Hace 2.400 años, Platón explicaba en una
carta que por interés personal y tradición familiar desde muy joven tenía el
proyecto de dedicarse a la política, pero observando con el paso del tiempo la
incompetencia y las tropelías de la clase política ateniense (entre ellas, la
condena y muerte de su maestro Sócrates) concluyó que mal puede
dedicarse alguien a la política concreta de la ciudad si previamente no puede
reconocer dónde está la justicia en la vida pública y en la vida privada, y no
cuenta con un proyecto racional de sociedad y de ciudadanía que quiere llevar a
cabo.
En otras palabras, un político sin un concepto
firme, maduro y personal de lo que debe ser la sociedad donde va a llevar a
cabo su labor política (en eso consiste un político sabio) está abocado a ser
muy poco político (es decir, a tener serías dificultades para desempeñar
justamente su función en y por la polis). Viendo determinados eventos políticos,
hoy Platón podría escribir una carta muy parecida y recordarnos que un político
poco sabio es poco político.
LEÍAMOS HACE UNOS días que la Junta de Castilla
y León había presentado un extenso informe del Programa de Desarrollo Rural
para justificar los 1.838 millones de euros de subvención del Fondo Europeo de
Desarrollo Regional (FEDER), destinado a "reducir las diferencias que
existen entre los niveles de desarrollo de las regiones europeas y para que las
regiones menos favorecidas se recuperen del retraso que sufren". Pues
bien, en dicho informe se incluye entre la fauna castellanoleonesa a proteger
los cetáceos marinos. Concretamente, la Phocoena phocoena (marsopa común
muy extendida sobre todo en las aguas costeras más frías del Hemisferio Norte)
y el Physeter macrocephalus (cachalote, mamífero marino del orden
Cetácea del suborden Odontocet; abunda relativamente desde los polos al
ecuador, y se encuentra en todos los océanos).
PLATÓN, SIN DUDA, quedaría consternado al ver
que el Gobierno de una región sin salida al mar pide 1.838 millones de euros
del Fondo de Desarrollo Regional para, entre otras cosas, proteger especies
oceánicas. Y algún sofista contestaría a Platón, a modo de chiste malo, que si
nadie ha visto un cachalote por la meseta castellano-leonesa eso prueba
precisamente que el cachalote está en peligro de extinción.
Sin dejar de lado las anécdotas y los
chascarrillos, recientemente leíamos también que un político indio había leído
en Naciones Unidas durante tres minutos el discurso del representante portugués
que había intervenido inmediatamente antes de él, lo que parece poner de
manifiesto que aquel político indio no había escuchado el discurso anterior o
no sabía lo que iba a leer (o ambas cosas). Algo, pues, muy similar a los
políticos castellano-leoneses que presentan en la UE un informe con tamaños
disparates: no lo leyeron o les interesa un carajo todo lo que no sea recibir
los millones solicitados a la Unión Europea.
Y no deja de forma parte del mundo de las
chanzas que, declinando ya el pasado mes de enero, conociéramos que la
Internacional Socialista (la organización mundial de los partidos
socialdemócratas, socialistas y laboristas) había expulsado de la organización
a Reagrupación Constitucional Democrática (RCD), el partido del recientemente
depuesto presidente de Túnez, Zine el Abidide Ben Alí, apelando a
"los valores y principios" que definen a la familia socialista.
El partido tunecino expulsado ha controlado
Túnez durante décadas y ha mantenido buenas relaciones con muchos países y
partidos políticos europeos. Pero esos valores y principios socialistas solo
salen a la palestra cuando es el propio pueblo tunecino el que pide en la calle
democracia y libertad y los medios de comunicación se hacen eco de ello en sus
portadas y primeras páginas.
A los pocos días, de nuevo la Internacional
Socialista expulsaba al Partido Nacional Democrático del presidente egipcio Hosni
Mubarak, a quien se le comunica la expulsión invocando el compromiso de la
organización socialista con "una democracia más integradora". Hasta
esa fecha, Mubarak y su partido llevaban gobernando treinta años Egipto, y al
parecer nadie se había percatado de que no representaba "una democracia
más integradora". ¿Qué escribiría Platón ante estos y otros muchos hechos de
parecida calaña?
ANTE EL DESCRÉDITO de la clase política
ateniense descrita por Platón, incluso el filósofo cínico Antístenes se
reía de sus conciudadanos al recomendarles que votaran que los burros se
hicieran caballos, de la misma manera que ellos votaban como dirigentes a
hombres ignorantes y sin preparación.
Precisamente para evitar ese descrédito en la
actualidad y posibilitar que la ciudadanía se sienta imbuida e implicada en la
vida sociopolítica, los profesionales de la res publica deberían trabajar más
para mejorar su sabiduría (justa aplicación --comenzando por ellos mismos-- de
los derechos universales y los principios cívicos a los intereses y necesidades
de la ciudadanía) y así ser realmente verdaderos políticos.
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