sábado, 20 de octubre de 2007

Es de justicia


Muchos ciudadanos españoles quieren saber qué fue de sus seres queridos represaliados en y por la dictadura franquista, dónde están sus restos. No pudieron ser llorados en público, pues corrían el riesgo de sufrir el mismo castigo que ellos. No pudieron ser honrados y queridos en las últimas horas de su vida, en las horas postreras a su muerte. Estos ciudadanos reivindican que se les reconozca su dignidad, su bonhomía, su generosidad, su coherencia. Ellos y sus familias fueron tratados como enemigos de la Patria, cuando dejaron sus vidas por unos ideales y valores que anhelaban paz, libertad y justicia para todos. Ellos y sus familias fueron privados a veces de los medios y enseres mínimos para ganarse la vida en igualdad de condiciones. ¿Qué tiene que ver con la rotura de España reconocer legal y públicamente su presencia, con todos los derechos y honores, entre todos los ciudadanos? ¿No es una manera diáfana de mostrarles la gratitud, la honra, el cariño de todos? ¿No es asimismo una vía magnífica de asentar a España en los valores democráticos que ellos defendieron con tanta valentía, con tanta generosidad?

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