciable”? Dicho esto, repito, el burka es una pavorosa
aberración.
Lo peor es que la moción aprobada en el
Senado pide prohibir el burka y el niqab “en espacios o acontecimientos
públicos”, es decir, no sólo en los espacios públicos institucionales
(ayuntamientos, oficinas ministeriales o municipales, etc.), sino en la calle
misma, como aclararon los senadores populares durante y después de la sesión.
Hacen y deshacen a su conveniencia: si se trata del burka, la calle es un
espacio público y no se admiten prendas de signo religioso; si se habla de monjas,
curas, obispos, procesiones católicas, himnos a la Virgen emitidos mediante
potente megafonía en la plaza pública o barrocas vestimentas clericales en
actos oficiales y lugares públicos, todo está bien. Dicho esto, repito, no
estoy defendiendo el uso del burka, sino solo señalando que una y otra vez
algunos políticos parecen trileros, con tantos trucos y tantas trampas.
Para colmo, Sánchez Camacho aclaró también que el PP se niega a que el uso del velo
integral quede regulado por la futura Ley de Libertad Religiosa, a fin de que
la aplicación de esa ley no pueda afectar, de rebote, a los personas y prendas
católicas. Es decir, en un nuevo acto de oportunismo e hipocresía social y
política, el burka no tiene un carácter religioso, la nieve no es blanca y quien ose cuestionar
las cosas tradicionales católicas no es un buen patriota.
Dicho esto, repito, el burka es una pavorosa aberración
y algunas actitudes políticas una verdadera vergüenza.
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