sábado, 7 de abril de 2007

España procesionaria


Ya han sacado sus fetiches, sus ídolos y sus fanfarrias. Ya han cantado sus saetas. Los mitos primitivos de renovación se han convertido un año más en una celebración de la muerte y de la resurrección de otro salvador (el enésimo salvador en la historia de la humanidad). Procesiones de iglesias privadas por las calles públicas. Procesiones de automóviles en busca de alivio vacacional. España no es católica ni aconfesional ni laica. España está en situación permanente de dilucidación y aclaración. Una parte de esa España es pereza, inercia, caspa. Una parte de España es el miedo de quienes gobiernan a perder las elecciones si intentan que la jerarquía católica hispana deje de tener las manos libres para cuanto se les antoje. El ídolo más sacado en procesión estos días es el Concordato entre el Estado español y el Vaticano. Una parte de España es superstición y abulia. La historia de esa España es la historia de los mismos amos sobre el pueblo. ¿Tradición o traición? El dinero triunfa, el dinero reina, el dinero impera. El dinero se siente satisfecho porque unos consumidores en estas fechas consumen especialmente tambores, velas, capirotes; otros, gasolina, hoteles y restaurantes. Algunos, desde los televisores y los pulpitos, osan predicar que el enésimo salvador en la historia de la humanidad murió y resucitó por nuestros pecados. (¿Qué es eso de pecado? ¿Por qué hasta a un recién nacido quieren hacerle pecador para bautizarlo y alistarlo en su rebaño?) Con ello pretenden aquietar las mentes, los problemas y los conflictos de esa humanidad. El delito original consiste en esa pretensión de aquietamiento. Las religiones, una vez institucionalizadas y esclerotizadas, cumplen una función primordial para el buen funcionamiento de la sociedad: avalan, justifican, sostienen al poder. El poder necesita la religión. La religión necesita ante todo el poder de la mente a través del sentimiento de culpa. Por una parte, piden crucificar y a la vez crucifican al enésimo salvador en la historia de la humanidad. Por otra, salen en procesión celebrando esa muerte, convencidos de ser culpables, implorando perdón, prometiendo sumisión. Y, un año más, Zaratustra, tras observar y escuchar el espectáculo, solo, sigue hablando así a su corazón: “¡Será posible! ¡Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto!” (F. Nietzsche, Así habló Zaratustra, Prólogo, 2).

1 comentario:

  1. Me alegro mucho y te agradezco tu comentario, lygeum. Esta es tu casa. Bienvceneidas serán tus aportaciones y tu presencia.

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