Andan algunos inquietos por el nuevo
partido de la izquierda abertzale (Sortu), pues presumen un engaño (“un avance
con trampa”, “burla macabra”) que se pretende tender por enésima vez y lanzan las
mismas letanías de siempre en cualesquiera circunstancias: no debe presentarse
a las elecciones municipales, cumplimiento estricto de la ley de partidos, invectivas
de todo calibre y grosor contra ZP, todo lo cual remacha la
secretaria general del PP y presidenta de este partido en Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal,
diciendo que, tras "cincuenta años matando”, no
basta con condenar lo que se haga ahora sino también “lo que se hizo en el
pasado”. Mientras tanto, los vascos afines al abertzalismo bracean en el mar de
un estudiado decir sin decir y se preguntan qué más deben hacer, deshacer, condenar y
decir para que deje de jarrear sobre sus
cabezas el eterno retorno de lo mismo: disolución de ETA
La historia la escriben los
vencedores con los tonos y los sesgos, con los recuerdos y las amnesias que les
convienen. Por eso la historia está plagada de historias de buenos y malos,
terroristas y demócratas, héroes y villanos.
Recientemente, con motivo del 90º aniversario de
la organización judía paramilitar Haganah,
algunos de sus miembros fueron
condecorados y homenajeados oficialmente como “héroes de Israel”. Haganah,
directa e indirectamente integrada, según los casos, en el Movimiento de Resistencia
Judío junto con Irgun y la Banda Dura, llevaron a cabo numerosos actos
terroristas por toda Palestina entre 1944 y 1947: bombas y maletas bomba en oficinas, puentes, barcos, refinerías de
petróleo y comisarias; asesinatos de policías, políticos, diplomáticos,
soldados y civiles; secuestros y ejecuciones. Es mundialmente conocido el
atentado terrorista con bomba en el hotel Rey David, de Jerusalén el 22 de
julio de 1946, que causó 92 muertos y centenares de heridos. Pues bien, en julio de 2006, el ex Primer Ministro Benjamín Netanyahu y ex miembros del Irgún participaron
en la celebración del 60º aniversario
del atentado, donde descubrieron una placa que incluso declaraba culpables a los británicos: “Por razones conocidas sólo
por los británicos, el hotel no fue evacuado”. O sea, exactamente igual que la declaración de
ETA en el atentado del Hipercor de Barcelona en junio de 1987. En un caso, son
héroes nacionales; en otro, terroristas asesinos.
Llama la
atención asimismo la persistencia por parte de cierto conservadurismo
celtibérico en aplicar el principio de no contradicción como les viene en gana,
de tal forma que una misma cosa puede ser y no ser al mismo tiempo. Por ejemplo,
hay que recordar siempre a las víctimas del terrorismo de ETA y juzgar a sus
autores por sus crímenes, pero al mismo tiempo hay que olvidar los crímenes del
franquismo y no hay que pedir perdón a sus víctimas (más aún, no hay victimas).
Nueve meses antes del 11-S, Condoleezza
Rice tenía en su poder un informe que proponía apoyo militar a las
fuerzas afganas de la Alianza del Norte que luchaban contra los talibanes, ataques
aéreos, y la introducción de fuerzas de
operaciones especiales en Afganistán. Un día antes del 11-S, la administración Bush acordó un plan para derrocar al régimen talibán en Afganistán
por la fuerza y .declaró que no se distinguiría entre organizaciones terroristas
y naciones o gobiernos que les dan refugio. Al poco tiempo, el 9 de febrero de
2002 Hamid Karzaï, el nuevo
primer ministro de Afganistán, y su homólogo paquistaní, el dictador y golpista
Musharraf, fuerte aliado de los Estados Unidos en la zona, cerraban un
acuerdo para permitir la construcción de un oleoducto que enlazase el mar
Caspio con el océano Índico, atravesando el Afganistán recién conquistado. Con
ello, las grandes multinacionales petrolíferas habían conseguido finalmente
hacer realidad sus ansiados proyectos. Sorprendentemente, los telediarios
callaron y los medios de comunicación hablaban principalmente de la cuesta de
enero tras los dispendios navideños. Meses después, Estados Unidos invadía Irak
para "desarmar a Irak de armas de
destrucción masiva, poner fin al apoyo de Saddam Hussein al terrorismo, y lograr la
libertad del pueblo iraquí”. La línea que delimita el terrorismo es muy
delgada, también muy mentirosa.Napoleón
llegó a considerar la guerra de guerrillas española como la causa principal de
su derrota, y seguramente considero malditos terroristas al cura Jerónimo Merino, Juan Martín “el Empecinado” o
Juana “la Galana”. Actualmente, tienen dedicados monumentos y calles en
muchos pueblos de España, aunque Napoleón los hubiera ejecutado con gusto por
terrorismo.
El propio
Departamento estadounidense de Defensa establece una diferencia entre “acciones terroristas”, por un lado, y
"operaciones de comandos", por otro. En el primer caso, se trata de
asesinos y enemigos de la democracia. En el segundo, de “audaces acciones en
campo enemigo”.
¿Es de
descartar que pudiere llegar un día en que miembros destacados de Sortu y
aledaños tengan calles, plazas y monumentos dedicados como “héroes nacionales”?
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